Wiki Fanon Cuarentamil
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La joven se limitó a asentir, paladeando todavía la extraña y confortable sensación. Entonces, con un suspiro, fue hasta su habitación a recoger sus armas, y luego a buscar al resto. Durante todo el camino no se encontró con ningún mutante más, aunque no sabía cuánto de ello era debido a la suerte y cuánto a su maestro. Finalmente, reconoció las siluetas de Sargento y varios mercenarios. Yesika se dio cuenta conforme se acercaba de que ahora era capaz de detectar pequeños trazos de la mente de los otros. Simples destellos de algo más grande que la mente de un animal, pero ya era algo. La joven recordó lo mucho que la intrigaba Sargento, y se preguntó cómo sería la mente de su jefe. Sin embargo, los pocos trazos que vio la disuadieron de investigar más. Eran pequeños remolinos de oscuridad y sentimientos autodestructivos, tan negros que no podía comprender cómo una persona viva podía albergarlos. Yesika se estremeció levemente e, intentando aislar su mente de esa alma atormentada, se reunió con sus compañeros.
 
La joven se limitó a asentir, paladeando todavía la extraña y confortable sensación. Entonces, con un suspiro, fue hasta su habitación a recoger sus armas, y luego a buscar al resto. Durante todo el camino no se encontró con ningún mutante más, aunque no sabía cuánto de ello era debido a la suerte y cuánto a su maestro. Finalmente, reconoció las siluetas de Sargento y varios mercenarios. Yesika se dio cuenta conforme se acercaba de que ahora era capaz de detectar pequeños trazos de la mente de los otros. Simples destellos de algo más grande que la mente de un animal, pero ya era algo. La joven recordó lo mucho que la intrigaba Sargento, y se preguntó cómo sería la mente de su jefe. Sin embargo, los pocos trazos que vio la disuadieron de investigar más. Eran pequeños remolinos de oscuridad y sentimientos autodestructivos, tan negros que no podía comprender cómo una persona viva podía albergarlos. Yesika se estremeció levemente e, intentando aislar su mente de esa alma atormentada, se reunió con sus compañeros.
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===*Parte 2*===
 
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<p class="MsoNormal">El pasillo D-6. Ninguno se habría imaginado que aquello estaba allí.
 
<p class="MsoNormal">El pasillo D-6. Ninguno se habría imaginado que aquello estaba allí.
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<p class="MsoNormal">Tenía una mente, prodigiosa, llena de potencial. Pero había algo en ella… Algo familiar. Reconoció la presencia de otro ente allí. Algo parecido a lo que ella misma había sido hacía tiempo, pero a la vez totalmente distinto. Un demonio de Tzeench. Arrugó el gesto. Markus estaba interesado en aquella chica, así que seguramente también estaría enterado de aquello. Sonrio para sus adentros cuando la horda de monstruos se acercó mucho más a la posición de la muchacha.
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<p class="MsoNormal">Tenía una mente, prodigiosa, llena de potencial. Pero había algo en ella… Algo familiar, pero que seguía escurriéndose, escapando de alguna manera a su percepción. Arrugó el gesto. Markus estaba interesado en aquella chica, así que seguramente también estaría enterado de aquello. Sonrió para sus adentros cuando la horda de monstruos se acercó mucho más a la posición de la muchacha.
 
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Revisión del 23:10 15 jun 2014


Capitulo 1: Cadenas en la oscuridad

Se lo habían llevado. Yaelha aún no podía terminar de creérselo.

La eldar caminaba por uno de los pasillos del Puño Estelar, con su característico paso elegante y calculado hacia la sala donde se celebraba la reunión. La nave estaba llena de actividad frenética, grandes grupos de hombres corrían en todas direcciones, llevando mensajes y efectuando sus tareas como siempre que ocurría algo importante.

Pero esta vez era diferente. Los tripulantes del Puño se movían con desánimo y una sombra de inquietud se adivinaba en sus rostros. En algunos casos, el desánimo se veía sustituido por la incredulidad. Yaelha no los culpaba. Si un día antes la hubieran dicho que el capitán Markus Arian iba a ser capturado ella tampoco se lo habría creído.

Resultaba estúpido pensar así  y lo sabía, todo el mundo puede ser objeto del daño o de la mala suerte, incluso personas tan bien informadas y astutas como Markus. Pero resultaba tan extraño…por alguna razón había llegado a pensar que el humano era intocable. Ese aire de seguridad absoluta e inquebrantable que poseía, sumada a su extrema planificación y a su pericia en combate lo hacían fácilmente encasillable en aquella definición.

Y sin embargo lo habían capturado. Y ni ella ni ninguno de los miembros de su escolta habían podido evitarlo.

Sintió una amarga sensación de fracaso en su interior, aunque su rostro seguía inalterable y su paso tampoco vario su ritmo. Los humanos se dejaban arrastrar por las emociones, pero ella estaba por encima de eso. Ahora debía mantener la cabeza fría o toda la Flota del Puño Estelar podía desintegrarse.

Aun así no pudo evitar recordar aquel momento…

Después de la batalla en la órbita de Bifröst y la campaña contra los eldar oscuros posterior, la flota mercenaria se había visto mermada.  Muchos soldados habían muerto  y algunas naves habían sido destruidas durante la batalla. Las bajas eran algo inevitable en una batalla y Markus no había perdido el tiempo. Había comenzado a hacer negocios para reinstaurar la fuerza de su flota y mejorar el entrenamiento de sus tripulantes.

Como siempre, las cosas habían ido bien. Los contactos de Markus habían hecho su trabajo y la flota había comenzado a recuperarse a gran velocidad. El dinero fue rápidamente gastado en nuevas armas y equipo, además de medicamentos y personal capaz. Todos los cálculos auguraban que en menos de un par de meses, la flota estaría al cien por ciento de su capacidad.

Y entonces todo se había trastocado.

Un mensaje llego desde uno de los proveedores de armas del Señor Pirata. Proveniente de un planeta cercano, un mundo colmena estándar del sector. Nada fuera de lo común. Markus y su escuadra habían descendido a tierra para responder a la llamada del hombre y, tras una breve pero acalorada visita, habían sabido el porqué de la llamada.

Un grupo de mercenarios que habían llegado al sector (nada comparable a la gigantesca flota de Markus pues apenas llegaban a varios centenares) habían sido contratados por una de las casas mafiosas rivales a la de su proveedor,  y estaban entorpeciendo él envió de equipamiento al Puño.

Markus podía fácilmente haber desestimado el asunto, tenía muchísimos más proveedores haciendo lo mismo y esto apenas retrasaría un par de días la reparación de su flota, pero entonces su reputación haría quedado en entredicho. Y el corsario no era de los que abandonaban a sus socios.

Si esos mercenarios querían guerra, la tendrían.

Fue una operación rápida y sigilosa. Habían ido eliminando a los miembros de aquella compañía, desde el escalafón más alto hasta el más bajo en su cadena de mando, acuchillándolos por la espalda en los bares que frecuentaban o acribillándolos a balazos en plena calle.

Echando mano de su alianza con varias bandas de la subcolmena y, en poco tiempo, los canallas habían hecho que el nido de ratas que era aquella zona de la megaciudad se volviera contra aquellos hombres.

Sin embargo los Garras Burílanos, pues ese era el nombre de aquella unidad mercenaria, no habían retrocedido. Habían tenido que provocar una verdadera guerra de bandas para expulsarlos de su territorio y dejar a su socio tranquilo con sus negocios y, sobretodo, extremadamente agradecido.

Aún quedaban pequeños núcleos de resistencia y Markus se había propuesto acabar con todos ellos en persona, especialmente uno que parecía haberse hecho fuerte en un pequeño distrito de almacenaje cercano al espacio-puerto. ¿Quién iba a imaginarse que ellos estarían allí?

La eldar supo exactamente a quienes se enfrentaban cuando el inconfundible sonido de un rifle de francotirador le arrancó la cabeza a uno de los pandilleros que iban con ellos. Habría reconocido ese arma entre un millón. Aún tenía una cicatriz en forma de estrella en la espalda, que hacia juego con la que la adornaba el vientre, producto del único disparo que había logrado acertarle su portador y que la había atravesado de lado a lado.

Aunque no parecía que él recordara nada de lo sucedido aquel día, porque la familiar expresión de rabia que dibujo su rostro cuando ella esquivó el siguiente proyectil no había cambiado.

La espada sierra del Sargento mató a muchos pandilleros mientras la joven de los ojos miel y el nurgliano lo cubría con sus disparos. A un lado de ellos el caótico nametheriano reía como el loco khorniano que tenía al lado mientras flameaba con el lanzallamas un vehículo del arbitres que se había desplazada para poner fin al enfrentamiento. A lo lejos, subido en el tejado de uno de los almacenes se encontraba ese despreciable francotirador y su furcia enfermera.

No tenía interés alguno en aprenderse los nombres de aquel molesto grupo de mon-keighs, pero el de aquellos dos en particular ya los conocía. Vitulv y Tannia.

Sin embargo, ninguno vestía los uniformes del pacto, y menos aún símbolos del Caos a la vista. Llevaban puesto el uniforme negro y gris de los Garras y un grupo de los mencionados  mercenarios estaban con ellos.

Markus no se había amilanado y había reanudado el ataque con refuerzos. En poco tiempo habían asaltado el almacén principal y habían acorralado a sus enemigos en el interior del edificio. El capitán pirata había saltado el primero cuando abrieron una brecha en sus defensas y el acero de su espada se encontró de nuevo con los dientes de la espada-sierra del  Sargento.

Estaban acorralados, los tenían justo donde querían, pensaron…

Que estúpidos habían sido.

Cuando la primera carga explosiva estalló Yaelha supo que habían cometido un gran error al entrar allí. Eran los mismos explosivos que ella y Markus habían usado en aquel mundo agrícola para cubrir su huida durante su primer encuentro con los caóticos. Al parecer, estos habían aprendido. Apenas les dio tiempo a salir casi enteros con la mitad de los pandilleros antes de que todo se viniera abajo.

Pero esta vez, Markus no salió. Yaelha apenas pudo ver cómo, aprovechando la sorpresa del corsario, Sargento lo golpeaba con su espada-sierra  dañando parte del peto de caparazón de Markus y derribándolo al suelo de un golpe en la sien con la empuñadura.

Cuando el humo se disipó, ni Markus ni los caóticos estaban allí.

Yaelha se detuvo ante la puerta del salón. Respiró hondo y pulso el botón de apertura. Con un pitido esta se abrió y la eldar entró en la sala.

La habitación era circular, con una amplia holomesa en el centro entorno a la cual estaban reunidos los altos cargos de la flota, además de la escuadra del propio Markus. Yaelha examinó a fondo a los capitanes de las demás fragatas. Como los tripulantes del Puño, aquellos hombres estaban visiblemente preocupados. Todos ellos sabían que sin Markus para regir sus negocios, a largo plazo perderían fuerza, y la flota del Puño se disgregaría sin su líder.

Y ninguno de ellos quería, ni le convenía, que eso pasara. Markus los había enriquecido y alzado de ser simples líderes de bandas de poca monta o compañías de mercenarios, a astutos y carismáticos capitanes de flota. Le deban demasiado a ese hombre como para dejarlo atrás.

A un lado, junto a una de las computadoras que se encontraba en la sala, estaba Ankira. La niña se encontraba sentada enfrente de la pantalla del artefacto y sus manos volaban sobre el teclado mientras introducía números y los cables unidos a la diadema de su cabeza recibían y transmitían datos al sistema de rastreo estelar. Todas las evidencias decían que lo que quedaba de los Garras había salido del planeta y se habían ocultado cerca. Ankira estaba buscando cualquier rastro que pudiera delatar la trayectoria de los herejes y así, averiguar a donde se habían llevado a su amado capitán.

Ankira era la que peor se había tomado la desaparición de Markus. Yaelha sabía lo mucho que significaba el pirata para la niña, que ya tenía quince años recién cumplidos y que estaba a pocos pasos de convertirse en una jovencita en ciernes.

La tecnópata no había dormido desde que capturaron al capitán. Había estado trabajando sin descanso, buscándole por todo el sistema con sus máquinas. Yaelha sabía que la muchacha se estaba forzando demasiado, exigiéndose más de lo que podía dar. Tendría que hablar con ella después.

Kurght se encontraba a su lado. El gigantesco ogrete estaba acuclillado a un lado de la sala apoyando la barbilla en el mango de su enorme martillo. Su primitivo rostro  mostraba un profundo abatimiento, como el de un perro guardián que hubiera permitido que los ladrones saquearan la casa de su amo.

Pólux se encontraba apoyado contra la pared con gesto sombrío, chupeteando sin ganas uno de sus puros más apetecibles. Yaelha agradecía que no estuviera encendido, al menos de momento. Odiaba el olor del tabaco. El catachán no mostraba ninguna emoción salvo por la fría ira que le velaba la mirada. Si Kurght era un perro que la había fallado a su dueño, Pólux tenía la mirada del soldado que ha perdido a un oficial bajo su protección.

El catachano estaba furioso. Pero era un oficial del Puño Estelar,  y como tal tenía que dar la impresión de que aun seguía entero. La moral de muchos dependía de ello.

Y al lado del catachán estaba aquella humana, la cadiana, Silvia Boudicca. Ambas mujeres, la xeno y la humana, cruzaron una mirada de desagrado. Silvia detestaba a Yaelha por pertenecer a la raza a la que pertenecía, y Yaelha la despreciaba por ser tan estúpidamente cerrada.

Pólux y ella llevaban un tiempo manteniendo una relación, pero la mujer seguía muy anclada en la cerrada cultura Imperial, algo que evidentemente, no la ayudaba demasiado a integrarse en la Flota.

A pesar de ello era una buena militar, y su experiencia en la guardia era un activo demasiado valioso para el Puño. Además, después de pasar tanto tiempo con el capitán Markus, tenía que admitir que había acabando apreciándolo como líder. Aunque también contaba el hecho de que sin él no conseguiría cumplir su venganza contra su antiguo comandante.

Yaelha ocupó su lugar en la sala y plantó las blancas manos sobre la mesa.

-Tenemos que tomar una decisión señores- Dijo en su tono más diplomático- Tenemos que encontrar al capitán Markus, eso es indiscutible y todos ustedes lo saben…

Los capitanes asintieron sin excepciones.

-Pero hay organizar esta búsqueda como es debido. Tenemos que establecer un perímetro en el sistema y…

-Disculpa pero ¿a ti quien te ha nombrado líder?- La interrumpió Boudicca- Tú no eres la capitana de esta flota.

La eldar dirigió la mirada de sus ojos zafiro hacia la humana y Silvia se la mantuvo desafiante.

-Nadie me ha nombrado nada, mon-keigh- Expresó Yaelha sin perder la compostura- No tengo ninguna intención de asumir el mando de esta nave.Solo digo lo que todos sabemos y el camino más lógico a seguir.

El gesto de Boudicca se tensó y miro su mirada se endureció aun más. De toda la escuadra, con ella era la única con la que la eldar aun utilizaba el término mon-keigh.

La cadiana dio un paso hacia la xeno  pero Pólux la detuvo colocando una mano en su hombro y negando con la cabeza con gesto serio. Boudicca frunció el ceño y volvió a su lugar con aire hosco.

-No ganaremos nada discutiendo- Dijo el catachán rompiendo su estoico silencio- Hay que organizar una búsqueda y hay que organizarla ya.

-Tengo a mis hombres peinando el sector este del sistema- Respondió uno de los capitanes- Creemos que podrían estar escondidos en algunas de las viejas estaciones abandonadas. Las estamos registrando pero hay demasiadas como para hacerlo en un periodo corto de tiempo.

-Es una buena observación capitán Andris- Asintió Pólux-  El grueso de nuestra flota aun esta en los astilleros de nuestros aliados efectuando reparaciones, así que no podemos contar con grandes efectivos para la búsqueda, pero es gratificante saber que tenemos algo donde empezar a buscar.

Siguieron debatiendo largo rato, repartiendo tareas y planificando la búsqueda para que fuera lo más fructífera dados los medios de los que disponían. Yaelha estaba francamente impresionada por el aplomo y las dotes de mando de Pólux.

-Ya solo queda una cosa por decidir- Expresó la eldar cuando se hubieron ultimado los detalles de los planes. Todos volvieron la mirada hacia ella- Alguien tiene que comandar el Puño Estelar hasta que rescatemos al capitán.

Boudicca se adelantó de nuevo y contesto con sarcasmo.

-Y supongo que tu eres la más indicada ¿No es así?

Yaelha arqueó una ceja.

-¿Yo? Por supuesto que no. Como ya te dije no tengo ninguna intención de asumir el mando- La eldar dirigió una mirada al catachán- Estaba pensando en Pólux.

El catachán se quedó rígido por un instante y un enorme trozo consumido de su puro se desprendió y se precipito al suelo. El veterano soldado miró a la eldar con el ceño fruncido.

-Soy un soldado Yaelha, no un comandante. Tiene que haber alguien más capacitado…

-La eldar tiene razón,  Pólux- Expresó el capitán Kaeld, líder de uno de los contingentes de la flota- Nosotros podemos dirigir a nuestros hombres, pero necesitamos una cabeza visible para que estén tranquilos. Un símbolo. Que sepan que la flota no va a disgregarse.

Pólux iba a replicar cuando otro de los capitanes se adelantó.

- Eres un gran líder. Los soldados te respetan y siempre has sido uno de los mejores oficiales del Puño. Los hombres aceptaran mucho más tu liderazgo que el de cualquiera de nosotros.

El catachán gruño por lo bajo y se apoyó contra la pared de la sala con gesto pensativo. No le entusiasmaba aquella situación. No creía estar a la altura del capitán Markus. No poseía su innato carisma ni su manera de negociar. Era un militar, no un político. Una cosa era dirigir hombres en la batalla y otra muy distinta eran los tratos.

Sintió unos ojos clavados en él y vio a Boudicca que le dirigía una mirada  de apoyo con sus ojos verdes. El catachán respiró hondo.

-Bien, acepto- Capituló- Pero solo será de forma temporal. En cuanto encontremos al capitán le restituiré el mando- Todos asintieron ante aquello y Pólux volvió la mirada hacia Boudicca- Y necesitare que alguien me eche una mano.

La cadiana lanzó una media sonrisa y se sopló uno de los cabellos rubios teñidos del flequillo.

-A la orden capitán.

Yaelha sonrió para sí. Pólux podía no ser un negociador, pero era un hombre fuerte para los suyos. La mayoría de los soldados habían peleado bajo sus órdenes o cerca de él y el los mantendría unidos mientras durara la crisis. Además de que este era un mando que Boudicca aceptaría mucho más fácilmente y la mantendría ocupada con cosas que no fueran sus diferencias con la eldar.

Espero pacientemente hasta que Pólux disolvió la reunión y se fue junto a Boudicca a poner orden en la nave.

Los capitanes también se fueron para transmitir las nuevas órdenes a sus soldados y para dar comienzo a la búsqueda del capitán.

Ella esperó apoyada en la pared a que todos se hubieran ido y se volvió hacia Ankira. La niña seguía en la misma posición que cuando había empezado la reunión. La mirada fija en la pantalla mientras tecleaba y los dispositivos se iluminaban y pitaban imperceptiblemente.

Yaelha se adelantó y la tocó el hombro.

-Ankira, mírame.

La joven no se detuvo.

Yaelha no se ando por las ramas e hizo girar el asiento hasta colocar a la muchacha frente a ella. Ankira la miro con el ceño fruncido mientras sus ojos azules la miraban. Yaelha pudo sentir el cúmulo de emociones que saturaban el control de sí misma que poseía la joven humana.

-Ya basta niña. Tienes que descansar.

-No puedo- Dijo ella tratando de girar la silla para colocarla en su posición original- Tengo que seguir…Tengo que…

-Sabes que no puedes hacer más ahora. No hay nuevos datos y el esfuerzo te esta desgastando. Está reduciendo tu eficacia. Seguir sería totalmente ilógico y contraproducente. Debes descansar, recargar baterías y seguir cuando ya estés bien.

-Pero…- Ankira no contesto, no podía rebatir aquel razonamiento. Sin embargo no se quitaba de encima esa amargante sensación de vacío y desolación que sentía. En el fondo del pecho.

El capitán se había ido. Markus se había ido. Y era posible que estuviera muerto o algo peor. No había podido hacer nada, no había podido ayudarlo. Y ahora lo había perdido.

Yaelha se arrodillo para ponerse a su altura y la miró a los ojos.

-¿Qué te he enseñado, pequeña?

Ankira se recompuso lo suficiente para contestar.

-Frialdad y control. No dejarse arrastrar por las emociones.

La eldar asintió.

-Bien, pues ahora quiero que te olvides de eso. Ve a tu habitación, descansa y vuelve mañana. Seguro que para entonces tendremos algo nuevo. Cuando salgas por la puerta entonces, podrás recordar mis lecciones.

La niña asintió, se encaramó a la espalda de Kurght y salió del cuarto. Yaelha la siguió con la mirada hasta que se perdió por el pasillo.

Ankira bajo de la enorme espalda de su guardián y se coloco ante la puerta de su habitación. Se volvió un instante hacia Kurght y le agradeció brevemente el que la hubiera llevado, como siempre hacía.

El ogrete la miró con sus enormes ojos y lanzó un bajo gruñido para sentarse después contra la pared que había frente a la puerta, vigilante como siempre.

Ella se volvió y giro el cerrojo especial de la puerta, que emitió su típico chasquido al abrirse. Como siempre.

Ankira empujo la puerta y esta chirrió al forzar sus bisagras de adamantio reforzadas.

-Chizpaz ezta trizte por jefe- Dijo entonces el ogrete con tono gutural- Kurght también ezta trizte.

Ankira logró cerrar la puerta antes de echarse a llorar. Lloró en silencio mientras echaba mano de un pequeño objeto que llevaba en el cuello. Era un pequeño colgante plateado.

Su acabado era muy simple, una pequeña medalla con su nombre grabado y atada con una cadena, pero para Ankira eso hacía que resultara aun mejor. Markus se la había regalado el día de su decimoquinto cumpleaños, hacia menos de un mes después de lo de Yggdrasil.

Para ella aquel objeto valía más que todos los secretos arcanotecnológicos de la galaxia.

Acarició con la yema del dedo las letras grabadas en la superficie. Aquel era su nombre. El nombre que Markus la había dado el día en que la sacó de la bóveda arcanotecnológica. El día en que había visto el cielo por primera vez.

Las piernas le fallaron y Ankira se dejó caer contra la puerta y lloró. Lloró por el hombre astuto y seguro de sí mismo que la había abierto las puertas de la galaxia. Lloró por el único amigo y padre que había conocido.

Yaelha se apartó de la puerta del camarote y salió del pasillo en silencio, como una sombra.  Se alejo de allí mientras Kurght la seguía con la mirada vacía.

- Mas te vale estar vivo, Markus- Susurró mientras se alejaba.

Hacia frio. Mucho frio. Fue lo primero que sintió cuando su mente salió del sopor de la inconsciencia.

Sentía los miembros entumecidos y doloridos. La cabeza le daba vueltas y el cerebro le zumbaba dentro del cráneo como si le hubieran dado un martillazo, pero aun así trato de forzarlo a funcionar.

Estaba sentado de espaldas contra algo duro y frio. No podía ser roca, pues la superficie estaba pulida y el frio era muchísimo más intenso. Metal. Si eso era. Era metal. Trato de recoger más datos mientras abría los ojos. Su visión se aclaró con rapidez, acostumbrándose a la escasa iluminación del lugar mientras el resto de su cuerpo comenzaba a recobrar su vitalidad.

La luz se filtraba a través de cuatro franjas al fondo de la sala en la que se encontraba. La habitación era pequeña, a penas tendría unos cuantos metros cuadrados; las paredes eran de una aleación de metal, muy gruesas al parecer. Por fin logró adaptar la vista y confirmo lo sus sospechas. Las franjas de luz eran los huecos entre los barrotes de la puerta metálica que cerraba el lugar.

Busco en su memoria como había llegado allí. Su proveedor, los mercenarios rivales, la pelea en el almacén… Había estado tan seguro de que podía acabar con aquello. Resultaba irónico que hubiera acabado de esa manera.

¿Y su equipo? ¿Qué les había pasado? Había atisbado como se retiraban. Esperaba que estuvieran bien. Más bien porque si no era así lo iba a tener bastante difícil para salir de allí.

Busco a tientas con su mano buena hasta que logro apoyarla contra el suelo del lugar. Adelanto una rodilla y planto el pie en el suelo lentamente. Trato de estirar su implante biónico para apoyarse contra la pared…

Cayó al suelo con estrepito. Un latigazo de dolor sacudió el pecho de Markus trazando una línea de fuego desde la parte baja del pectoral izquierdo  a la mitad del abdomen. Maldijo en silencio cuando miro en dirección a su brazo de metálico y no lo vio. La extremidad había desaparecido, desde el hombro hacia abajo.

Bajó la mirada hacia el lugar del que surgía el dolor y observó la larga herida que las puntas de los dientes de sierra del Sargento le habían hecho cuando asomaron por el blindaje de su peto. Alguien le había dado puntos, un profesional sin duda. En otras circunstancias se habría sentido agradecido, pero ahora mismo no encontraba motivos para estarlo. Estaba preso cuando fácilmente podían haberlo matado. Quisiera que no, pero esa no era una buena perspectiva.

Evidentemente no llevaba puesta la armadura, y también le había arrebatado la gabardina y la camisa de combate, dejando al descubierto su pecho musculado y surcado de pequeñas cicatrices. Así pues, ahora mismo solo iba vestido con los pantalones de combate y también se encontraba descalzo. Estiró su brazo bueno y escucho el familiar sonido de unas cadenas al arrastrarse por el suelo. Repentinamente también sintió dos grilletes semejantes en los tobillos, unido ambos por la misma cadena que después se unía a la pared.

Genial. Definitivamente estaba jodido.

La puerta chirrió al abrirse y Markus se cubrió los ojos con el brazo para protegerse del repentino haz de luz artificial.

-Por fin estas despierto. Bien.

El pirata reconoció la áspera y fría voz del Sargento.

-¿Dónde me has traído? ¿Qué le ha pasado a mi equipo?- Preguntó el pirata mientras enfocaba la figura en uniforme negro de Sargento.

-Ese es el menor de tus problemas- Contestó el otro sin alterar el tono. Aun así Markus podía sentir cierto regodeo en su voz. Joder como odiaba que otros se regodearan- Solo tienes que saber que te vas a quedar un tiempo con nosotros.

Eso es lo que tú te crees capullo, pensó Markus mientras distinguía por fin al hombre. No había cambiado demasiado en aquel tiempo, aunque tampoco es que pudiera apreciar mucho de su rostro, que volvía a llevar oculto bajo una máscara.

Markus esbozo una de sus típicas sonrisas.

-Bueno, tu hospitalidad deja mucho que desear ¿sabes?

El hombre frunció el ceño bajo la máscara y le dio una patada en la herida, empotrando al pirata contra la pared de metal que retumbo con el impacto. Markus ahogo un grito de dolor tratando de volver a ponerse en pie mientras Sargento lo miraba desde arriba.

-Sí, definitivamente eres un mal anfitrión.

Sargento abandonó la celda por fin.

No era un hombre muy dado a mostrar emociones pero ese tipo lograba sacarle de quicio. Estaba prisionero y aun así el bastardo tenía ganas de hacer chistes y de molestarlo con su estúpida ironía.

En la puerta, apoyados contra la pared, se encontraba su equipo. Habían tenido que disimular un poco ante los miembros más puritanos de la banda mercenaria (que eran más bien pocos la verdad) pero aquellos eran hombres que vendían sus servicios al mejor postor. El caos no era algo ajeno a ellos.

Lástima que ahora mismo solo estuvieran con ellos una veintena de hombres. El resto o habían muerto durante la guerra de bandas o se habían largado en cuanto la cosa se puso fea. Cobardes.

Dejo esos pensamientos a un lado y les hecho un rápido vistazo a su propia escuadra.

Angla se encontraba en el extremo derecho, apoyado contra la pared del pasillo del bloque de celdas de aquella estación espacial en la que se habían tenido que detener. El transbordador que habían robado para escapar de allí no daba para más. El seguidor de Nurgle estaba envuelto en vendas, aun mas apretadas que de costumbre y que ya se encontraban amarillas por el pus de sus yagas. El ojo verdoso que le había regalado su demonio destacaba contra el otro, inyectado en sangre e infectado. Aun tenía los restos de aroma de los ambientadores de pino que sus compañeros le habían puesto para que dejara de atufar.

El seguidor de Nurgle se había distanciado un poco de él en el último año. A Sargento no se le pasaban las miradas recelosas que le dirigía cuando no miraba y el miedo que aparecía en sus ojos cuando le descubría. Tendría que vigilarlo. Una herramienta que piensa es una herramienta inútil…

Justo al lado, con la máscara de gas puesta, se encontraba el nametheriano, Arkios, vestido con su nueva armadura caparazón negra  mientras revisaba su rifle laser, asegurándose de que el imitador de retroceso aun funcionase. Hoy no le había dado ninguno de sus ataques de cambiar de dios y estaba en su estado normal. En las hombreras tenia grabadas con tiza las bajas que había originado cuando habían luchado contra los pandilleros en la superficie planetaria. Aquel día había tenido una buena rabieta khorniana y el y Mikerl se lo habían pasado en grande. 

A Sargento le había parecido una pérdida de tiempo. Aquella escoria apenas había sido un desafío. Solo cuando había aparecido el pirata y su escuadra la cosa se había puesto interesante.

Siguió pasando revista y observo a Yesika, sentada sobre una caja de madera mientras sus melosos ojos paseaban por la superficie de un pequeño libro de bolsillo que llevaba guardado normalmente en la camiseta. La actitud de la joven hacia sus compañeros no había cambiado nada desde aquel día en que escaparon de la mansión del gobernador planetario. Sargento sintió un picor en el lugar donde la bala de Markus casi le había arrancado el brazo. Apenas había pasado un año de eso, en la campaña durante la cual se había unido a ellos.

Físicamente no había cambiado demasiado, y su carácter se había vuelto bastante más  áspero, sobre todo con Vitulv y Tannia. Sargento se volvió para verlos mejor.

Tannia era una mujer alta y voluptuosa, con una mirada picara que ocultaba sus ojos marrones tras unas gafas redondas. Ahora vestía un uniforme de sanitaria de campo, aunque muy recortado y hecho a su gusto.

Provocativo como mínimo. Indecente como máximo. Aquella mujer sentía la atracción de todos los de su clase por el sexo y las drogas, pero a diferencia de otros seguidores del Príncipe Oscuro, Tannia lo enfocaba de una manera menos…directa.

Se entretenía elaborando los más extraños venenos y mejunjes. Afrodisiacos, drogas de combate, ácidos. Todo valía. En cuanto al sexo, digamos que el número de visitas a la enfermería  entre los mercenarios por astillas en el dedo se habían incrementado desde que el anterior sanitario jefe había muerto por una intoxicación alimenticia.

Su reclutamiento no había ayudado demasiado a que Yesika depusiera su actitud ante la mayoría del equipo, aunque a sargento se la sudaba. Cumplía las órdenes y ya está. El no necesitaba más. De todas formas la muchacha había sacado al menos un beneficio de que la enfermera estuviera en el equipo. Vitulv y Tannia solían divertirse juntos de vez en cuando y de al menos la muchacha había logrado pasar un mes entero sin tener que pegarle una bofetada al francotirador.

Después todo había vuelto a la normalidad.

Desde esa escapadita que habían hecho a Deo Noctis durante su etapa de vagar huyendo del Pacto Sangriento y de los Imperiales tras el incidente de la mansión, la enfermera slaaneshi parecía un poco mas… ausente. Seguía liándose con Vitulv pero digamos que ya no parecía tan satisfecha como antes.

Vitulv tampoco había vuelto de allí mucho mejor, pero  había vuelto a acosar a Yesika de nuevo.

Tanto daba, mientras trabajaran a él le valía.

Sargento volvió la mirada hacia el último y más reciente miembro de su escuadra. Noah, el albino y siempre silencioso Noah. Piel pálida, pelo pálido y aquellos ojos tan jodidamente raros que no paraban de cambiar de color cada vez que abría la boca. Aunque bien pensado esas ocasiones podían contarse con los dedos de la mano.

Sargento aun no sabía cómo encasillar a ese tipo, era el único al que a Yesika le caía mas o menos bien, básicamente por la misma razón que a Sargento le resultaba tan indiferente. No hablaba mucho y solo se dirigía a ella lo imprescindible.

Vitulv se levantó del suelo sobre el que había estado sentado y miro a Sargento con sus ojos rojizos cuando lo vio cerrar la puerta tras de sí.

-Ya está despierto- Expresó Sargento antes de que el francotirador preguntara.

-Perfecto- Dijo Vitulv mientras extraía un chuchillo curvo de manufactura eldar de su portaequipos- ¿Podemos matarlo ya?- Añadió con gesto impaciente y no poco siniestro.

La repuesta de Sargento fue breve.

-No.

Aquella respuesta pillo desprevenidos a todos los presentes. Vitulv simplemente frunció más el ceño y apretó con más fuerza el cuchillo.

-¿Por qué no?- Gruño el francotirador mientras miraba a la puerta de la que acababa de salir Sargento y que llevaba al bloque de celdas donde estaba encerrado el pirata.

-Porque lo digo yo- Dijo Sargento mientras traspasaba al francotirador con la mirada- Mientras estemos aquí varados nos es más útil vivo que muerto.

-Eso no tiene sentido- Expresó Arkios desde su lugar- Ya estamos aquí tirados. ¿Qué más da matarlo ahora que después?

Sargento se volvió hacia el nametheriano y este dio un bote hacia atrás cuando el oficial le pregunto con tono frio:

-¿Estas cuestionando mis órdenes?

-¡No! ¡Claro que no! Lo que tú digas- Se apresuró a contestar el nametheriano.

La verdad era que Sargento se había estado volviendo aún más hermético y cerrado en los últimos meses. Se comportaba con ellos exactamente de la  misma manera que un carpintero con sus utensilios de trabajo. Si eres útil vales, si no a la papelera.

-¿Entonces que vamos a hacer con el Sargento?- Pregunto Mikerl con ansiedad mientras sonreía de forma maniaca, de todos ellos él era el único que no cuestionaba a Sargento. Su filosofía era muy sencilla y siempre satisfacía a Khorne- ¿Vamos a desollarlo? ¡O si! ¿Me permitirá desollarlo, verdad? ¡Cuando ya obtengamos lo que queramos! ¿A que sí, Sargento?

Sargento no contesto y simplemente cambio de tema.

-Centrémonos en sobrevivir hasta que encontremos combustible y reparemos la nave- Miró a Vitulv a la cara y le entrego las llaves del bloque de celdas- Lo quiero vivo, Vitulv- Le advirtió Sargento arrancándole un escalofrió al francotirador- Espero que sepas respirar en el espacio si muere.

Seguidamente se volvió hacia Angla y Arkios.

-Vosotros dos id con el resto de esos llorones idiotas que vinieron con nosotros y explorad los niveles inferiores de este sitio- Ordenó.

De momento solo habían logrado instalarse en el primer nivel de la estación espacial. Las puertas metálicas del reto del recinto estaban selladas a cal y canto y lucían la característica heráldica de la Inquisición. Desde fuera habían podido ver que existían cinco niveles más abajo. Por qué alguien como la Inquisición había abandonado una de sus bases era algo que se les escapaba.

-Con todo el respeto, Sargento- Habló Arkios, ahora más cauto- Estos sitios están cerrados a cal y canto. No va a ser fácil desbloquear las cerraduras. Tendríamos que ir piso a piso, y aun así tardaríamos días.

-Tenemos provisiones de sobra en la nave y, de todas formas  no tenemos combustible. Creo que el tiempo nos sobra- Contesto Sargento con frialdad al tiempo que se volvia hacia Mikerl- Ve con ellos.

Angla y Arkios se miraron mutuamente y  asintieron mientras se encaminaban hacia el hangar donde tenían atracada la nave y donde los mercenarios restantes deshacían el petate. Tras ellos Mikerl seguia soltando su clasica bravata hacia el Dios de la Sangre.

Sargento se volvió hacia las dos mujeres del grupo.

-Tannia, dentro de un rato. En un par de horas, a eso de las ocho y media pásate para ver como esta nuestro prisionero. Atiéndelo bien, no lo quiero muerto.

Tannia entendió a que se refería. Miro a Vitulv y asintió.

Al oficial no se le había pasado por alto ese cambio de actitud en la enfermera cuando capturaron al pirata. Le había curado la herida de su espada-sierra muy bien. Ni siquiera se la había hundido en el pecho ni nada por el estilo, era apenas un roce, pero esas aras tendían a dejar heridas muy graves. Tannia no lo había cuestionado cuando le había ordenado que lo curara. Casi parecía haberlo disfrutado.

Se volvió hacia Yesika y señalo la caja sobre la que estaba sentada y que contenía las pertenencias del pirata. Sus pistolas, su espada, la ropa que le faltaba y hasta su brazo bionico. A la joven le había costado mucho sepáraselo del cuerpo.

-Lleva esos trastos al almacén. Guárdalos donde sea, pero no quiero que ninguno de esos idiotas los toque.

Yesika asintió y se dispuso a recoger la caja, pero Sargento aun no había terminado.

-Después reúnete con Tannia y ve con ella a ver al prisionero.

Yesika torció el gesto e iba a contestar pero Tannia se le adelanto con un suspiro fastidiado.

-Genial, una carabina.

Sargento se volvió hacia ella, serio.

-Es un rehén, no un juguete Tannia- Le advirtió.

La slaaneshi simplemente se encogió de hombros recuperando su clásica expresión frívola mientras se colocaba las gafas sobre la nariz.

-¿Y qué diferencia hay Sargento?

Sargento la dirigió una última mirada de advertencia mientras se volvía hacia Noah.

-Tu busca cosas útiles en esta zona- Dijo muy serio, no se fiaba del todo de ese tipo. Aun no le había demostrado que podía ser útil, aparte de en una pelea claro- Mantenme informado.

Noah asintió en silencio mientras sus ojos cambiaban de color a un tono anaranjado y desaparecía por uno de los pasillos. Sargento hizo más de lo mismo, pero por el lado contrario. Había muchas cosas que planificar y hacer, y no había mucho tiempo.

Yesika se agachó para recoger la caja con las cosas del pirata cuando Vitulv, aprovechando la situación, la dio un azote en su donoso trasero.

-Esta suave, nena- Rio él con una sonrisa lasciva- Tienes que enseñarme como lo haces un día. En la ducha estaría bien.

Ella le dirigió una mirada de absoluto desprecio y, mientras recogía la caja, le soltó una coz en la entrepierna.

Vitulv se encogió un poco pero siguió riéndose.

-Ni en tus mejores sueños- Refunfuño mientras se largaba con el pesado objeto por uno de los pasillos.

Estaba mosqueada. No solo les habían dado una buena paliza en la ciudad-colmena, sino que ahora estaban encerrados en una estacione espacial desconocida. Y lo peor era que Vitulv estaba encerrado con ella.

No podía follarse a Tannia y dejarla en paz. No, tenía que ponérsele indecente cada dos minutos. Antes simplemente la molestaba con sus comentarios, ahora también la manoseaba. Yesika ya lo había puesto firme en más de una ocasión, pero aquel maldito espécimen de hombre no parecía poseer el intelecto suficiente como para entender lo que significaba la palabra no. Y aquello estaba empezando a preocuparla…

Y luego estaba  Él. Maldijo en silencio. ¿Por qué tenía que estar él aquí? Ya había pasado un año casi desde su último encuentro y Yesika había creído que podía olvidarse de su proposición. Pero ahora su recuerdo volvía, más fuerte que nunca.

Su mano extendida, sus palabras…La expresión de su cara.

Sacudió la cabeza. Necesitaba centrarse. Tenía que hacer algo productivo. Guardar esas cosas seria lo primero, aunque tampoco le haría ningún mal revisar algunas de esas armas tan curiosas. El brazo sobre todo resultaba interesante. Su curiosidad regreso barriendo de  golpe todas sus preocupaciones, al menos de forma temporal.

Siguió pensando un buen rato, mientras avanzaba hacia el almacén. Dándole vueltas a algunas ideas sobre cómo inspeccionar ese brazo que parecía tan vivo a pesar de no ser más que un trozo de maquinaria y de lo que podría encontrar dentro.

Giro una esquina y se detuvo. Abrió mucho los ojos y dejó caer la caja que se estrelló con estrepito contra el suelo. Jurara que había visto…

-¿Qué demonios…?

La joven corrió por el pasillo dejando atrás la caja y giro de nuevo por otro. El lugar daba a un callejón sin salida.

Yesika se quedó allí un momento, tremendamente confusa. En aquel último año había estado desarrollando sus poderes como psíquica. Su profesor la había enseñado muchas cosas, pero eran contenidos muy difíciles y avanzaban despacio. De todas formas el demonio no parecía demasiado contrariado por eso, seguramente porque el tiempo no significaba nada para él. Yesika era la única que podía verlo y ni siquiera el ojo mágico de Angla había logrado vislumbrarlo una sola vez.

Su maestro le había dicho que la mutación que había surgido en su cerebro la permitía verle a él y sentirle. Pero ahora se le presentaba otra duda. ¿Podía eso funcionar hacia afuera?

Había sido solo un instante, pero había creído ver la figura etérea de una mujer de pelo azabache y tremendamente pálida, que la sonreía con picardía antes de girar la esquina…

La Voz no pudo evitar sonreír cuando Yesika se dio la vuelta para recoger la caja, aún más confusa. Se había dejado llevar por el entusiasmo de estar fuera otra vez, aunque solo temporalmente, y la muchacha la había percibido. Tenía que admitir que demostraba una destreza mental envidiable, quizás hubiera algún secreto detrás de ello.

Sonrió recordando como había pasado por delante de ella y sus compañeros hace un momento mientras el sargento pasaba revista y el seguidor de Nurgle no se había enterado. Ahora era mucho más poderosa que antes y por consiguiente Markus también lo era. El ojo de ese demonio de Nurgle no la percibiría si ella no quería.

Continúo su camino para explorar los entresijos de la nave y después transmitírselos a Markus. Aquello iba a ser divertido.

Explorar, hacer saltar alguna alarma, ver que secretitos escondían los antiguos inquisidores en ese lugar. Lanzo una leve risita. Si, definitivamente aquello sería divertido.

Vitulv se arremangó antes de abrir la puerta de la celda. No quería mancharse la camiseta nueva.  Entro dentro y el pirata alzo una la ceja al verlo mientras sonreía con suficiencia.

-Hola capullo ¿Te acuerdas de mí?

Markus pareció pensárselo un momento y después contesto:

- Veamos a ver…Te pise una vez en la granja de Grox ¿verdad?- Rió con su propio chiste- Ah no, eso era una mierda. Perdona Vitulv, el parecido es asombroso.

(Torin el viajero)

Al contrario de lo que deberia ser, Vitulv se rió de forma maniaca. Puso sus manos en las rodillas y se agachó, sin darle tiempo a esperarlo, le dió un puñetazo en la boca que le abrió una pequeña brecha en el labio. Volvió a levantarse cuan alto era y sacó el cuchillo Eldar que tenia guardado en su portaequipo.

-Sigues siendo tan gracioso como de costumbre, pero veras que pronto dejas de reirte- le amenazó el francotirador clavando su mirada sangrienta en Markus.

-Dame tu mejor golpe, a lo mejor siento algo- le provocó Markus

Vituvl volvió a sonreir, el muy estupido no podia ni imaginarse lo que le iba a pasar. Le sujeto del cuello y lo alzó todo lo que pudo, y una vez lo tenia en pie, Le dió un rodillazo en el estomago. Markus cayó de rodillas y se puso la mano en la zona del estomago, Vitulv aprovechó y golpeo con su codo en la espina dorsal del pirata, haciendo que cayera al suelo. Markus usó su brazo bueno para intentar levantarse y ponerse de rodillas, Vitulv volvio a patear el torso del capitan y lo hizo caer nuevamente.

-Jajajaja, tres de tres, te has llevado tres de tres- Dijo Vitulv mientras se reia viendo como Markus estaba doblado por el dolor 

Vitulv se alejó de Markus y levantó el cuchillo Eldar que tenia en la mano, lo miró con interes y con un rápido movimiento lo cambio de mano un par de veces y lo giró en ellas. Siguió mirando el pulido filo del arma casi hipnóticamente, como si viese el reflejo de la zorra eldar que se lo "entregó" tan descortésmente

-Quizás te suene esto, capullo- Comentó mientras le mostraba el cuchillo -Es el cuchillo que tu "chica" me clavó la primera vez... es bonito... y todavia huele como sus manos- Sonreia mientras Markus le echaba una mirada de furia -Puede que se lo devuelva... clavado en su maravilloso pecho, pero tranquilo, eso sera despues de divertirme con ella-

Markus se lanzó a por él, pero las cadenas le impedian alcanzar a aquel cabrón, el francotirador vió la reacción de Markus y le dio un puñetazo en la cara de nuevo. Se echó a reir al ver como Markus volvia a caer al suelo con estrepito, se acercó a él y le piso la mano para impedir que volviese a intentar abalanzarse contra él. Se agachó y mientras inmovilizaba su brazo, sacó un par de balas atadas con un hilo.

-Hey, mira esto- le indicó mientras le ponia las balas frente a sus ojos -las conseguí hace unos meses en el ojo del terror, tienen un núcleo especial de metal líquido que le da una precisión extrema y su punta de duradamantium es capaz de perforar una servoarmadura a un kilometro... y lo mejor es mi propia "contribución"...-

Markus vio que las balas tenian unos nombres grabados, habian sido echos toscamente mostrando algunas aristas que fueron suavizadas con lija. En una podia leerse el nombre de Yaelha, pensó que esperaba tener más suerte que la ultima vez que lo intentó. Pero lo que leyó en la otro hizo que se le helara la sangre en las venas, burdamente escrito se leia el nombre de Ankira. No lo podia creer, ese hijo de puta pensaba matar a una niña. Intentó nuevamente lanzarse a por él y destrozarle con su propia mano, pero las cadenas volvieron a impedir que pudiese hacerlo. Vitulv se reia maniacamente mientras Markus luchaba por soltarse, Guardó las balas de nuevo tras su camiseta y agarró el menton del pirata.

-bueno, si lo prefieres, puede que solo le arranque un brazo a tu pequeña niñita... y podrás ver en directo y sin censuras lo que soy capaz de hacer- Fue lo ultimo que le dijo antes de volver a golpearle. 


(Disi)

El caos le consumía, y lo notaba. Los astartes traidores quizás podían vivir cientos, o inclusive miles de años bajo la posesión de la disformidad, pero el no. Su cuerpo cada vez era mas inestable y sentía continuamente las llamadas de los Dioses, como si discutiesen entre si por el destino de su alma. Fuese como fuese Sargento tenía que evitar la muerte, a pesar de estar condenado tenía que dejar su marca a ser posible y hasta ahora lo estaba consiguiendo. Conseguir hacer trabajar seguidores y elegidos de cada Dios del caos había sido algo aparatoso, pero todos le temían por su reputación. Realmente ninguno de ellos podría siquiera suponer que su misión va mucho mas allá que adorar un Dios, sacrificar a sus enemigos o complacerse a si mismo. Pero su Señor no le daba tiempo, pronto este se alzaría y la llave que le libera ya está bajo las manos adecuadas, pero aún así Sargento carece de todo tipo de información sobre donde se ejecutará la ceremonia. 

Fuese como fuese el acabaría muerto, pero aún no. Necesitaba primero cumplir sus objetivos y ahora mismo era sacar todo el tiempo que pudiese la flota de Markus lejos del Torbellino. Sin el y sus flotas pronto las tropas el Caudillo podrían reagruparse y formar la flota de choque, y aunque esto pudiese estar pasado en ese mismo instante el tenía que seguir ejecutando el plan. La supuesta "base" oculta encontrada por casualidad no era así ni mucho menos, el mismo se había encargado de buscar un buen lugar donde su "escuadra" tuviese grandes posibilidades de morir. Mutantes, experimentos o entes de la disformidad atrapados poblaban los sectores inferiores de la base, y tan solo le preocupaba una cosa de su plan: el bienestar de Mikerl. Al fin y al cabo era su guerrero mas leal y con el único que podía confiar, llegado a cierto momento con su ayuda acabar con todo el que negase a ayudarle en su plan mayor. 

Se acomodó en la silla y apoyó sus piernas en el escritorio de lo que tendría que ser el encargado en un pasado de ese lugar. La habitación metálica llena de pantallas que mostraban las imágenes de las cámaras de todo el lugar hacía el lugar perfecto para tener controlada la situación.  Yesika, Mikerl y el nuevo, Noah serian los únicos con la posibilidad de unirse a el y regresar con sus verdaderos señores.  

-¿Como lo harás?.-  Se preguntó en un tono seco Sargento a la par de observar la cámara que mostraba absolutamente todo lo que sucedía en la sala donde era torturado Markus.-¿Será tu convicción lo que te ayude llegar hasta mi o quizás te rijas solo por venganza y odio?.- Dijo de nuevo, esta vez en un tono que parecía dirigirse a alguien mas que hablar para si mismo.

(Maky)

Era la una de la mañana, o eso marcaba su reloj. En aquel sitio era imposible saber si era de día o de noche...especialmente porque ninguno de los dos existía en el espacio.

Arkios dio una calada a su cigarrillo y se miró el brazo derecho. Estaba apoyado contra una pared del segundo nivel, huyendo del resto de la gente y su ajetreo. Llevaba ahí como una hora y pico, lo que se traduce en varias cajetillas de Iho. Abrió y cerró la mano derecha, emitiendo así extraños sonidos que bien podían partenecer a una roca o a una hoja metálica. Desde el antebrazo hasta la mano, su brazo derecho había cambiado en los últimos meses. 

Todo había comenzado como unas pequeñas escamas óseas, y en cuestión de días una fina pero extremadamente resistente película de un material entre rocoso y metálico recubrió la extremidad por completo, desde el codo hasta los dedos, incluyendo a estos últimos. Ahora, sobre aquella capa le habían crecido un puñado de protuberancias similares a triángulos desiguales. No sabía a ciencia cierta qué demonios era aquello, pero se había informado y había investigado al respecto. No obtuvo ninguna respuesta hasta que un día había dormido con su cuchillo de combate en la mano...y a la mañana siguiente había desaparecido, pero misteriosamente era capaz de hacer aparecer filamentos metálicos en sus nudillos y dedos.

Entonces su mente se iluminó: el virus Arrasador. 

Se había quedado estancado en la segunda etapa, en la que el afectado comenzaba a sentirse mucho más a gusto con las armas y en la que su habilidad con las mismas se incrementaba. Pero nisiquiera había pasado por la primera fase (en la que el portador contagiaba el virus a otras personas, sin saberlo) y daba muestras de la tercera etapa de la infección, aunque no todas (absorbía armas pequeñas por su mano tras sostenerlas cierto período de tiempo, pero tan sólo lo había probado con su cuchillo) Estaba desconcertado. Sabía que era un regalo de los Cuatro Grandes, pero no sabía qué era exactamente.

Además, su brazo era ahora muchísimo más fuerte de lo que pudiera haberlo sido en su forma humana. Dejó tranquilo su brazo y se encogió de hombros. Dio otra calada a su cigarro. Aquello le venía bien, daba igual lo que fuera. 

Se separó de la pared, dejó caer el cigarrilo al suelo y lo pisó para apagarlo. Echó a andar por el pasillo, en busca de algún sitio donde encontrar algo interesante. Si aquella nave era de la Inquisición, probablemente pudiera encontrar algo que mereciera la pena.  Sin embargo, todas las salas estaban cerradas a cal y canto... y las que estaban abiertas estaban llenas de cuerpos masacrados y casquillos de bala. Muchas luces estaban fundidas, y las que funcionaban lo hacían a duras penas. Arkios se guiaba más por el potente haz de luz blanca de su linterna que por las lámparas del alto techo. 

Se perdió durante casi una hora por los pasillos metálicos, pobremente iluminados y apestosos, hasta que encontró una puerta entreabierta. El hueco era ínfimo, de apenas tres centímetros, pero podía usar su brazo derecho y su colosal fuerza para abrir las puertas del todo. Arkios se colgó a la espalda el rifle láser y metió la mano derecha en el hueco de las puertas. No entraba bien, y emitió un crujido metálico al hacer fuerza para meter la mano más adentro. Cuando la tuvo bien asegurada, Arkios comenzó a separarlas. Incluso para aquella tremenda fuerza, era una tarea complicada. Las puertas cedieron unos centímetros con el primer empujón, y otros tantos con el segundo, pero quedó atascada. Arkios lanzó una maldición y metió la otra mano por el hueco. Apretando los dientes, puso sus fuerzas al límite y logró que el sistema de seguridad de las puertas no sólo cediera, sino que las abriera del todo.

Se echó hacia atrás, con el brazo izquierdo dolorido por el esfuerzo, y encendió la linterna de nuevo, sosteniendo en la otra mano su pistola láser pesada. 

- Nunca se sabe qué te puede esperar al otro lado de la puerta- Murmuró para sí mientras entraba en la habitación.

Barrió la sala con el haz de luz de la linterna. No encontró ningún interruptor, pero sí discernió varios objetos que le permitieron identificar el sitio como un quirófano... o algo parecido. Una serie de camillas con abrazaderas de acero (algunas de ellas con cuerpos en ellas), armarios metálicos, grifos, un par de cogitadores...y algo que emitía un curioso sonido metálico que cada vez sonaba más cerca.

Arkios apuntó con la linterna a la zona de la que creía que venía aquel sonido, y un centelleo metálico le pilló por sorpresa. Una mano cuyos dedos eran bisturíes y diversos utensilios de corte pasó a tan sólo dos centímetros de su cara. Si no hubiera reaccionado tan rápido, ahora su cabeza probablemente estuviera rodando por el suelo. De la oscuridad emergió un servidor médico de la Inquisición, recubierto de sangre seca y pedazos de carne putrefacta. Su mano derecha era la que le había atacado, la otra era un gran nódulo de inyectores. 

Sin pensárselo dos veces, Arkios rodó hacia atrás y se puso de rodillas, pistola en ristre. Disparó dos veces, y el servidor de tambaleó hacia atrás con la mitad de la cara volada y una herida muy serie en el pecho.

Pero el tétrico automáta siguió andando a buen ritmo hacia él. Arkios gruñó y disparó otra vez, errando. Los servidores eran extraordinariamente fuertes y resistentes, rivales dignos, aunque lentos de mente y movimientos. 

- ¿Arkios? Responde, escoria- La voz de Sargento tronó por su intercomunicador.

- Ahora no, señor- Dijo él mientras esquivaba otro ataque del servidor- Estoy lidiando con un problema.

Muy a su pesar, colgó. Había tenido muchos roces con su oficial últimamente, pero aún sentía respeto por él.

- Amenaza identificada...bzzz- El servidor dio un paso adelante e intentó clavarle el inyector a Arkios- Código de acción Sigma en proceso...eliminar al objetivo hostil.

- No me toques los cojones- Arkios disparó a bocajarro otra vez, volándole la mano de los inyectores al autómata, que nisiquiera se inmutó. 

Un golpe violento con la pistola láser dirigida al mentón del servidor lo desestabilizó durante un valioso segundo que el nametheriano empleó en propinar una potente patada sobre el pecho de su oponente con la intención de derribarlo. No funcionó. Al ver que su movimiento no había surtido efecto, Arkios recurrió a su último as en la manga. Cerró el puño derecho, y al instante una serie de pequeñas cuchillas metálicas aparecieros en sus nudillos y en el dorso de su mano. El subsiguiente ataque fue tremendo, y el golpe arrancó la cabeza del servidor de sus hombros casi de cuajo. Arkios derribó de otro puñetazo al cuerpo aún vivo del desquiciado automáta y lo remató descerrejándole los disparos que le quedaban a su pistola láser en el pecho, que había quedado en muy mal estado.

Cuando acabó de disparar al cuerpo de su atacante, Arkios recargó su arma, dejando tras de sí el humeante cadáver y enchufó con la linterna al resto de la sala en busca de algo interesante, ya más tranquilo. Aparte de los cuerpos de tres cirujanos y un acólito de la Inquisición, no había nada más que no hubiera descubierto.

El acólito estaba embutido en una robusta armadura de caparazón reforzada con blindaje ablativo, pero a Arkios le gustaba más su propia armadura, y eso era cuestión de estética. Estaba armado con una pistola automática y un fusil de cerrojo, y portaba mucha munición, pero tampoco le interesaba. Lo que sí le llamó la atención fue una espada sierra que descansaba a su lado. La recogió y examinó. No estaba dañada, al menos por fuera, pero al apretar el gatillo no pasó nada. 

- Tsk, vaya. Tendré que rellenar el depósito de combustible luego.

De todas formas, el susto había merecido la pena. Deshizo el camino, en dirección al primer nivel, con la intención de reponer la carga de Promethium del arma.

Arkios desapareció de los pasillos del nivel dos silbando y fumándose un cigarrillo, acompañando su canturreo con el repiqueteo metálico de sus botas contra el suelo.



(JMGB640)

Mikerl se había vuelto mucho más fuerte y veloz desde la pelea en el Palacio del Gobernador, además el número y calidad de sus herramientas para la dignificación de Khorne habían aumentado de gran manera, ahora su rifle automático había obtenido una munición perforante, una mirilla y una bayoneta afilada, sus dos pistolas automáticas tenían bayonetas y cargadores ampliados además de varios grabados en rojo en honor a Khorne, además de todo eso seguía llevando varias granadas y ahora su principal adquisición, la herramienta que portaba siempre y usaba siempre, una espada sierra, cuyos dientes de adamantio habían sesgado múltiples vidas; su indumentaria no había cambiado su gabardina ensangrentada ahora tenía el símbolo del Señor de la Sangre en la espalda, los lentes rojos de Mikerl aún los mantenía puestos, la tonalidad roja del lente brillaba en aquel espacio; sus botas manchadas de sangre dejaban ver una especie de mezcla entre el cuero y el rojo.

Mikerl avanzaba por uno de los pasillos de la estación con su espada sierra en la mano derecha y una pistola automática en la otra, las paredes rodeadas por una oscuridad tenue ocultaban la silueta del Khorniano, que mientras avanzaba sus ojos analizaban rápidamente todo el lugar, sabía perfectamente que había posibilidades altas de que vinieran extraños a este lugar, la idea de desgarrar la carne de los intrusos, desollarlos y oír los gritos de sufrimiento y dolor hacían que Mikerl sonriera, entonces la risa comenzó a brotar como el agua de una fuente, sus brazos abiertos con sus armas preparadas hacían de la pose de Mikerl algo muy siniestro, sus ojos brillaban con la intensidad de sus mortales pensamientos.

- JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ¡¡Vendrán!! ¡¡Sí!! ¡¡Vendrán, lo harán!! ¡¡Sí!! ¡¡Por Khorne que Sí!! ¡¡Vendrán a morir!! ¡¡Vendrán a que su sangre sea derramada y su piel desollada!! ¡¡Sí!! ¡¡Todos!! ¡¡Todos morirán!! ¡¡Khorne es feliz con ello!! ¡¡Sí!! ¡¡Lo es!! ¡¡Deben sufrir!! ¡¡Deben Sangrar!! ¡¡Deben Morir!! JAJAJAJAJA ¡¡Su Sangre será de él!! ¡¡Sí lo será!! JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJA

(Adepto Tech)

-Los sistemas de vigilancia activos? Que extraño... Deberían estar desactivados...
-¿Por?
-Por el estado penoso de la estación espacial... No me gusta nada...
Angla se acercó a la cámara, y destrozó la misma con un disparo de sua metralladora pesada. Unos ruidos metálicos salieron de una puerta cercana a él, a la cual se acercó. Posicionó su oreja en la puerta y la oyó: Una sierra.


Angla se retiró unos cuantos pasos de la puerta, y revisó su armamento: La misma arma que le había acompañado desde hace mas de un año, y que servía más como mazo que como arma en si, y dudaba de como podía aún esa arma disparar. En su cinturón estaban su arma-demonio y un cuchillo oxidado, que usaba para retirar la mugre de su armadura. Para despellejar animales y, en un futuro próximo, cazar Mikerls salvajes en los oscuros rincones de alguna subcolmena olvidada.

-Espera, Mikerl no és un animal... Eso sería degradar el nivel de animal... Me aterrorizan mis propios pensamientos...

Angla empezó a reirse, cuando la puerta empezó a abrirse y la sierra empezó a asomar. Angla tomó su arma demonio y disparó al brazo a la que iba acoplado, que voló por los aires junto a la sierra.

El Servidor Asesino abrió completamente la puerta, y sin desaprevechar un instante se abalanzó contra la mole de carne delante suyo, a la que le clavó unas afiladas hoces que sustituïan a los dedos del servidor. Angla gritó de dolor mientras notaba las hoces perfrar su pútrida carne en el hombro derecho, para luego empezar a girar en su interior, mellando aún mas en el interior de la carne.

Angla tomó al servidor con la mano izquierda por la cabeza, y empezó a tirar hacia él, mientras con su pierna derecha empujaba el servidor asesino, retirando esas zarpas metálicas que tenía como piernas.

-Condenado bicho... Manicomnio... Sala de dolor... Estúpidos bichos... Que te pican y te sacan la sangre... Mosquitos metálicos tamaño humano... Hijos de...

Angla prosiguió sus quejas mientras peleaba contra el servidor. En un momento de separación en el cual Angla había podido retirar el servidor a cambio de quedar en el suelo tumbado, tomó su arma demoníaca, apuntó y un fulgor verdoso envolvió al Servidor en llamas, fundiendo el metal con la carne y la carne con el metal mientras esta ardía. Angla se levantó y observó la pulpa carnosa de color plateado que quedaba donde estaba el servidor.

-La hostia, y yo creía que eras inútil...
-Lem inde puj wo’bemas-elog
-Erm... ¿Qué?
-Nada, nada... Cosas... Mias... Si... Mias... Hehe... Heh...

Angla observó como las heridas del brazo se cerraban debido al efecto de la mágia del demónio. Aún que le quedaba la duda de lo que habría dicho ese engendro que tenía en su interior...

(Yesika)

Yesika caminaba por los pasillos con un paso lento. Normalmente le gustaba pasear, le ayudaba a despejar la mente y reflexionar; sin embargo, ahora mismo se notaba un tanto estresada, así que el efecto relajante quedaba descartado. No era por no tener nada en lo que pensar, sino porque lo que tenía que reflexionar le resultaba un poco... incómodo. Ciertamente, había sido una sorpresa la aparición de Markus. No había esperado volver a encontrárselo en muuuucho tiempo, o incluso nunca más, y una parte de ella había estado contenta con ese pensamiento.

Pero eso ya no era posible, así que había que dejarlo atrás; preocuparse por lo que podría ser podía estar bien a veces, pero no era lo que debía regir tu forma de actuar. Al menos eso pensaba Yesika mientras sus pies caminaban monótonamente, uno detrás de otro, levantando un leve sonido metálico del suelo de la estación. Volviendo al tema, el reencuentro con el pirata no hacía más que avivar los recuerdos sobre la proposición que le había hecho. Aquel guaperas era un maldito vanidoso, y no sabía qué podía esperar de una banda de piratas. Pero su actual equipo tampoco es que fuera mucho mejor; de hecho, muy probablemente fuera peor, lleno de estúpidos, brutos y dementes. Apenas un par podían salvarse, aunque no podía considerar que se llevara bien con ninguno.

La joven llegó hasta la habitación que le habían asignado y, tras quitar el seguro, entró. Con ella llevaba la caja que le había mandado guardar Sargento. Cierto era que le había dicho que la llevara a un almacén, pero también que se asegurase de que ningún idiota la tocara. Bueno, ¿qué mejor sitio entonces que su cuarto? Yesika dejó las pertenencias del pirata en una mesa. Al hacerlo, no pudo evitar fijarse en el brazo biónico del rufián. Mientras se daba la vuelta, se volvió a preguntar si sería capaz de traicionar a sus compañeros por ese pirata...


-Otra opción sería clavarle un cuchillo bien profundo.


Normalmente Yesika habría dado un bote, pero, siendo esa voz, simplemente echó los hombros hacia atrás e hizo un gesto calculadamente exagerado de fastidio. Enfrente tenía a un anciano, algo encorvado, vestido con una túnica azul marino y apoyado sobre un bastón. Sus rasgos, manchas y arrugas, eran los típicos de cualquier humano viejo, pero algo en sus ojos, una honda sabiduría y algo más que no se podía explicar pero que hacía que el subconsciente gritase que había que alejarse de él, rompían su supuesta indefensión. La joven caótica se apoyó en la mesa y se colocó el pelo detrás de los hombros antes de responder a su maestro.


-¿Y ese odio, maestro?


-¿Odio? No, hija. Simplemente es una sugerencia, especialmente viendo que ahora mismo te inclinas hacia un lado... Me gusta hacer de contrapeso. -el viejo sonrió, dejando ver una hilera de perfectamente blancos dientes.


-¿Y alguna sugerencia real? -Yesika apoyó la palma de las manos en la mesa y se aupó para sentarse en ella. El anciano, por su parte, parecía más cómodo de pie.


-No. Ya hablamos de este tema cuando surgió, y nuestro señor no tiene ningún plan específico sobre ello. Aunque yo personalmente te aconsejaría que te quedases con tu grupo actual. -el maestro de la mujer parecía divertirse, como aquél que sabe algo que el otro desconoce y sabe que tiene esa ventaja.


-Entonces tal vez haga lo contrario para molestarte. -Yesika miró inocentemente al techo mientras se toqueteaba una uña. En verdad la joven podía parecer de lo más pura si actuaba lo suficiente. Sus rasgos eran delicados, y su piel clara. Cuando ponía esa expresión, adquiría una belleza conmovedoramente inocente. Incluso un demonio podía apreciarlo; al menos, de la misma manera que un humano contempla un jarrón milenario.


-Sabes que ese tipo de cosas no me afectan. Pero déjame darte otro consejo antes de que empecemos la clase de hoy. Cuando estés en presencia de ese pirata y te sientas extraña, recuerda que aloja a un demonio del Príncipe de los Excesos.


Yesika frunció el ceño levemente. Si su maestro le recordaba algo tan obvio, podía ser por dos motivos: o creía que de verdad ella podía ignorarlo, o en verdad aquel ente del que hablaban era muy poderoso.


(Torin el viajero: Tannia)

El suave sonido de sus botas en el metalico suelo era armonioso, como el de una gata coqueta que atrae a todos los machos con su sola presencia. Las pequeñas y redondas gafas de sol que llevaba puestas hacian un contraste perfecto con su blanca camiseta escotada, mostrando una más que generosa porción de piel bronceada. La larga cola de caballo que colgaba de su pelo llegaba practicamente a su hermoso trasero, que se contoneaba insinuantemente con cada paso que daba en aquellos solitarios pasillos.

Miró el reloj que llevaba en su muñeca y comprobó el tiempo, tal como sargento le ordenó se dirigia a ver al "prisionero". Una leve sonrisa burlona se dibujo en sus labios al recordar todo lo sucedido desde que lo conoció. Desde su vuelta de Deo Noctis el tema con Vitulv se habia enfriado. De vez en cuando se "divertian", pero no igual que antes. 

Se acercó a la sala donde Vitulv se lo pasaba en grande con Markus y comprobó con alivio que Yesika no habia llegado. Tendria unos momentos de soledad con él. Metió la mano en el macuto donde llevaba su instrumental de curación y rebuscó en su interior. Sacó un pequeño aparatito plateado con un botón rojo y se lo guardó en el bolsillo de sus cortos pantalones, esperaria a que el francotirador se marchase para activarlo.

A través de la puerta se escuchaba los golpes y los quejidos de dolor de Markus, eso era buena señal, aún respiraba. Apoyó el hombro en la pared y llamó a la puerta de metal suavemente con los nudillos recubiertos por los mitones de cuero que llevaba. Los golpes dejaron de escucharse y unos pasos resonaron en dirección a la puerta.

La pequeña ventanilla enrejada se deslizó hacia un lado y los rojos ojos de Vitulv la recorrieron de arriba abajo, luego se cerró de nuevo y un ultimo golpe se escuchó. Los pasos volvieron a acercarse al tiempo que se escuchaba una quejumbrosa voz al otro lado.

- Vaya, ¿ya te vas, pedazo de mierda? Si ahora se ponia interesante- Escuchó hablar a Markus antes de que el cerrojo de la puerta se desbloqueara.

La puerta se abrió deslizandose hacia un lado. Vitulv estaba parado en medio de la puerta mientras se limpiaba las manos de sangre con un trapo. Recorrió con la mirada el maravilloso cuerpo de Tannia y se detuvo en sus castaños ojos de gata.

- Joder nena, o yo cada vez estoy peor o tu te estas poniendo buena por momentos- Le soltó Vitulv con una sonrisa - ¿Que haces aqui?.

- He venido a ver que tal va el prisionero- Respondio Tannia al tiempo que levantaba sus gafas y se las ponia en la cabeza - Sargento me ordenó venir con Yesika, ¿no lo recuerdas?

- Ah. Si, es cierto- Dijo Vitulv mientras se ponia la mano en la barbilla- ¿Y donde esta nuestra "erudita"? tenia que venir contigo ¿no?-

- Supongo que se habrá perdido, o estará enfrascada en algunos de sus libritos- Mencionó Tannia sonriendo cálidamente.

A Vitulv se le encendió la bombilla. Tal vez esa era la señal de que al fin esa "rata de biblioteca" caeria ante su enorme ego. Antes de marcharse se giró hacia Markus que estaba boca abajo sujetandose el torso por el dolor que le causaban los golpes recibidos, habia recibido un duro castigo a manos de aquel cabrón pero nada realmente serio. El francotirador se agachó a su lado y y le sujetó del pelo.

- Bueno, llegó el tiempo de descuento. Pero tranquilo gilipollas, estaré aqui dentro de un rato- Sentenció Vitulv mientras sonreia maniacamente

- Intentaré contener la emoción- Contestó Markus con una mueca que intentaba ser una sonrisa

Vitulv soltó el pelo de Markus y se levantó lentamente, cuando estaba erguido, pateó las costillas del pirata haciendole caer de espaldas. Se alejó de alli y tiró el trapo con desden sobre su hombro, cuando pasaba junto a Tannia deslizó una mano por su costado y apretó su mano en su culo mientras la besaba con pasión. Miró a Markus una ultima vez y volvió a sonreir mientras salia por la puerta dejando a Tannia a solas con el prisionero.

Cuando la puerta se hubo cerrado Tannia metio la mano en su bolsillo y sacó el aparato que habia llevado en el macuto manteniendolo oculto en su mano. Mientras se acercaba a Markus, vió las lucecitas de las camaras que habian instaladas por la sala. Al ser una antigua estación inquisitorial, era de esperar algo asi, por lo que activó el aparato haciendo que las luces parpadeasen de forma erratica. El tecno-mago hereje que le vendio aquel trasto tenia razón, estaria dando por saco al sistema electronico durante un buen rato. Se agachó junto a Markus y comenzó a sacar los utensilios para curarle.

Tenia la cara hinchada por los puñetazos, a la brecha de su labio se unió otra más en la mejilla que hacia tiempo habia dejado de sangrar. En su torso y brazo se podian ver numerosos moratones y magulladuras provocados por las patadas que aquel sádico le propinó, tenia en el pecho una "V" marcada con el cuchillo de forma superficial. Tannia le paso el brazo por detras de la cabeza y le ayudó a incorporarse, apoyandolo suavemente en la pared.

- Ese cabrón pega duro, pero no conoció a mi sargento instructor- Bromeó Markus con una media sonrisa en su cara. Se deslizó por la pared hasta quedar sentado en el suelo con la espalda pegada a ella y alzo la mirada hacia la enfermera- Admitelo... doy pena.

- Siempre he dicho que un hombre sin cicatrices no es un hombre- Respondió Tannia mientras sonreia y acercaba su cara a la del pirata - Ademas, me gusta verte asi... tan débil e indefenso- Le dijo justo antes de besarle con intensidad en los labios.

-No nos estará viendo por las camaras el pirado de tu jefe ¿verdad?- Preguntó Markus cuando sus labios se separaron de los de Tannia - Odiaria que entrase por esa puerta hecho una bestia si te descubre.

- Tranquilo, amor mio- Contestó Tannia - Gracias a este juguetito, solo verá y escuchará estatica.

- Me gusta tu estilo- expresó Markus - Bien, a los negocios ¿Que me puedes decir de este sitio?- Preguntó Markus mientras Tannia cogia gasa y desinfectante para limpiarle las heridas de la cara.

- Poca cosa, según los simbolos que hay en todas las puertas era una estación inquisitorial o algo parecido- Comenzó a relatarle Tannia - Los pisos inferiores estan cerrados, pero conociendo a esos imbeciles, no tardaran en acceder a esas salas.

- Me lo imaginaba, ¿hay alguna forma de salir de aqui?- Volvió a preguntar Markus- Deberia de haber capsulas de escape o algo-

- Si las hay estaran en los pisos bajos- Le anunció Tannia - La nave en la que vinimos esta sin combustible, puede que quede algo por ahi pero no estoy segura. Aunque no servirá de nada si no puedes salir de aqui.

- Bueno, por eso no te preocupes... ya tengo a alguien trabajando en ello- Afirmó el pirata mientras Tannia seguia curandole - Y ahora que estamos solos... que tal si tu y yo comenzamos con "negociaciones más intimas"- Dijo Markus mientras le pasaba el brazo por la cintura de Tannia con una sonrisa pícara.

- Aunque me duele decirtelo, pero hoy no podrá ser- Le declaró ella con evidente fastidio- Me encantaria complacerte, pero no se por cuanto tiempo podremos estar a solas.

- Vaya hombre, esto si que será una autentica tortura- Rió Markus. 

En ese momento la puerta se volvió a abrir. Yesika entró en la sala con gesto serio mirando duramente al pirata a la cara. Tannia terminó de curar las leves heridas que tenia y con gesto despreocupado, aplicó un poco de carne sintetica sobre las heridas del pecho de Markus.

- Al fin, la "listilla" siempre viene en el momento más inoportuno- Le espetó Tannia a Yesika.

- Tienes que curarle zorra, no acostarte con él- La insultó Yesika con evidente asco en sus palabras

- Lo dice la que tiene que leer un libro de anatomia para saber donde tiene un hombre el pene- Respondió ella, mordaz.

- Señoritas, por favor, no es necesario todo esto por mi- Expresó Markus con una estudiada sonrisa- Teneis capitán de sobra para las dos.

(Noah)

Noah caminaba por los pasillos, examinando habitaciones vacías con restos de casquillos de munición y cadáveres de hace mucho.

Se paró cuando contempló el cuerpo de lo que parecía ser un soldado, que había muerto agarrando un objeto contra su pecho. Se agachó y le cortó con uno de sus cuchillos su mano esquelética envuelta en un guante negro, para tomarla y despegarla del misterioso objeto. Entonces vio el símbolo que perduraba por todo el Imperio:El águila.

Tiró el collar con desgana y continuó su camino, ignorando el hecho de que el collar se abrió y mostró la foto de una niña pequeña y de una mujer preciosa abrazadas junto a las que había una frase:

Por ellas hago esta tortuosa labor.

Caminó mientras se ajustaba su capucha, haciendo que una sombra tapase  lo poco visible de su rostro, dado que la mayoría de este solía estar oculto tras un pañuelo negro como el ébano, al igual que su ropa, aunque eso poco importaba en aquél lugar bañado por una iluminación eléctrica cuanto menos deficiente.

Giró a la izquierda, solo para volver a su anterior posición cuando vislumbró entre la penumbra del pasillo carente de iluminación el brillo metálico de un cañón bolter pesado. Suspiró con fuerza, preparando una de sus pistolas láser con su mano izquierda para la posible confrontación.

Esperaba que no fuese una de esas torretas automáticas tan hijas de puta...

Se colocó sus gafas polarizadas, activando la opción de visión nocturna, para luego preparar con su diestra la otra pistola láser que guardaba. Salió de su cobertura y contempló con alivio una dotación de bolter pesado rodeada de casquillos, sobre los que reposaban cuatro soldados cuasi-esqueléticos y el que parecía ser el portador del arma pesada.

-Parece que no pudisteis retener a lo que sea que recorría este lugar,¿me equivoco?-Preguntó con una voz segura y ausente mientras caminaba entre los cadáveres de lo que debieron ser dos soldados.

-Eres alguien que debería haber evitado pisar este lugar -Escuchó a sus espaldas, sintiendo como se le erizaba el vello, incluidos unos poco pelos de su melena blanca-Este sitio solo trae muerte.

Se giró listo para disparar, viendo a un soldado uniformado como los cadáveres a sus pies.

-¿Quién eres?-Preguntó Noah a la semitransparente figura.

-Creo que me llamaba Rotril, pero de eso hace mucho.-Contestó la figura.-Lo mas importante es el por qué me has devuelto a este horrible lugar.

Ambas figuras se quedaron en silencio, que el hombre de gabardina y capucha rompió con sus pasos mientras continuaba el camino que tenía en mente.

Noah caminaba con paso firme, reflexionando sobre las cosas raras que estaba viendo estos días, y no se refería a que había visto cosas extrañas en torno a algunos individuos de la escuadra en la que trabajaba, sino a la fantasmagórica figura que se le había aparecido y que confiaba hubiera desaparecido. Seguro que eso era fruto de lo que sea que hiciera la Inquisición aquí.

Llegó al final del pasillo, contemplando una puerta metálica abierta con el águila imperial grabada, bajo esta se podía leer una palabra que casi provocó en Noah una sonrisa: ARSENAL

Abrió la puerta con cuidado, apuntando con una de sus pistolas al frente mientras preparaba para cualquier mierda que los anteriores dueños de este lugar hubieran dejado para él.

Miró a la sala, pasando por un suelo lleno de impactos láser, para pasar por una barricada improvisada hecha con cajas metálicas de munición y armamento aparentemente vacías y finalizando con unos cadáveres, desmembrados por lo que pareció ser una granada antifrag.

Examinó la habitación, abriendo algunas cajas sin la fortuna de hallar nada.

-Mira ahí.-Dijo la voz tenebrosa y carente de vida de Rotril desde la puerta-Esas cajas se usan para guardar armamento básico, con quitar ese candado vale.

Noah miró a la espectral figura mientras alzaba su mano izquierda y disparaba contra el candado, que se soltó y dañó por la fuerza del disparo. Guardó sus armas mientras se preparaba para abrir la caja y descubrir su contenido.

Abrió el objeto y descubrió en su interior un cuarteto de pistolas junto a media docena de cargadores para cada una.

-Esas dos son pistolas láser bastante raras.-Dijo el espectro, que se encontraba  junto a un Noah fuertemente incomodado por su presencia-Tienen una potencia bastante alta, fueron arrebatadas a un comerciante independiente que fue traído aquí para un interrogatorio.

Después señalo con su blanquecina y casi transparente mano a la otra pareja de armas.

-Esas son pistolas bólter, creo que unas modelo Machacadoras  que.....-Dijo mientras su cuerpo se volvía mas transparente aún y desaparecía.

Noah sintió como un zumbido molesto que lo sacudió de dolor medio segundo recorrió su columna.

Era la segunda vez que le pasaba eso.

Tomó las pistolas láser y las observó con interés, para luego colocarlas en unas fundas negras a su espalda. Luego tomó con ambas manos las pistolas bólter, para sentir como unas pequeñas agujas punzaban sus dedos y la palma de sus manos.

La agujas se retiraron y Noah devolvió las pistolas a las fundas sobre las que descansaban desde el interior de esa caja.

-Esto ha sido raro......-Dijo Noah para sí mientras volvía a tomar las armas, que no volvieron a punzarle.

Sonrió mientras guardaba esas pistolas en sus dos fundas, que colocó a ambos lados de su cintura, justo encima de sus espadas monofilo.

Salió de la sala para regresar, sonriendo bajo el pañuelo que ocultaba su rostro por el botín encontrado y que resultaba invisible bajo su gabardina negra. Pero no podía quitarse de la cabeza lo sucedido y la corta advertencia que ese...lo que fuera le había dado:

Este sitio solo trae muerte.

Capitulo 2: Los Moradores de la Ruina

  • Parte 1*

Tres días. Ankira deseaba con todas sus fuerzas que su reloj de micrones fuera mucho más lento.

La joven tecnópata tecleaba con rapidez los botones de la computadora a la que estaba conectada. Sus dedos volaban mientras su propio cerebro se enlazaba con los circuitos de la maquina mediante los cables unidos a su diadema arcanotecnologíca. Sentada frente a la brillante pantalla, miles de códigos y datos pasaban a toda velocidad ante sus ojos y eran reemplazados por unos nuevos en cuanto ella añadía nuevos patrones numéricos.

Se removió un poco en el asiento, tratando de encontrar una postura mas cómoda, pero sin dejar de escribir. La silla era buena, pero apenas se había movido de allí en las ultimas setenta y dos horas. Recordaba haberse levantado hacia poco para recoger la bandeja con la comida  que la había traído. La misma que se encontraba sobre su escritorio y que se había enfriado hacía rato. De todas formas no tenía hambre ahora mismo, aunque fuera la hora de la comida. ¿O era la cena? No estaba segura. Solo estaba segura de que tenía que seguir trabajando o no volverá a ver al capitán nunca más.

Esa era toda la motivación que necesitaba.

Ankira dejó de teclear un instante y la interminable serie de números se detuvo de golpe. Se recostó sobre el respaldo acolchado del asiento y parpadeó repetidas veces para recuperar la humedad de sus globos oculares. El molesto picor, producto de horas de mirar fijamente la pantalla comenzó a remitir rápidamente.

Se tomo unos segundos para evaluar su estado físico y mental. No le llevo mucho tiempo realizar el examen, pues todo su cuerpo le respondió al unisonó con una sonora protesta. Las piernas se le habían dormido de tanto permanecer allí sentada, así que comenzó a mover los dedos de los pies y las rodillas para dejar que la sangre fluyera de nuevo por sus miembros. Tenía los brazos cansados y los dedos doloridos de tanto teclear.  La cabeza le dolía horrores, como si alguien la hubiese puesto unos auriculares en los oídos con el volumen  a todo trapo durante horas.

A ello se le sumaba sus propios problemas cómo psíquica. Como todos los de su clase, la joven tecnópata  era un foco de atención para los entes disformes, aunque su entrenamiento y su enlace con la obra del Dios Máquina la ayudaban a silenciarlos susurros. Pero algo había cambiado. Desde que el capitán había sido secuestrado las voces se habían hecho más fuertes, no lo suficiente para que les prestara atención pero si para distraerla de su cometido. Era como si las criaturas del Éter estuvieran haciendo todo lo posible para que no encontrara al capitán.

Y eso solo hacía que su preocupación fuera a más. Si la Flota del Puño era objeto de tanta atención, significaba que algo estaban tramando los siervos del Caos. Y que, por alguna razón, no querían que el capitán y sus hombres interfirieran.

La niña paladeó un poco y tragó saliva para tratar de humedecer su garganta. Pero no sirvió de nada. Noto los labios secos y agrietados y la lengua pastosa. Lanzó un seco suspiro de fastidio y fue desconectando, uno por uno, cada uno de los cables unidos a su sistema nervioso a través de la diadema. Necesitaba un vaso de agua.

Se puso de pie lentamente y  los músculos de las piernas la sostuvieron con un leve aguijoneo,  acostumbrándose a estar en funcionamiento de nuevo. Ankira se dirigió hacia la mesa de plastiacero reforzado que había en el centro de su cuarto, esquivando las cables de la gran computadora que había hecho que la trajeran allí. Yaelha la había dicho que necesitaba descansar  y Ankira lo había aceptado. Pero eso no significaba que fuera a perder el tiempo en ir a la sala de informática…


Tendió la mano y retiró de la bandeja de la comida el pequeño vaso de plástico que había en ella. Mientras lo llenaba con el contenido de la botella se permitió darle un rápido mordisco a al mendrugo de pan que había sobre ella y meterse un par de trozos de carne fríos en la boca. Lo masticó con rapidez ayudando a pasarlo con el agua, acallando el insistente gorgoteo de sus tripas, al menos de momento.

Dejó el vaso sobre la mesa, apartando un par de herramientas y pequeños artilugios experimentales que solía diseñar en su tiempo libre. Algunos eran muy sencillos, como lapas metálicas que lanzaban descargas y pequeñas cámaras con forma de insecto, pero otros resultaban mucho más intrincados y por lo tanto llevaba más tiempo montarlos y perfeccionarlos.

La mesa estaba abarrotada de pequeñas piezas y de diseños a medio montar. Ankira apartó uno de los más voluminosos y lo dejó a un lado junto a las piezas que le correspondían. A pesar del aparente desorden, la niña sabía exactamente donde estaba cada pieza  y a qué modelo pertenencia cada una. No podía permitirse que algún microchip se perdiera ni…

El microchip. Ankira abrió mucho los ojos y se esforzó por aferrarse con fuerza aquella revelación antes de que esta se la escapara de entre los dedos. Dejó a un lado la mesa y corrió a sentarse de nuevo en frente a la computadora y conectarse al aparato. Que tonta había sido, que estúpida…

El capitán Markus tenía una seria de microchips acoplados en su córtex cerebral. Ella misma se los había instalado para ayudarle así a reprimir el tremendo poder psíquico de la Voz y el suyo propio, aunque solo lo había logrado en parte.

Hacía tiempo que esos chips estaban desactivados, pero algunas de sus funciones pasivas podían seguir activas. Ankira tecleo rápidamente, introduciendo aquellos nuevos patrones de búsqueda junto con el código de la señal de rastreo que tenían aquellos aparatitos dentro de la cabeza de su capitán.

Lanzó una sentida plegaria al Dios Maquina y al Emperador antes de pulsar el botón de activación.

La pantalla se iluminó, pitó un par de veces y tililó otras tantas mientras los números volvían a corretear a toda velocidad por su verdosa superficie.

Entonces se detuvo y el mapa estelar se desplegó. Mostrando la posición de una pequeña red de estaciones espaciales abandonadas.

Sobre una de ellas titilaba un puntito rojo y el tiempo que tardarían en llegar hasta aquella situación. Veinticuatro horas.

Un día mas…

Ankira soltó un grito de júbilo mientras una sonrisa se extendía por su rostro y los ojos se le iluminaban por la emoción. Se apresuró a apuntar las coordenadas y guardar los parámetros en su hololito. Desconectó los cables  de su cabeza a toda prisa y salió corriendo de la habitación dejando atrás a un estupefacto Kurght que se encontraba sentado frente a la puerta mientras se desalojaba los orificios nasales con uno de sus enormes dedos.

La niña siguió corriendo por los pasillos de la nave, esquivando a decenas de tripulantes que se apartaban con presteza, y no poco desconcierto, cuando ella pasaba. Probablemente ninguno de ellos la había encontrado tan visiblemente feliz nunca.

Ankira cruzó corriendo el pasillo que la llevaba hacia el puente de mando y tecleó el código de apertura de la puerta a toda prisa antes de entrar como una tromba a la sala.

-¡Lo tengo!

Yaelha y Pólux dejaron de conversar entre ellos para volverse hacia ella y Boudicca interrumpió su rutina diaria de miradas asesinas hacia la xeno para sumarse a su estupefacción. Ankira se detuvo jadeando ante ellos y la eldar se inclinó sobre ella. La niña alzó el rostro y su expresión silencio la pregunta que surgía de los finos labios de la mujer xeno.

Estaba sonriendo, y las lágrimas surcaban sus mejillas llenando sus ojos de luz.

-¿Dónde está, niña?- Preguntó Yaelha rápidamente.

Ankira les dio las coordenadas del paradero del capitán Markus. Con rapidez, Pólux ordenó poner rumbo inmediato hacia esa localización. La mayoría de las naves seguían en los astilleros, pero no hacía falta toda una flota para realizar un asalto en una estación espacial. Con las que tenían activas bastaría más que de sobra.

Ankira iba asentarse junto a los demás técnicos cuando Yaelha la detuvo sosteniéndola por el hombro.

-¿A dónde crees que vas?- Preguntó la eldar con una expresión que Ankira logro interpretar como divertida.

Aquello desconcertó un poco a la niña.

-A los controles, junto a…

Yaelha la interrumpió con un único gesto mientras un amago de sonrisa aparecía en sus armoniosos rasgos.

-Al único lugar al que vas a ir ahora es a la ducha, niña. ¿Sabes lo mal que puede llegar a oler un humano después de tres días de trabajo?

La niña se quedo estupefacta y después soltó una larga carcajada mientras escuchaba el ensordecedor sonido de un ogrete que se dirigía hacia el puente sembrando el caos por el pasillo.

Solo veinticuatro horas más…

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Tres días. Tres días metidos en aquella maldita estación espacial, pensaba Yesika mientras caminaba por el pasillo en dirección al bloque de celdas. Empezaba a preguntarse si saldría de allí en algún momento de su vida.

En aquel tiempo sus compañeros habían logrado abrir las puertas del tercer nivel  de la estación espacial y ahora mismo se encontraban a la entrada del cuarto. No les había costado mucho, pensó con sarcasmo, solo la vida del único ingeniero del que disponían cuando activó por error las torretas automáticas de la planta en lugar del cierre de las compuertas, y, después de tener que destruir una a una las malditas torretas perdiendo más hombres en el proceso, habían detonado los últimos explosivos que les quedaban para terminar de abrir el nivel después de que a Mikerl se le ocurriera la brillante idea de utilizarlos.

Yesika aún no entendía  cómo cojones no estaban todos flotando en el espacio después de algo tan estúpido.

El tercer nivel era la planta médica de la estación, además de sala de interrogatorios  y quien sabía que más cosas. El lugar presentaba el mismo estado que el resto del complejo, cadáveres por todas partes, casquillos de bala y sangre. Pero también contenía un montón de cosas interesantes como quirófanos, medicinas y algunas armas que ya habían sido disputadas por sus compañeros. Tannia se había instalado allí, junto con la mitad del material médico de la nave, e incluso había reactivado y reprogramado un par de servidores del quirófano para que la ayudaran a remendar a los pobres infelices que habían sobrevivido al ataque de las torretas.

Pero también había arrojado un poco de luz sobre a qué ala de la Inquisición pertenecía el lugar. Yesika había encontrado diarios. Pequeños cuadernos y papeles desperdigados por  la base o dentro de los mismos cadáveres. Sus compañeros no habían mostrado el menor interés por averiguar qué era lo que había pasado allí antes, aunque eso era de esperar teniendo en cuenta con quienes se encontraba. Si no explotaba o no disparaba no les interesaba.

Noah era el único que parecía preocupado. Desde su llegada había estado mucho más silencioso y cauto de lo normal. No le había costado mucho convencerle de que le trajera todos los archivos sueltos que encontrara por la nave.

Yesika había intentado aprovechar para conocerlo un poco mejor, hacerse una idea de que papel jugaba en su equipo, pero el albino asesino solo la había contestado un par de veces y siempre en cosas muy superficiales. Nada que pudiera revelar algo importante sobre él.

En un principio eso la había molestado, pero cuando tuvo oportunidad de leer lo que sus compañeros solo veían como palabrería inútil la vida del asesino había pasado a un segundo plano. Aquella lectura era algo mucho más interesante.

La estación pertenecía a una investigación del Ordo Xenos, dirigida a ayudar a combatir la creciente amenaza de las Flotas Enjambres tiránidas. Al parecer, el inquisidor y sus adeptos habían encontrado algo sumamente interesante en el ADN tiránido, algo sobre los saltos evolutivos hiperacelerados que hacían de tecnología para el Gran Devorador  y de cómo se adaptaba la infección tiránida en otras razas. Yesika suponía que habían estado  intentando anularlo de alguna manera  y que aquel lugar había sido el centro neurálgico de dicha investigación.

A partir de allí la información era muy escasa. Había encontrado notas de los Magos Biologis en la que decían que la investigación iba bien y que avanzaba a buen ritmo. Después un salto de dos meses en la información decía que, tras presentar sus informes al alto mando Inquisitorial, el Inquisidor al mando había recibido permiso para iniciar las pruebas con sujetos vivos, además del envío de material de prueba  fresco. A qué clase de pruebas se refería y de qué tipo de material se trataba era algo que se le escapaba.

Quizás el cuarto nivel arrojara un poco más de luz sobre dicho asunto… Si es que seguían vivos para entonces claro.

Hecho un rápido vistazo a su reloj y apresuró el paso.

Eran las ocho y media de la tarde, hora en la que ella y Tannia tenían que revisar el estado físico del prisionero. En su opinión resultaba algo inútil la verdad, porque siempre había algo nuevo que curar con cada nueva sesión. Yesika no lo comprendía. Si Sargento quería al pirata vivo habría sido mejor asignarle su vigilancia a otra persona, y no a Vitulv.

El francotirador se ensañaba con el capitán pirata. Cada día tenían un nuevo corte que desinfectar o una herida que suturar, y seguramente Markus habría muerto  el primer día si Sargento no hubiera manifestado su parecer de conservarle con vida. Pero allí seguía, vivo y sin dejar de manifestar esa anormal seguridad en sí mismo, como si en realidad fuera él quien controlara la situación y no su carcelero.

Resultaba un buen sistema para mantener un estado psicológico elevado, pero no estaba ayudando demasiado a su estado físico. De todas formas no era su problema, aunque no podía evitar preguntarse si el pirata tenía algún plan para escapar y aguardaba su momento para ponerlo en práctica o si simplemente esperaba que alguien viniera a ayudarlo. 

La propuesta del pirata volvió a resurgir por enésima vez en su mente.

Aquella idea siempre aparecía cuando pensaba en el pirata. El trabajo de investigación la ayudaba a mantenerse ocupada y a pasar el tiempo, pero solo era una distracción temporal.

El Capitán pirata estaba allí atrapado, lo que significaba que en algún momento tendrían que enfrentarse a sus compañeros. Y no se hacía ilusiones respecto a lo que podía pasar si eso ocurría.

Llegó rápidamente al bloque de celdas y no se sorprendió al encontrarse a Tannia esperando en la puerta.

-Vaya, tenía la esperanza de que no vinieras- Comentó ella con sarcasmo mientras la miraba a través de sus gafas.

-Me echarías de menos- Contesto Yesika con un aire de ensayada inocencia. Tenía que admitirlo, estaba empezando a cogerle el gusto a eso de picar a Tannia. 

Tannia se sopló uno de los cabellos marrones del flequillo y la ignoró antes de llamar a la puerta. La enfermera vestía su típico modelito de enfermera, aunque era evidente que había estado ocupada ya que en la camisa y parte de los pantalones, cortados por encima del muslo, podían apreciarse manchas de sangre.

Vitulv salió poco después limpiándose las manos en un trapo que estaba pasando del escarlata al granate intenso. Tannia  puso los brazos en jarras sobre sus generosas caderas mientras esgrimía una sonrisa pícara.

-¿Cómo me lo has dejado hoy?- Preguntó- No muy estropeado espero.

Vitulv termino de limpiarse las manos y hecho una mirada al interior de la celda con el ceño fruncido. En un principio parecía disfrutar con el castigo que le propinaba a Markus cada día, pero Yesika estaba apreciando que cada vez le frustraba más la resistencia del pirata.

-Más o menos igual que ayer- Añadió tras alzar una ceja y mirando a Tannia de forma insinuante- ¿Cómo lo haces, nena? Es todo un detalle que me lo dejes totalmente nuevecito y listo para otra ronda.

-Quizás- Contesto la enfermera mientras le pasaba una cuidada uña por el pecho en un gracioso gesto- O quizás sea simplemente que soy demasiado buena en lo que hago.

-¿Te parece si lo comprobamos?- Preguntó Vitulv atrayéndola hacia sí y colocando una mano en su donoso trasero.

Tannia pareció pensárselo un instante, cosa que sorprendió a Yesika por que la slaaneshi no era de las que se pensaban ese tipo de cosas, definitivamente estaba muy rara desde que trajeron al pirata a la nave, pero como era de esperar no duro mucho.

-Creo que puedo hacerte un hueco- Dijo sonriendo- Pero tendrá que ser rápido. Sargento se cabreara si se me muere el paciente.

-Que se joda. Él puede esperar- Expresó Vitulv mientras arrastraba a Tannia por el pasillo. Se volvió entonces hacia Yesika y le lanzó una de aquellas miradas lascivas con sus ojos rojos mostrando una sonrisa llena de dientes afilados- Un trio estaría bien para variar. ¿Qué me dices, preciosa?

Yesika simplemente torció el gesto y le arrancó el botiquín a Tannia de las manos antes de entrar en la celda y cerrar la puerta tras de sí. Esos dos la ponían enferma. Los escuchó alejarse por el pasillo rápidamente.

-Vaya ¿vienes sola?- Habló una voz quebrada desde las sombras en el fondo del calabozo- Me siento honrado.

Yesika respiró hondo antes de volverse. Vacío su mente y dejó solo lo importante, lo que había venido a hacer allí. Había estado utilizando ese mismo ejercicio los últimos tres días, su maestro se lo había enseñado a causa del ente disforme que alojaba el cuerpo del pirata, para mantener su influencia bajo mínimos.

-Tu enfermera habitual está un poco ocupada en este momento- Dijo volviéndose.

El pirata soltó una risita seca que se transformó en tos instantes después, pero no perdió la sonrisa que se le dibujaba en el rostro.

Hoy Vitulv se había ensañado bien con él desde luego. La caótica pudo ver como muchas heridas que le habían curado en día anterior se habían abierto de nuevo y se le habían añadido algunas nuevas. Su bien proporcionado rostro tenía una fea herida en la ceja de la que manaba abundante sangre y que le cubría su único ojo humano, obligándole a mirarla únicamente con el brillo rojo del implante bionico que llevaba.

Y aun así esa extraña sensación no desaparecía. La sensación de que incluso entonces el rostro capitán seguía resultando arrebatador. Su atractivo seguía allí, de alguna manera. Yesika había apreciado que, a pesar del duro castigo al que era sometido el pirata cada día, ni una sola parte de su anatomía se había deformado de manera irreversible. No había perdido ningún  diente ni manifestaba rotura de huesos alguna, las heridas que le curaban y deberían dejar cicatriz desaparecían al día siguiente sin dejar marca.

Ni Tannia ni ella tenían ese conocimiento, de allí la pregunta que le había hecho Vitulv a la enfermera al salir de la celda. La respuesta debía de tenerla, seguramente, aquel demonio de Slaanesh.

-Todos tenemos derecho a divertirnos- Contesto el pirata tras recuperarse de su repentino ataque de tos. Entreabrió un poco el ojo bañado en sangre y el brillo dorado del mismo pareció iluminarse en la oscuridad de la celda, divertido- Vamos acércate, Yesika. Que no muerdo.

Ella arqueó levemente la ceja, ocultando su sorpresa.

-¿Cómo sabes mi nombre?- Pregunto mientras se acercaba a él y empezaba a extraer material médico del botiquín. Primero desinfectar las heridas, luego cerrarlas. Se lo había visto hacer a Tannia muchas veces en aquellos últimos días y había leído por su cuenta suficientes libros al respecto como para saber proceder con seguridad- No recuerdo habértelo dicho.

El pirata esbozó una media sonrisa.

-Tengo buenos contactos, y tiendo a informarme un poco sobre mis posibles reclutas. No hay que dejar nada al azar- Dijo el pirata mientras Yesika le limpiaba la herida de la ceja. Hizo un leve gesto de dolor cuando Yesika apretó un poco sobre la misma aposta.

La caótica hecho un vistazo por el rabillo del ojo, sin dejar de trabajar para mirar hacia el lugar donde sabía que se escondía la cámara de vigilancia que monitoreaba todo lo que pasaba en la celda.

La luz de aparato, que titilaba de vez en cuando en la esquina de la habitación con su brillo rojizo, estaba apagada.

Yesika no creía que se hubiese estropeado así porque sí. Seguramente alguien la había desactivado. Alguien que no deseaba que se viera lo que iba a pasar en su corta visita a la celda.

No pudo evitar pensar en lo poco sutil que eran algunas personas para ciertos asuntos. Seguramente Tannia habría querido poder divertirse un rato a solas con su juguete nuevo si ella no se presentaba. La instalación era vieja y fácilmente podía echársele la culpa de aquel fallo a su precario estado. La verdad, resultaba perturbador pensar que Tannia podía usar el cerebro para algo más que para lo que lo utilizaba normalmente.

-No soy tu recluta- Contesto mientras seguía a lo suyo- No recuerdo que llegáramos a nada en aquel momento. Y de todas formas ¿crees que es el momento adecuado para volver a presentarme tu oferta?

-¿Por qué lo dices?- Pregunto él  recuperando su sonrisa- ¿Es por las heridas verdad? Siempre he pensado que les quedaban mejor a Pólux y Kurght.

Yesika suspiró resignada. Su arrogancia no parecía tener límite.

-Parémonos a evaluar tu situación. Estas aquí encerrado. Solo, desarmado, manco y con múltiples heridas en el cuerpo- Dijo ella terminando de limpiar una de las últimas heridas y mirándolo por primera vez a los ojos desde que había entrado. Su maestro la había advertido que no lo hiciera, porque el contacto visual era una forma de exposición a la influencia psíquica, pero ahora mismo eso no le importaba. Iba a mostrarle a ese pedante que no tenía ningún control sobre ella- Tus compañeros no saben dónde estás. No tienes ningún apoyo de tu gran flota. Aunque lograses salir de la celda, cosa que dudo, serias rápidamente capturado y encarcelado de nuevo. Ahora mismo no tienes nada que pueda interesarme, y ni sueñes que voy a ayudarte a escapar. No tienes nada que ofrecerme a cambio, a parte de una muerte segura por una traición estúpida. No tienes ningún poder sobre mí.

Los melosos ojos de Yesika se encontraron con la mirada bicolor del capitán pirata, desafiantes, retándole a que le diera una contestación. Una contestación que sabía que no tenía.

Entonces él se rio.

El sonido que menos había esperado escuchar restallo contra los oídos de Yesika. Habría esperado silencio, miradas asesinas, incluso algún insulto. Pero aquello se salía totalmente de lo que había esperado. 

El pirata la miró de nuevo y el ojo dorado emitió un pequeño brillo juguetón.

-Buena contestación. Permíteme que me una a este pequeño duelo dialectico. Todo lo que has dicho es verdad sin duda. No perteneces a mi tripulación eso está claro, pero tu reacción cuando he mencionado nuestro pequeño asunto te ha delatado que ya pensabas en ello antes de que nos viéramos hoy- El pirata se adelantó un poco hacia ella, separando la espalda de la pared metálica sobre la que había estado apoyado, acercando su rostro al de ella. Para su propia sorpresa, Yesika no se apartó- No hemos hablado, ni nos hemos visto en menos de un año, y, sin embargo, tú te acuerdas de la proposición de aquel día. Eso, de por sí, no significa nada claro está. Todos podemos recordar cosas y desestimarlas. Pero tú misma te has vuelto a delatar al responderme con este pequeño desafío. Te molesta. Te hace pensar en qué pasaría si te unieras a mí, en el hecho de si merece la pena- El hombre se apoyó en su único brazo humano y continuó sin perder de vista los ojos color miel de la muchacha- La elección es solo tuya y ya adivine en su momento que tu equipo no te gusta. Y por lo que he podido ver estos últimos días, la cosa no ha mejorado en todo este tiempo. ¿Por qué no marcharte entonces? ¿Por qué no ir a otros lugares y probar nuevas experiencias?- Sus rostros estaban muy cerca el uno del otro, capturados en la mirada del ser que tenían ante ellos- ¿Porque no venirte conmigo?

Yesika logró finalmente apartarse de la mirada magnética de esos ojos y se puso de pie con rapidez. Otra vez esa sensación. Esa duda. ¿Qué pasaría si se fuera con él? La curiosidad de Yesika era su fuerte. Era lo que la había motivado para abandonar la Guardia Imperial, entregarse a su Señor y unirse al Pacto Sangriento.

Pero ahora esa curiosidad jugaba en su contra.

Markus volvió a apoyarse en la pared con gesto tranquilo mientras el brillo de sus ojos parecía apagarse, aunque no del todo. Ese brillo siempre estaba allí.

-Y respecto a lo último que has dicho- Continúo sin piedad, sacándola de sus reflexiones-  ¿De verdad crees que he estado, esperando sentado a que tu colega el francotirador se canse de darme palizas sin hacer nada al respecto? Sé que no tenéis combustible, sé que habéis abierto un piso más y que estáis de camino al siguiente. Pero se os acaban las opciones- El pirata la miro con aquellos ojos tan extraños y esbozo una sonrisa sincera- Estáis tan atrapados como yo, Yesika.

La caótica se mordió el labio inferior.

Odiaba admitirlo pero la había pillado. ¿Cómo había podido saber todo aquello? Nadie podía habérselo dicho, solo Tannia y ella habían tenido algún tipo de contacto con él, y Vitulv podía se muchas cosas pero no era tan estúpido como para largarle información a alguien al que era evidente que odiaba a muerte. Tannia solo había estado a solas con él el primer día un par de minutos, incluso si le hubiera dicho algo solo podía haber sido el hecho de que estaban secos. No podía saber que apenas habían encontrado combustible para la nave, como tampoco podía saber cuántas puertas habían logrado abrir en la estación.

-Deja de hacer eso- Le dijo mientras el pecho le latía con fuerza- Deja de intentar utilizarme.

El pirata sonrió de nuevo, y Yesika pudo percibir una total ausencia de mentira en sus palabras. Como también pudo percibir el hecho de que sus heridas estaban completamente curadas y que volvía a estar exactamente como cuando había entrado en esa celda hacia tres días.

-No estoy haciendo nada- Dijo él mientras esbozaba una sonrisa totalmente humana- Estamos solos. Tú y yo. No hay nadie más.

Un pesado silencio sobrevino entonces. Yesika y Markus callaron, esperando a que alguno de los dos rompiera la tensión existente entre ambos.

Pero no fue ninguno de los dos quien lo hizo. La sala se ilumino con una luz roja intermitente mientras un chirriante sonido resonaba  por toda la base. La alarma, una de las pocas cosas que funcionaban en aquel sitio. Algo había pasado. Algo muy malo.

-Vaya- Sonrió él- Parece que tus amigos han abierto por fin el cuarto piso.

Yesika volvió hacia él sus brillantes ojos y el pirata también la miró.

-¿Por qué me estás diciendo esto? –Preguntó ella, ignorando por un momento el significado de la alarma.

-Porque, en algún momento, moveré ficha. Alguien cometerá un error. Una palanca que se abre en el momento menos indicado. Una puerta que no cierra bien… Una cadena suelta, aflojada convenientemente durante varios días, quizás- Dijo Markus observándola con su mirada bicolor- Y cuando llegue ese momento me escapare, Yesika. Y necesito saber que vas a venir conmigo.

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Las puertas de aquella planta se habían abierto por fin. Había sido una suerte que al final hubiesen dado con la clave de acceso en el cadáver de uno de los Magos Biologis que abarrotaban el quirófano. Un chirrido de metal oxidado les recibió cuando entraron. La sala parecía haber sido una extensión de la tercera planta, pero muchísimo más especializada.

Tubos de cristal enormes se encontraban en aquella sala junto con multitud de cogitadores y servidores destrozados. El olor de la muerte inundaba aquel lugar con una intensidad abrumadora. Definitivamente la batalla que había tenido lugar en  la estación y había sellado el destino de sus habitantes  tenía su origen allí.

Algunos de los tubos de cristal estaba rotos, y los trozos de cristal y fluidos amnióticos que contenían se encontraban desperdigados por el suelo metálico, como si lo que fuera que hubiera dentro los hubiera destrozado para salir hacia afuera.

Sargento los había ignorado y ordeno seguir avanzando y explorando la base. Solo Angla, Mikerl y Noah habían obedecido al instante, los otros ocho mercenarios que iban con ellos terminaron de ensuciar sus pantalones antes de seguirlos.

Se dividieron, Noah con Mikerl y Angla con Sargento. Los mercenarios formaron grupos separados. Buscaron durante unos minutos, ya eran los ocho y treintaicinco minutos cuando uno de los mercenarios informo de algo.

Combustible. Habían encontrado unos cuantos barriles de promethium, no estaban del todo llenos pero eran algo y si había mas como esos quizás en un par de días podrían salir de allí. Pero no habían tenido tiempo de averiguarlo.

Una oleada chirridos alienígenas llenó el canal de comunicación  y los gritos de horror de los mercenarios al ser devorados se les unió al poco rato. Y entonces se desato el infierno. Decenas de aberraciones surgieron de la oscuridad y se arrojaron sobre los equipos de exploración.

Angla y Sargento se habían quedado encerrados en una de las salas más próximas a la salida al tercer nivel mientras un gran número de seres amorfos arañaban la puerta de adamantio con sus garras quitinosas. Tenían que salir de allí a toda costa.

Noah y Mikerl por su parte se encontraban en la salida, justo en la puerta que habían abierto hace poco, apenas habían tenido tiempo de correr junto con cuatro de los mercenarios cuando esas cosas se les echaron encima. Sin embargo, aquello no eran tiránidos normales. Al asesino le parecía más correcto calificarlos de híbridos.

Cada aberración era mucho más monstruosa que la anterior. Parecían la retorcida mezcla entre humano y distintas clases de organismo tiránido. Noah no era un experto en la materia, pero estaba seguro de que solo los genestealers podían infectar a otros organismos. ¿Qué clase de Inquisidor estaría tan loco como para hacer aquello?

Uno de los mercenarios logro apretar el botón rojo de la alarma antes de ser devorado por media docena de híbridos de hormagante. Ahora solo podían seguir disparando y retrocediendo hacia la planta médica. Y sin embargo no podían quedarse allí. En cuanto consiguieran que el resto de los mercenarios se les unieran deberían poder hacer retroceder a las bestias. Tenían que encontrar ese combustible.

Mientras tanto Tannia y Vitulv habían tenido que interrumpir su juego en la enfermería cuando una docena de bestias se había rodeado la posición defensiva de Noah y Angla y se arrojaron contra la puerta del complejo. Ahora estaban allí, a medio vestir, junto con algunos de los heridos por las torretas que podían mantenerse en pie tratando de cerrar la puerta por la que  brazos amorfos llenos de garras y parcialmente cubiertos de quitina se colaban por la rendija. La maldita puerta estaba atascada. Necesitaban mucha más fuerza para cerrarla o si no...

Todos los seres vivos de la estación estaban despiertos y activos. Desde Arkios que acababa de agarrar su equipo y reunir un grupo de ataque en el hangar del primer nivel para ir al encuentro de sus compañeros y averiguar que pasaba hasta la más pequeña demencia biológica de la planta…

O al menos casi todas, pensó la Voz mientras flotaba por las habitaciones oscuras del ultimo nivel de la estación. El quinto, el almacén de las muestras de material biológico xeno. La cámara donde al menos varios centenares de genestealers dormitaban en el interior de sus cámaras de éxtasis. 

Los mortales seguramente serían capaces de detener a los híbridos y acabar con ellos si se organizaban bien. Los cuerpos de aquellos engendros eran fuertes, pero también estaban tremendamente deformados e incompletos. Los cambios que habían sufrido en sus fisionomías también eran irregulares, desde las garras, los colmillos y el blindaje quitinoso. Eso si había algunos más grandes que otros, pero seguro que eso no sería un problema.

En el cuarto nivel había combustible, pero reunirlo le llevaría tiempo. Desactivar los cierres que tenían los almacenes de alimentos y combustible como para transportarlos a todos les llevaría tres días más. Y ella no pensaba darles tanto tiempo.

Solo necesitaba un día más. Un día y entonces todos los que se quedaran en aquella nave morirían, pensó mientras desactivaba los sellos de las cámaras de éxtasis y los programaba para dentro de 24 horas a partir de ese momento.

Sería divertido, pensó al ver que las vainas de escape de la estación se encontraban en aquella misma planta, justo después de las cámaras de hibernación genestealers. Seria gracioso si eran capaces de llegar allí al día siguiente.

Pero bueno, de momento era mucho mejor pensar en si lograrían sobrevivir al día de hoy. Si lo hacían entonces, quizás, cuando las puertas del quinto nivel se abrieran al día siguiente y liberaran a sus moradores, a todos los humanos les llegaría la hora de hacer una elección.

La Voz rio, y su risa retumbo en la sala. Aunque nadie podía escucharla. Solo los tiránidos, hambrientos y letales. Deseosos de carne humana una vez más.

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Vitulv sabía que pasaria, alguno de esos imbeciles tocaria algo que estuviese fuera de su sitio y la cagaria. Y alli estaba, sin camiseta con los pantalones medio abrochados y una furiosa erección. Tannia se apresuró en ponerse los pantalones y la ajustada camiseta antes de coger su bolsa médica y algunos de sus "remedios" personales, nunca entraba en combate sin sus mejunjes favoritos, ajustó la funda de la pequeña pistola láser que llevaba al muslo y se acercó a Vitulv. Una garra en forma de hoz entró por una de las rendijas de la puerta y enganchó a uno de los heridos abriendole un corte muy feo, al principio parecio que no pasaba nada hasta que del corte comenzó a salir humo y el hombre gritó con fuerza. Poco a poco la herida se fue abriendo hasta que finalmente el brazo cayó pesadamente al suelo, El mercenario no dejaba de gritar y se alejó de la puerta sufriendo su agonía. Entonces un disparo láser le voló la cabeza limpiamente, Vitulv volvió a enfundar la pistola y preparó su rifle. 


-Maldita sea, primero sargento con su "dejalo vivo, dejalo vivo", luego esa pequeña zorra me desprecia y ahora me joden un polvo- gruñó Vitulv mientras comprobaba el cargadro de su rifle y apuntaba a la puerta -De esta se va a acordar el gilipollas que soltó a esos bichos de mierda-


Vitulv disparó su rifle, abriendo un agujero en la puerta por debajo de donde habia salido la garra. Un chillido medio humano, medio xenos se escuchó tras la puerta. Tannia se le quedó mirando a Vitulv y este a ella, jamás habian oido algo asi y eso que habian estado en el ojo del terror. Lo que quiera que fuese aquel monstruo era algo nuevo, la puerta seguia siendo apenas mantenida por los mercenarios heridos con gran esfuerzo. Vitulv arrastró una pesada camilla quirurgica con la ayuda de Tannia, golpearon la puerta con gran estrepito abollando el pulido metal de la superficie. La quitina del brazo mutado que salia del marco se partió con otro sonido escabroso, pero seguia manteniendo la puerta abierta. Otro golpe cortó la carne que yacia bajo ella y un tercer golpe terminó de cortar el brazo, cayendo al suelo y llenandolo de un icor que olia a rayos. Tannia se puso un guante y se acercó al apendice apestoso mientras en la puerta no paraban de escucharse golpes furiosos y gruñidos, Cogió el brazo con asco y cuidado observando que no era totalmente alienigena. Aunque bastante deformado, podia notarse que la mano tenia cinco dedos que mostraban una uñas muy afiladas. Vitulv terminó de vestirse y enfundó su pistola en la cartuchera de piel humana que tenia en su cinto, Veia la cara de Tannia mientras estudiaba el brazo. Aun asi seguia teniendo ese aspecto sexi que tanto le gustaba. 


-Joder, esto si que es extraño...- Tércio Tannia observando con detenimiento el miembro amputado -Parece un miembro humano, pero esta mutación... es extraña- 

-No me fastidies nena- Soltó Vitulv con desdén -Una mutación es una mutación, ¿que tiene esta de raro?- 

-pues diria que su dueño tuvo un cambio progresivo y sostenido- Dijo suavemente Tannia -No es algo provocado por la disformidad, este cuerpo se adapto sostenidamente-

-¿Insinuas que eso, fue creado por un humano?- Preguntó Vitulv asqueado por la idea  

-En terminos generales... si, esto es obra de ingenieria genetica- Respondio Tannia -Tendria que hacer pruebas más exahustivas, si Yes... ¡¡ mierda !!-

-¿Que ocurre?- Preguntó Vitulv 

-¡¡ Yesika, la deje sola con el prisionero, si hay más cosas de esas por ahi puede que lleguen hasta ella !!- Respondió Tannia alzando la voz 

-Crei que te caia como el culo la "erudita"- Dijó Vitulv con sorna -a ver si tienes ideas mal sanas con su suave culito- Se rió Vitulv mientras sacaba una granada de su morral 


Activó la granada retirando la anilla con los dientes, el fusible se fue consumiendo poco a poco. Coló la granada por la rendija que el mutante que abatió con su rifle habia abierto con su garra, rápidamente se apartó de la puerta y esta se abrió por el estampido de la explosión. De entre el humo entraron tres enemigos, pasando sobre los restos de sus amigos destrozados El primero tenia la mano deformada en un muñon que mostraba un agujero, con un sonido de carne humeda explotando, disparó una bola asquerosa que impactó a un herido en la cara. La bola se transformó en un bicho parecido a un ciempies que se metio en la nariz del infortunado, se abrió paso por su nariz mientras el mercenario gritaba de dolor al sentir que el monstruo le devoraba poco a poco  la blanda carne de su cerebro. Cayó al suelo con fuerza mientras el mutante alzaba de nuevo su brazo, Vitulb se acercó y con su cuhillo desenvainado. Apuñaló al mutante bajo la mandibula, haciendo que sus corrompidos sesos se escurriesen manchandole la mano de sangre y restos de materia gris. Tannia cogió uno de sus bisturis y lo lanzó a la blanda cuenca del ojo de otro más que mostraba una deformidad en su craneo alargado, El monstruo gimió mientras el compuesto que tenia impregnado devoraba el nervio optico y despues el cerebro se consumia. El tercero fue abatido por los disparos de los mercenarios que podian mantener un arma acostados en las camillas. 


Vitulv se asomó por la puerta reventada y vio por los pocos trozos que quedaron, habian reventado al menos cuatro de aquellas cosas. Cogió su rifle y le indicó a Tannia que podia salir, Tannia salió cautelosamente tras él y miró en dirección contraria. Parecia despejado en ambas direcciones, pero de uno de los pasillos salió un enorme mutante. En su cara de pesadilla se veia una mandibula enorme llena de babeantes dientes como agujas, sus brazos eran unas terribles garras de tres dedos y en sus hombros se atisbaban una malformación parecida a un par de brazos. Tras él habia otro mutante bastante más pequeño pero que mostraba unas piernas insectiles llenas de puas coriaceas y su boca era una maraña de tentaculos. Vitulv miró a aquellos seres y apuntó al más grande con su rifle, centrando la mira en su ojo izquierdo. Disparó un solo tiro contra él y le reventó el ojo, pero aquello le enfureció sobremanera. Se lanzó contra los dos mientras Vitulv metia otro tipo de proyectil en la recámara y apartaba a Tannia de la trayectoria del ser abyecto metiendose los dos de nuevo en la enfermeria, El monstruo enorme no cabia por la puerta pero marcaba el metal al intentar meter su corpachon por la misma. Vitulv sonrió y disparando el rifle desde la cadera apuntó al mutante. 


-¡¡ Ehh bicho de los cojones... di PATATA !!- le gritó Vitulv justo antes de disparar 


La bala salió a velocidad hipersonica e impactó en la cara del bicho, Se incrustó en la quitina de la cara y comenzó a arder. El fuego consumió la quitina y seguidamente la carne del animal mientras se apartaba de la puerta, golpeandose contra las paredes y chillando de dolor y furia. Entonces el otro entró rápido como el rayo y se abalanzó sobre Vitulv, tirandole al suelo mientras esquivaba los tentaculos que intentaban arrancarle la cara. De repente Tannia se subio a la espalda del mutado y con su sierra de huesos comenzó a cortarle el cuello, con chillidos de dolor intentaba alcanzarla con sus brazos. Hasta que la golpeó contra la pared y la hizo caer al suelo, se disponia a matarla cuando un proyectil monomolecular le atravesó el pecho en na efusión de sangre y tripas, cayendo muerto al suelo. Vitulv ayudó a Tannia a levantarse y le revisó un pequeño corte en su ceja.  


-Estoy bien, no te preocupes- Le dijo Tannia a Vitulv -Deberiamos salir de aqui ya- 

-Vale nena, yo buscaré a sargento y veré que coño pasa- Anunció Vitulv 

-Yo ire a la zona de la prisión- Contestó Tannia -Espero que ese tio no se halla soltado- 

-Nos vemos despues... y quizas podamos acabar lo que hemos empezamos- Dijo Vitulv mientras sonreia  -Eso siempre cielo- Le respondió Tannia, dandole un beso apasionado



Vitulv salió por la puerta y se encaminó hasta la ultima posición donde esperaba encontrar a sargento, esperaba obtener alguna respuesta de porque le habian interrumpido de esa manera. Mientras Tannia corria a la sección de prisiones, en su cabeza se agolpaban las ideas una detras de otra. Primero pensando en que Markus estuviese bien y no lo hubiese atrapado alguno de aquellos seres, luego pensando en que aquella pequeña listilla no hubiese intentado algo con su hombre. Esa idea la enfurecia sobre manera, pues Markus era suyo y solo suyo.

(JMGB640)

Mikerl permanecía caminando por los pasillos inexplorados junto a Noah, al caminar se encontraron con un par de cajas llenas de explosivos totalmente funcionales, Mikerl preparó los explosivos que tenían un detonador a distancia y lo puso en varios sitios, los cuales cuando estallaran las cargas podían derribar parte de la estación sobre los intrusos.

Mikerl le dio el detonador a Noah, mientras reía entonces Mikerl se dirigió a él.

-Será mejor que nos separemos, estos pasillos son muy grandes ¡Mucho! ¡Tanto que podemos encontrar cosas interesantes aquí! ¡Además los moradores de la estación se mueven! ¡Lo sé! ¡Khorne lo sabe! ¡Pero no solo eso! ¡No! ¡NO PARA NADA! ¡Vienen! ¡Ellos vienen! ¡Sí! ¡Noah vienen los amigos y palmeros del pirata! ¡Vienen a por él! ¡Lo sé! ¡Khorne me lo dice! ¡Khorne se regocija con la idea de que vengan! ¡Morirán algunos de ellos! ¡Morirán sí lo harán! ¡lo harán! ¡¡No perdamos tiempo Noah!! yo avanzaré por este lado, tu por el otro ¡Sí el otro! ¡Si ves que ellos llegan, si ves que los palmeros de Arian vienen! ¡Si los sientes! ¡Si los oyes! ¡No dudes! ¡Matalos! ¡Descuartizalos! ¡Corrompe sus cuerpos! JAJAJAJAJAJAJAJAJAJJA ¡Sangre para el Dios de la Sangre!- Mikerl se alejó corriendo. 

En el pasillo que recorrían aparecían unos quintinosos seres, pero Mikerl era mucho más fuerte y rápido que ellos y con sus pistolas automáticas acababa con ellos con sendos disparos en partes descubiertas de cuello, cabeza e incluso el pectoral. Mikerl corría y corría acabando con sus enemigos y riendo su entusiasmo y habilidad hacían que Mikerl acabara rápido con sus enemigos, hasta llegar a un cuarto en el cual había encontrado munición, y granadas, más granadas. Un grupo de enemigos se acercaba pero una de las granadas encontradas les dio muerte. Después de esto corrió a reunirse con Noah otra vez y prepararse para la llegada de sus invitados de honor.

Noah(Horus112)

​Noah miró al khorniano conforme hablaba de unos palmeros.

Asintió mientras guardaba en un bolsillo oculto el detonador.

Y se fue por un pasillo secundario con la risa de ese maniaco de coro.


El lugar era oscuro, con marcas de arañazos y garras por todas partes.

escuchó un siseo animal a sus espaldas.

Se giró a tiempo de ver a través de la claustrofóbica visión de las gafas de visión nocturna.

Era u hombre inmenso, con un cuerpo esquelético y de piel correoso, con una garra quitinosa en lo que se supone que era el brazo derecho.

La criatura deforme intentó golpearlo con un zarpazo dirigido a la cabeza, Noah se agachó para esquivar el corte.

Se acercó con un par de pasos y le asestó un rodillazo en lo que suponía era el estómago, haciendo retroceder a la criatura, que al momento cayó al suelo entre convulsiones.

Noah sonrió mientras guardaba  el fino puñal empapado en Irwang, un veneno que quemaba el sistema nervioso de un individuo nada mas entrar en contacto con la sangre.

Esa bestia no tuvo la menor oportunidad.

Noah ignoró la situación mientras avanzaba, sintiendo nuevamente esa sensación vacía y molesta que ya sintió una vez en esa estación.

-Parece que mis creaciones dan problemas, supongo que me equivoqué cuando me tocó formular la adaptabilidad del ADN tiránido para la recombinación con el humano...-Dijo una pedante y autoritaria voz proveniente de la oscuridad.

Caminó hacia esa voz, viendo como un fulgor fantasmagórico se alzaba ante él de forma lúgubre, mostrando a un hombre investido con ropajes llenos de calaveras y la I inquisitorial, que adornaba su pecho en forma de un suntuoso colgante.

-Estas cosas son extrañas.-Dijo Noah de forma silenciosa.

-Sí, esos especímenes son extraños, parece ser que el dejarlos en las secciones aisladas ha debido fomentar el canibalismo, y eso a su vez la mutación genética acelerada...me gustaría haber estado vivo para poder sentir como disecciono a una de esas cosas.

Noah calló, viendo como la figura parecía totalmente centrada en su mundo.

La ignoró y siguió caminando, sintiendo como esa presencia lo seguía.

-Eres mas persistente que el último.-Dijo Noah secamente mientras revisaba mentalmente lo que sabía de ese lugar.-Y no me gusta eso.

-Me da igual, sinceramente es extraño que alguien pueda verme y oírme pese a mi situación.-Contestó el fantasmagórico inquisidor.

-Lo que tu digas.-Dijo Noah a su vez con gran desgana, intentando ignorar lo que sucedía.

Estuvo a punto de girar una esquina cuando escuchó lo que parecían ser un cuarteto de criaturas.

Desenfundó sus pistolas láser arcanotecnológicas, para luego salir de ese mal llamado escondite, para ver como tres criaturas del tamaño de un humano corrían justo delante de lo que parecía ser un hombre musculoso con cuatro brazos y uñas como cuchillas, además de que poseía una cabeza bulbosa y reptiliana.

Disparó con ambos láseres contra una de las criaturas mas bajas, impactando en una rodilla que se doblaba por dos sitios, partiéndola y haciendo caer estrepitosamente a la criatura, justo para que un segundo disparo le impactara en el cuello.

Una menos, faltan tres.

Otra de ellas, con un aspecto humano salpicado de protecciones de quitina y una sola mano que se arqueaba y remataba con una cuchilla de hueso intentó embestir a su atacante, ignorando el hecho de que estaba a casi tres metros.

Noah disparó dos veces a la cabeza, haciendo que ese ser desplomase a la carrera y chocase estrepitosamente contra el suelo inerte.

Las dos criaturas restantes recortaron mas distancias, hasta el punto de que  Noah tuvo que agacharse para evitar un zarpazo del mutante mas pequeño, al que encañonó en la barbilla y abatió de un brutal disparo que salió por la parte superior del cráneo.

La criatura mas grande, de alrededor de dos metros y medio de altura llegó hasta su adversario.

Golpeó a noah con su zarpa, impactando en el último cadaver que el humano había abatido, partiéndolo por la mitad.

Noah aprovechó el momento para enfundar una de sus pistolas láser y desenfundar la bolter.

-Hora de probar como van las potentes.-Dijo para sí el asesino,que evitó mientras retrocedía y giraba a la derecha al mismo tiempo un par de zarpazos como puñaladas, para luego disparar contra el torax  cubierto de piel escamosa y dura del ser. abriendo varios huecos en él.

Noah sonrió mientras disparaba un rieo con la pistola bolter, viendo como el proyectil se internaba en la criatura y explotaba, reduciendo a la criatura a una masa sanginolenta que se revolvía en un intento animal de comer, huir o gritar.

Pero solo pudo morir.

-Eres un buen luchador.-Dijo el fantasmagórico ser mietnras se escuchaba como un par de rifles automáticos se disparaban en el acceso al que había estado momentos antes, posiblemente de una pareja de mercenarios que intentaba retener a esas cosas.

También escuchó como una granada estallaba.

Esto se ponía serio.

-Y por eso mismo quiero que te encargues de esta amenaza.-Anunció el hombre de aspecto autoritario.

-¿Encargarme?-Preguntó el mercenario mientras se ponía la capucha, que se había caído hacia atrás durante esa reyerta.

-Al final de este acceso hay una sala de control, sellarás esta sección y harás que las defensas automáticas y los servidores asesinos automaticen sus funciones para eliminar xenos.

-Pero me quedaría atrapado.-Contestó Noah.-Y no tengo planes de que ni yo ni mis compañeros nos quedemos aquí atrapados para ser un desayuno.-Contestó con sarcasmo mientras guardaba sus pistolas.

-De eso ya nos ocuparemos cuando consigamos que esos cabrones no tomen la estación..¿no le parece?-Dijo el inquisidor fantasmagórico mientras comenzaba a caminar, esta vez seguido de Noah, que escuchaba gustoso como parecía que el khorniano...Miker, atraía a los mutantes con sus locos actos y esa desquiciante risa.



Avanzó por el pasillo mientras miraba de un lado a otro. Ya había tenido un tercer encuentro con otra de esas cosas, esta vez tuvo que usar una de sus espadas para cortar las garras a ese cabrón y luego poder encajarle un tiro en el pecho.

Esos seres le sacaban de quicio.

Llegó hasta una puerta blindada con el símbolo inquisitorial en la puerta, y, junto a ella, el espectro que no había cesado de hablar de cosas extrañas y aburridas durante todo el trayecto.

-Ahora abre esta puerta.-Dijo mientras se retiraba, dejando ver una pantalla de datos que iluminaba con una luz verdosa ese tramo.-El código es 309912 ImperatorAB4TQW.-Dijo el inquisidor.

Noah asintió mientras se acercaba a la pantalla, tecleando cuidadosamente los dígitos, para hacer lo propio con los caracteres.

Pero, una vez tecleado el último y comenzado la apertura de la puerta, una serie de gritos animales resonó en el pasillo.

Noah se giró y alzó sus pistolas láser arcanotecnológicas, encendiendo la función de visión térmica de sus gafas.

Y casi se estremece bajos u capucha cuando vio lo que parecían decenas de seres dirigiéndose furibundos hacia él.

Alzó sus pistolas y disparó sin casi apuntar, sabiendo que no había rincón del pasillo que no estuviera poblado por una de esas cosas.

Abatió a dos cuando escuchó el sonido mecánico de la puerta al abrirse, entonces aprovechó para retroceder a su interior, viendo como una de esas cosas escupía un fluido rojizo como la sangre, que impactó donde antaño había estado, comprobando con desagrado como el metal se corroía muy levemente, despidiendo un putrefacto olor que hizo que Noah arrugara la nariz.

La puerta comenzó a cerrarse, descendiendo hasta el suelo, dejando al mercenario contemplando como la marea desaparecía y la luz eléctrica volvía a sus ojos, permitiendo que Noah apagase las funciones de sus gafas polarizadas.

Falataban solo 20 centímetros cuando sintió que la puerta era golpeada, entonces, en el cada vez menor hueco contempló como una garra intentaba alcanzarlo.

Noah disparó ciegamente a la extremidad, consiguiendo que su dueño cesara su esfuerzo con una herida sangrante.

La puerta se cerró y Noah suspiró.


Se giró para ver otra puerta a apenas un par de metros delante de él.

Se acercó hasta ella, deteniéndose en la mitad de la sala, justo cuando un craneo de metal del techo lanzó una luz verde sobre él, recorriéndolo en su totalidad, para luego cesar.

-GENOMA CONFIRMADO:VALORACIÓN...HUMANO, PUEDE CONTINUAR.-dijo una voz mecánica y neutra mientras dejaba abrir la segunda puerta, cosa que hizo mas rápido que su antecesora.

Noah pasó a otra sala, esta llena de cogitadores y ocupada solo por un ordenador y un holomapa.

-¿Qué puto lugar es este?-Dijo Noah en voz baja mientras caminaba hacia el holomapa, que, pese a parpadear de forma peligrosa, mostraba todavía gran parte de la estación.

-Es mi santuario.-Dijo el inquisidor blanquecino.-Desde aquí realizaba mis funciones...antes de que la cosa saliera mal.-Dijo de forma triste, para luego dirigirse al ordenador.-Pero ahora viene lo importante.

Noah se acercó al ordenador,que todavía mostraba una serie de comandos básicos.

El asesino comenzó a teclear lo mejor que pudo lo primero que le venía a la cabeza.Cosas tales como eliminar aliens o matar xenos

-Prueba poniendo Detección de especímenes peligrosos.-Dijo el espectro.

Noah obedeció, viendo como el color de la pantalla cambiaba, al igual que el holograma.

-Ahora pon Inserción de la rutina 3343.-Dijo mientras recobraba un tono autoritario a la par que Noah tecleaba.

Entocnes la pantalla se apagó durante medio segundo, dejando el holomapa de la sección de la estación como único lugar visible.

Ahora lleno de puntos rojos que se movían de forma animal:Eran los mutantes.

También habían puntos Azules dispersos:Eran los humanos.

Y por último aparecieron unos quince puntos verdes repartidos por lugares y accesos estratégicos.

-¿Qué son esas cosas?-Preguntó Noah.

-Son defensas automáticas que acabas de programar para que maten a esos errores.-Dijo el inquisidor con satisfacción y con un tono de autoridad y orgullo.

Noah asintió dentro de su capucha mientras miraba el mapa, parando cuando vio que los accesos principales, como aquél por el que había entrado junto a sus compañeros se cerraba con una linea naranja.

-Así que he cerrado los accesos principales.-Dijo Noah de forma levemente sorprendida.-Me lo imaginaba.

El inquisidor fantasma sonrió mientras señalaba un camino apartado protegido por tres puntos verdes.

-Eso es un camino de evacuación secundario, os llevará al nivel por el que habeís llegado.-Dijo de forma seca.-En dos minutos comenzará un mensaje automatizado que dirá a todos los humanos que vayan al pasillo D-6.

-Bien, el resto podrá escapar, ahora solo quedo yo.-Dijo Noah de forma seca, para luego mirar a su alrededor.

-Descuida, de eso ya me ocupo yo.-Dijo el inquisidor, que se acercó a una pared  llena de aparentes circuitos y luces parpadeantes.

Pasaron tres minutos en los que el asesino observaba al espectro buscar y mirar de forma obsesiva la pared.

-Es una pared, seguro que los muertos las veíais en vida.-Dijo el asesino de forma sarcástica mientras observaba con preocupación la puerta blindada, escuchando como su antecesora era golpeada fuertemente.

-Muy gracioso.-Dijo el inquisidor,q ue se detuvo y puso erguido al fin.-Ahora, pulsa esta insignia imperial.

Noah se levantó a desgana y se acercó a la pared, viendo el águila imperial que el inquisidor muerto señalaba.

La pulsó, dejando ver como ante él aparecía una puerta que parecía haber sido pintada con algún tipo de compuesto que ocultaba el mecanismo...

Noah dejó de pensar en esa especie de pintura camaleónica y cruzó el camino.

-Este pasillo comunica con la zona anterior, seguro que agradeces eso, además, lo hace en una zona bastante segura...-Dijo el inquisidor.

-¿Y ese lugar cuál es?-Preguntó Noah con interés.

-Un hangar.-Respondió el inquisidor con una sonrisa en los labios.

Noah asintió de forma inconsciente y caminó, seguido del espectro que parecía no querer separarse de él.

(Arkios)

Arkios acabó la botella de sacra con un último trago y la dejó caer al suelo. A su lado, la tecnohereje Aglaia no despegaba la vista del áuspex. Habían recibido las transmisiones, y oído ruidos...y cada vez los tenían más cerca.

Aglaia había sido una iniciada en el Adeptus Mechanicus, y poseía pocos implantes biónicos: tan sólo sus antebrazos y las piernas de rodilla para abajo. Al ser natural de Ogygia, poseía unas orejas acabadas en punta y ligeramente más largas que las de cualquier otro humano, pero sin llegar al abominable extremo de los eldar. Su túnica roja había sido cortada en la parte inferior derecha, dejando a la vista su pierna y permitiéndola así moverse con mayor facilidad. Sobre sus hombros se elevaba una serie de mecandendritas de reparación. Aglaia era la mecánica por excelencia del grupo, y no por nada.

- Qué, ¿Ves algo?- Dijo Arkios mientras retiraba el seguro de su rifle láser modelo M-Galaxy y se descolgaba el lanzagranadas modelo NA-5GL.

Aglaia asintió, y los cables que tenía por cabello se balancearon sobre sus hombros. 

- Más de lo que me gustaría. Están cerca.

- Pues a ver si llegan de una vez.

Arkios y Aglaia estaban en el hangar junto a otros cuatro mercenarios, formando en círculo en el centro de la sala, cubriéndose la espalda unos a otros. Sabían que no podían salir sin toparse con media estación, y no iban a salir. Preferían esperar a que esa media estación se les tirase encima. Al menos así podrían estar alerta cuando empezasen a matarles.

- Están aquí- Murmuró la tecnohereje mientras guardaba el áuspex y echaba mano del bólter modelo Godwyn Dyath que llevaba sujeto a la misma carne de su cadera mediante una cadena. 

- Vale, chicos- Empezó Arkios en voz alta- Se nos van a echar encima decenas, probablemente cientos, de bichos que no sabemos qué carajo son. Poned los rifles en automático y apuntad antes de mojar los pantalones. Vamos allá.

Activó una placa de datos, que comenzó a emitir una canción de Ar-k especialmente intensa, y se la dejó sujeta al portaequipos del pecho. Se encendió una vara de Iho y la mordió con fuerza, aspirando con placer el humo. 

Con un sonoro estruendo, una de las puertas laterales salió despedida fuera de sus goznes. Cayó al suelo y se arrastró por él durante varios metros, soltando chispas por la fricción. Un trío de mutantes, repugnantes todos ellos, apareció por la entrada...y un segundo después desaparecieron en una bola de fuego y metralla. El tambor del lanzagranadas rotó al disparar y un nuevo proyectil se colocó en la recámara. Arkios apretó el gatillo justo en el mismo instante en el que otra puerta era derribada, esta a sus espaldas, en la zona cubierta por los mercenarios.

La granada trazó un suave arco, silbando por el aire, y le estalló en la cara a un nuevo engendro, éste

Lanzagranadas Na-5GL

Lanzagranadas NA-5GL.

mucho más grande y corpulento que los que había matado antes. Una nueva deflaración borró del mapa al mutante, del que sólo quedaron sobre el suelo las piernas y parte de su tronco. En la entrada que Arkios cubría, había una alfombra de carne quemada y órganos fragmentados sobre un gran manchurrón de sangre que empapaba tanto el suelo como los laterales de la puerta. 

Disparó desde la cintura el rifle láser en automático, y una lluvia de haces anaranjados agujereó a una criuatura. Más disparos. Un mutante cayó al suelo cuando un disparo de láser le voló la pierna derecha a la altura de la rodilla, y otro más recibió un impacto directo en el estómago seguido de un nuevo disparo que lo decapitó. Arkios sonrió sin soltar el cigarro. Esto sí que era lo que le gustaba. 

Aglaia disparaba su bólter a la altura del pecho, dejando que el sistema artificial de puntería le marcase los objetivos. Decapitó a un horror con un disparo, y le voló media cara a otro con el siguiente. Apretó de nuevo el gatillo y una ráfaga segó a dos de golpe, partiendo en dos a uno y destrozándole el pecho a otro, esparciendo sus costillas deformes por el suelo. 

Oyó un gañido, y notó que algo le saltaba por detrás. Se giró y se encontró con un mutante en el aire, casi sobre ella, y a un mercenario detrás intentando acertarle con su rifle láser. Aglaia actuó rápido. Desplegó la cuchilla sierra que tenía acoplada en el interior de su brazo izquierdo y la activó. Puso la extremidad armada entre ella y la criatura, y en medio segundo se vio cubierta de sangre y trozos de carne. El cuerpo partido en dos de su atacante estaba en el suelo, sangrando a borbotones, empapando sus pies y los del mercenario que tenía al lado.

Giró sobre sus talones, arrojando una pequeña lluvia de sangre al remover el fluido, y una de sus mecadendritas golpeó con violencia la cara de otro mutante que se le había acercado demasiado. Su cabeza se agitó cuando una masa de zarcillos eléctricos la rodeó y lo dejó inconsciente. Una ráfaga de bólter se aseguró de que no se levantase.

Arkios agotó la última granada que le quedaba en el cargador y dejó el lanzagranadas de lado, colgando de su hombro derecho por la correa de cuero. Sostuvo con ambas manos el rifle láser y abatió con una ráfaga corta a otro mutante. Entonces se percató de que uno de ellos acababa de saltar sobre el mercenario que tenía a la derecha, que forcejeaba con él. Lo apartó del caótico con una fuerte patada y lo remató con su pistola NA-13, que le voló la cabeza por encima de la nariz. 

Y de repente la marea de mutantes cesó. Una vez hubo acabado con el último, rompiéndole el cuello de un tremendo puñetazo de su brazo derecho, echó la mirada atrás. Estaban todos vivos. Se encogió de hombros.

- Bueno...me han decepcionado- Admitió.

- Recibimos una transmisión entrante, Arkios- Le comunicó Aglaia- Dice que todos los humanos debemos ir al pasillo D-6.

- ¿Quién lo ha enviado?- Preguntó uno de los mercenarios.

- Ni idea- Arkios recargó el lanzagranadas y lo amartilló- Pero tendrá problemas si es una trampa. ¡En marcha!


(Disi)

El pesado hombre levantó la pesada arma hasta tenerla al nivel de su cintura, del cañón de esta arma empezó emerger chispas para deforma seguida  proyectiles en forma de corriente tesla impactaran contra los mutantes, pasando una corriente de cientos de voltios quemando sus venas, músculos y carne por igual. Cuando los tres mutantes cayeron al suelo acompañados de un humo negro el hombre bajó el arma riendo lentamente a carcajadas, junto a el otra figura de un tamaño algo menor (pues el hombre de armadura pesaba los dos metros sin problemas) dio unos pasos adelante.- 

-Bien, basta de perder el tiempo.- Fácilmente por aquella voz casi estéril y fría se pudo reconocer aquel hombre, Sargento. El que le acompañaba era uno de sus guardaespaldas personales, un mercenario con el que confiaba poder hacer frente a los enemigos de esta estación, y lo que no eran de esta estación...

-La batería...Se esta sobrecargando..- Dijo con una voz algo pesada y agobiada el portador del cañón  de tesla. 

-Déjala descansar, tenemos que encontrar el resto.- De forma inmediata empezó a caminar hacia la puerta de donde vinieron aquellos rezagados mutantes. 

La sala donde llegaron no era mas de lo que esperaba, el resto de mercenarios internados habían buscado un lugar donde retirarse, acobardados y asustados. Pero ahí estaba ella, la jefa mercenario tras una cobertura improvisada con cajas con dos de sus compañeros abriendo fuego contra el otro extremo de la sala, lugar donde los mutantes emergían de la puerta enfurecidos como si el hecho de que sus hermanos mutantes muriesen les provocase cierto sentimiento de desprecio. La jefa mercenaria también llamada Naraira disparaba con lo que parecía ser un subfusil del 12,7mm, por lo que los proyectiles atravesaban sin muchos problemas a los mutantes que caían bajo la lluvia de disparos procedente de los mercenarios.  Wolfe que era como le llamaban en su mundo natal levantó el cañón tesla, empezó lentamente a apretar el gatillo por lo que los distintos artefactos con forma de bombilla que rodeaban el cañón empezaron a chisporrotear, acto seguido los proyectiles salieron disparados seguidos de pequeños rayos, impactando de forma horrible contra los mutantes despersonalizando y friendo todo lo que estuviese por su camino. 

Finalmente para cuando Wolfe dejó de apretar el gatillo ya todo había acabado, Sargento había observado como mutante tras mutante era acribillado por su guardaespaldas. Pero aún así había trabajo que hacer y sin dudarlo fue caminando lentamente hasta la cobertura donde ahora los mercenarios observaban temerosos a su líder. 

-Es un placer verle por aquí jefe.- Dijo Naraira de mientras apoyaba su subfusil al hombro, sonriendo y apretando los dientes algo común en ella. Su piel extremadamente blanca y pálida hacia juego con su pelo, que era corto y un lateral de este había sido rapado. Su oreja derecha estaba llena de argollas y algunos de sus dientes mostraban un aspecto mas bien parecido a unos colmillos. Su 1,75 era recompensado con un cuerpo delgado y algo musculoso por el trabajo que suponía ser mercenaria, y mas aún siendo la Líder de una panda de cobardes. 

-Tenemos trabajo.- Dijo Sargento girando y caminando como de costumbre, del lugar de donde habían venido los mutantes.


(Adepto Tech)

La sangre resbalaba por el brazo de Angla, que sostenía a un Mutante ensangrentado contra la pared.

-¡¿DONDE ESTÁ?!- Gritó Angla al mutante, apretando su cuello.

El mutante rugió de manera incomprensible, seguido de un impacto fuerte en su espalda, al ser golpeado contra la pared. Angla lo soltó, haciendo que este cayese al suelo, y posteriomente incrustando su oxidado cuchillo de combate en el ojo izquierdo, eliminandole.

Retiró el cuchillo y se levantó. Su rostro estaba ensangrentado, y unas marcas con forma de la boca del mutante que acababa de matar le cubría parte de la cara. Su cuerpo y armadura estaban llenos de rasguños, y el túnel estaba lleno de los defores cadáveres de los que intentaron atacarle. El sonido de las moscas infestaba el aire, y una risa malévola resonaba entre las moscas. El demonio hacía su presencia en ellas, su creación. El zumbido de las moscaas acompañaba a Angla por el pasillo, hasta llegar a una puerta bastante gruesa, donde un cartél rasgado impedía leerlo. Él abrió la puerta, y una nube de polvo lo envolvió.

-Pero que cojones...

Y los ojos de Angla se abrieron como plato, observando el interior que era invadido lentamente por las Moscas. Un cadáver en descomposición yacía apoyado en una enorme estantería medio-vacía, donde en uno de sus replanos descansaba la joya mas perfecta que Angla habría esperado ver en esa casa del dolor.

Un lanzallamas.

Un lanzallamas, y tres cargadores de prometio para el mismo. Increíble. Angla dejó a "Mikerl" en los brazos del cadáver que estaba siendo invadido por las moscas, cuando oyó unos ruidos en el pasillo. Angla se apresuró a cerrar la puerta, e instantes después, varios golpes sacudieron la puerta. Angla giró de la manivela, cerrando la enorme compuerta. La puerta estaba siendo fuertemente asediada, y Angla corrió a coger el Lanzallamas. "Mikerl" estaba rota. Usarla como maza contra los Mutantes no había sido una buena idea, pero su estado la podría haber hecho reventar al primer disparo.

-Se acercan, no crees?- Dijo él.

-Lo has sabido tu solo o has necesitado ayuda?- Resondió Angla al demonio.

-Creo que vuestro "Invitado" os ha preparado una bonita sorpresa... Con garras, violencia y MUCHA hambre.

-¿Y que debería hacer?
-Escucharme para empezar... Tenemos que rearmarnos y prepararnos... Hemos usado parte de tu energía para mantener las moscas con nosotros... Las usaremos para eliminar a los que nos asedian, y recuperaremos las moscas, y con ellas parte de tu energía... Además... Nos interesa reunirnos con Sargento cuanto antes... Está cerca y será fácil reunirse con él... No será bueno mantenerse en solitario... Vuestro “Prisionero” está jugando a un tira y afloja con su demonio... Yo atraeré... Su presencia... -Y eso dolerá?
-Bastante... Y atraeremos un buen grupo de esas... cosas... Hehehe...
Y una onda disforme recorrió toda la estación durante un instante.
Y una pua de dolor recorrió el cuerpo de Angla.

Angla tomó el lanzallamas, cargó un tanque de prometio y los otros dos los colocó en una pequeña mochila en su espalda. Angla se acercó a la puerta, soltó el agarre de la manivela, que empezó a girar, y con una pierna empezó a forzejear contra la masa de carne, perdiendo contra la misma. Las moscas empezaron a hacer presión contra la puerta, y la sala entera estaba inundada de un zumbido. Las moscas salieron por la pequeña abertura, repeliendo a los mutantes y descargando el peso sobre la puerta, permitiendo que Angla pudiese abrirla.

Cuando la puerta estaba suficientemente abierta, los mutantes observaron una figura envuelta en Moscas, con una extraña arma en manos. Angla apuntó contra ellos, y presinó el gatillo, envolviendolos en llamas junto a un gran número de moscas. Rápidamente el ambiente se convirtió en un horno, y el olor de los cadáveres y la putrefacción volvía a reinar, junto a un fuerte olor a carne quemada.


Angla se agachó. Había perdido mucha sangre y fuerzas. Levantó su brazo izquierdo, abriendo la boca en la mano y las moscas empezaron a entrar por ella como si entraran por un agujero negro. Con la energía recuperada parcialmente, tomó el lanzallamas y empezó a correr, hasta llegar a una gran sala, y al fondo de esta varia sombras andando. Reconoció entre ellas a Sargento, y corrió hacia él.



(Yesika)

-Porque, en algún momento, moveré ficha. Alguien cometerá un error. Una palanca que se abre en el momento menos indicado. Una puerta que no cierra bien… Una cadena suelta, aflojada convenientemente durante varios días, quizás- Dijo Markus observándola con su mirada bicolor- Y cuando llegue ese momento me escapare, Yesika. Y necesito saber que vas a venir conmigo.


Yesika apretó la mandíbula. El frío desprecio que sentía por los del otro género subió por su garganta, ahogando cualquier posible calor. Si había algo capaz de generar esa reacción en ella, era la gente creída. Los hombres creídos, en concreto.


-Pues espera ahí sentado. Llevas tres días con tu culo en el suelo, podrás aguantar. -la joven se dio la vuelta para evitar ver la sonrisa del pirata y salió de la celda con paso firme y tenso.


Una vez fuera, apretó el paso, con la cabeza ahora en un vendaval de emociones; enfado, especialmente. Aquel maldito pirata se creía alguien de verdad, un hombre de verdad; pero no, ella no había conocido a ninguno todavía. Tan sólo tenía a su demonio. Si no fuese por él, no sería nada. Sin esa entidad en él, jamás podría influir en ella y generarle dudas, todo se reducía a aquel espíritu slaaneshi. No había demonio antes.

Yesika paró un instante antes de seguir andando. Tras la sorpresa inicial, logró distinguir a la voz de sus propios pensamientos.


"¿Qué has dicho?"


"Que no había ningún demonio antes en esa celda. Detecté su presencia lejos de allí."


La joven notó diversión en la voz de su maestro, como si se estuviese riendo. Lo cual no hizo más que enfadarla más.


"¿Y?"


"Nada, nada. Tú sigue con tus pensamientos."


Esta vez notó aún más claramente la burla del demonio dentro de su propia cabeza. Yesika fue a replicarle cuando algo enfrente de ella le llamó la atención. Había pensado que era una persona, pero eso era verdaderamente un insulto a las personas. La criatura que tenía delante era una parodia de ser humano: encorvado, con la cara deforme y dura y unos dedos que terminaban de forma antinatural en garras larguísimas. La bestia estaba inclinada sobre el cadáver de otro mutante, del cual arrancaba a mordiscos trozos de carne. La caótica se dio cuenta entonces de que sólo llevaba su cuchillo encima. Maldiciendo por dentro al idiota que hubiera dejado libre a esas cosas, empezó a retroceder lentamente. Entonces, justo antes de llegar al final del pasillo, el mutante levantó la cabeza y la miró fijamente. Yesika sabía que tendría que haberse asustado, verdaderamente ésa era una cara digna de asustar, pero en vez de ello sintió una extraña calma. Al hacer contacto visual, comprendió de verdad lo mucho que se parecía a un animal aquel ser. A través de sus ojos, podía observar su alma, una masa confusa de instintos y dolor, bajo la que subyacían los restos destrozados e irreconocibles de una conciencia humana. Yesika tocó la mente de la bestia e, inconscientemente, alzó ambas manos. El mutante gruñó, confuso, pero no atacó. “Bien,” pensó, “si es una mente animal, debe de ser fácilmente manipulable.” La joven empezó a reforzar los sentimientos de miedo y pertenencia al grupo, mientras que apaciguó los instintos de ataque y caza. Pronto, el mutante empezó a gemir, preso de un extraño vuelco en sus pensamientos. Alzó sus garras y estiró las piernas, pero en verdad se estaba colocando en una postura defensiva. Entonces, tras un titubeo, se dio la vuelta y salió corriendo, urgido por la necesidad de volver con el resto de sus compañeros mutantes, y temiendo sin saber por qué a la extraña joven que, con los ojos cerrados, alzaba las manos con cuidado en su dirección.

Yesika abrió los ojos. Se había ido. La joven sonrió satisfecha. Había logrado entrar en la mente de alguien y cambiar su parecer, aunque fuera una conciencia simple y animal. Era la primera vez que lo lograba, y había sentido una sensación de poder como pocas veces antes. El poder de controlar los pensamientos de otro, jugar con su mente y por tanto con su persona. Era algo a su vez intimidante y pacífico, sin la típica violencia que les gustaba ejercer a los de su grupo…


“No te subas tanto, señorita, te he tenido que ayudar bastante. Aún así, bien hecho; avanzas rápidamente.”


La joven se limitó a asentir, paladeando todavía la extraña y confortable sensación. Entonces, con un suspiro, fue hasta su habitación a recoger sus armas, y luego a buscar al resto. Durante todo el camino no se encontró con ningún mutante más, aunque no sabía cuánto de ello era debido a la suerte y cuánto a su maestro. Finalmente, reconoció las siluetas de Sargento y varios mercenarios. Yesika se dio cuenta conforme se acercaba de que ahora era capaz de detectar pequeños trazos de la mente de los otros. Simples destellos de algo más grande que la mente de un animal, pero ya era algo. La joven recordó lo mucho que la intrigaba Sargento, y se preguntó cómo sería la mente de su jefe. Sin embargo, los pocos trazos que vio la disuadieron de investigar más. Eran pequeños remolinos de oscuridad y sentimientos autodestructivos, tan negros que no podía comprender cómo una persona viva podía albergarlos. Yesika se estremeció levemente e, intentando aislar su mente de esa alma atormentada, se reunió con sus compañeros.


*Parte 2*

El pasillo D-6. Ninguno se habría imaginado que aquello estaba allí.

Se encontraban de nuevo en el bloque de celdas en el centro mismo de aquella sección de la nave. El lugar en el que habían encerrado a Markus apenas era un pedazo de la gran prisión que había allí. Una enorme sala circular, suspendida por cables de plastiacero se alzaba sobre un gran respiradero que descendía por todo el complejo. Estaba conectada a los largos pasillos del bloque de celdas por cuatro pequeños puentes que a su vez mantenían estable la sala cuando los operarios de celdas que habían trabajado allí caminaban sobre ella y un grueso cristal reforzado formaba una cúpula a su alrededor, abierto por arriba para conectarse con un largo tubo de ventilación.

El acceso a aquel lugar se había bloqueado cuando los mutantes se liberaron de sus celdas, sembrando la muerte por toda la estación. Las celdas en las que habían residido cuando aún eran humanos  se encontraban vacías por lo que los guardianes se encontraban en otras secciones de la nave cuando se inició el bloqueo.

La sala se encontraba en mejores condiciones que el resto de la nave. Al menos no estaba llena de sangre y cadáveres, pensó Yesika cuando entraron.

Se habían reunido con él resto del equipo a medida que iban avanzando por la nave y ahora se encontraban ante uno de los accesos de aquel lugar, observando la estructura y esperando que allí pudieran resistir mejor de lo que lo había hecho el resto de la nave.

La enfermería había sido consumida por la oleada de mutante y aberraciones. Los miembros de los heridos y de algunos mercenarios que habían tratado de defenderse allí cuando Vitulv y Tannia tomaron caminos separados. Los pasillos eran una macabra mezcla de cadáveres humanos y mutantes y los segundos, los que aún permanecían vivos, se daban un festín con la carne de los primeros.

Apenas dieciséis de los suyos, contando a los miembros de su escuadra, eran lo que quedaba de los soldados que habían entrado en aquel lugar. Si había sobrevivido alguien más no podía saberlo.

Tras ellos se escuchaban el sonido de los disparos de las torretas defensivas que aún permanecían operativas y los chillidos de los mutantes al morir. De camino a allí la joven y el grupo de mercenarios liderados por Naraira que escoltaban a Sargento se habían encontrado con algunas de ellas cazando sistemáticamente a los semi xenos hasta que se quedaban sin munición y caían destrozadas por las garras y los colmillos de las bestias más escurridizas.

Yesika apenas las percibía, pero sabía que esas cosas existían, un vago eco en su propia mente cambiante. Decenas de aquellas cosas morían por toda la nave, podía sentirlo, tanto como podía sentir que aún quedaban muchas más.  

Sin embargo la de sus compañeros era algo patente, mucho más fuerte dado la complejidad de sus mentes y por la cercanía. De no ser por su adiestramiento y por la influencia de su maestro que bloqueaba la mayor parte de los retazos de pensamiento de sus compañeros seguramente se habría quedado en un rincón tapándose los oídos tratando de no escuchar.

Cruzaron a toda velocidad el puente y entraron en la sala. Arkios y su acompañante tecnosacerdotisa se demoraron un poco, para que la segunda activara los cierres de la sala y las cuatro torretas defensivas, una colocada sobre cada puente.

En un instante las puertas de metal se cerraron. Y las balas de las defensas automáticas comenzaron a tronar en cuanto el primer engendro dobló la esquina. La bestia estalló en pedazos cuando la munición de bólter pesado la acribilló de arriba abajo.

Aglaia se apoyó contra la pared, resoplando mientras Arkios bajaba el lanzagranadas que había mantenido apuntando hacia el enemigo para cubrirla. Sargento se adelantó hacia la ogygana  mirándola a través de los huecos de su máscara demoniaca.

-¿Los detendrá?- Preguntó con frialdad.

La tecnohereje se puso de pie y se alisó los pliegues de su túnica cortada por un lado.

-Según los datos esas torretas tienen aproximadamente tres mil disparos cada una. No debe de haber más de unos pocos centeneras de esos mutantes por la zona. Debería bastar.- Contestó Aglaia con serenidad, aunque un poco más tensa de lo normal por la fría mirada del Sargento.

El oficial se quedó allí unos segundos más, sin apartar la mirada de ella. Después se dio la vuelta y regresó con el resto del equipo. Aglaia lanzó un leve suspiró y Arkios apartó la mano de la funda de su pistola.

 -¿Cuánto aguantara la energía?- Dijo volviéndose hacia Noah.

El asesino se encogió de hombros. Ya les había contado a todos que había sido él quien conecto las defensas automáticas, aunque Yesika aún no se terminaba de explicar cómo había encontrado aquel panel de control ni como había sabido meter las claves correctas para encender todo aquello. Le había preguntado a su demonio, intentando sonsacarle algo, pero este se había negado a darle los detalles entre risas, diciendo que aquello seria tirar por la vía fácil.

-No lo sé. La instalación parece muy vieja y muchas de las torretas parecen defectuosas y dañadas. Tampoco deben quedar muchos servidores asesinos por allí. No tengo ni idea.

-Averigüémoslo- Dijo Aglaia mientras se sentaba ante uno de los cogitadores que se encontraban repartidos por la sala. Por el tono, parecía un poco ofendida por el hecho de que no se lo hubieran preguntado a ella.

Tecleó un par de líneas mientras el resto del grupo se agrupaba alrededor de la pantalla. Los mecadendritos de la mujer tecleaban y giraban ruedecillas y palancas mientras sus dedos volaban sobre el teclado. La pantalla se iluminó y parpadeó mostrando un plano azulado que señalaba la distribución energética de la base.

 -Dioses- Murmuró la tecnosacerdotisa- Bueno la instalación de la mayoría de la estación no está para tirar cohetes que digamos. Resulta un milagro que todo esto no explotara cuando desembarcamos - Expresó- Pero esta zona no parece estar muy dañada. Seguramente porque el combate no llegó hasta aquí. Veamos donde está el generador…

Los dedos de Aglaia volvieron a volar por el teclado y el mapa se enfocó en lo que debía ser la zona donde se encontraban mientras tililaba un punto brillante en un lateral del mismo.

-Perfecto- Dijo finalmente- Esta justo aquí- Se levantó del asiento y se colocó delante de una pequeña caja metálica que había pegada justo al lado del cogitador se agachó y retiro la tapa que la cubría con ayuda de las herramientas de sus mecadendritos y le hecho un largo vistazo- Está en perfecto estado. Esas cosas no se nos acercaran.

Los mercenarios y algunos miembros de su equipo respiraron aliviados, pero Yesika todavía no podía quitarse de encima aquella sensación de que no estarían a salvo en ningún sitio. Tal vez fuera por el reciente despertar de sus poderes psíquicos pero sentía que no estaban tan seguros como decía la mujer de orejas picudas.

Notó una presencia detrás de ella y se volvió a tiempo para encontrarse a Vitulv observándola con su típica expresión indecente, apoyado sobre el cañón de su rifle largo. Sintió como se le revolvía el estómago cuando el hombre se dirijo a ella.

-Bueno, por fin tenemos un descanso, nena- Dijo el Francotirador- Y según la Dama de Hierro estaremos un buen rato hasta que las cucarachas desaparezcan- En su rostro apareció una sonrisa lasciva de dientes afilados y Yesika deseó que el rifle se disparara y le arrancará la cabeza- Creo que se merece una celebración ¿No crees?

-¿Contigo?- Dijo la muchacha sin ocultar el desprecio que sentía- ¿Qué parte de déjame en paz es la que no entiendes, Vitulv?- Pronunció el nombre como si fuera la cosa más aberrante del mundo- No te aprecio, no me gustas, no me caes bien. Creo que te lo he dejado claro más de una vez. Si tu diminuto cerebro de roedor no lo pilla entonces te sugiero que te lo hagas mirar. Ya me he cansado de repetírtelo…

Se dio la vuelta, dando por zanjada la conversación cuando sintió como la agarraba fuertemente de la muñeca. Yesika se zafó con un movimiento rápido y se agarró la mano dolorida. Los ojos rojos de Vitulv brillaban como tizones y los ecos de su mente se oscurecieron y volvieron tenebrosos y abominables.

-Yo siempre consigo lo que quiero, pequeña zorra- Murmuró Vitulv entre dientes atravesándola con la mirada.

Yesika que quedo quieta por un instante, paralizada de pronto por el miedo, pero se sobrepuso cuando escucho la voz de uno de los mercenarios la saco de aquel estado y la dio un motivo más que sobrado para apartarse de Vitulv, que había comenzado a sonreír de forma maniaca al atisbar aquella reacción.

-Mirad- Dijo el mercenario apuntando hacia uno de los puentes donde se amontonaban una docena de cadáveres mutantes- Las torretas ya no disparan.

Todos se volvieron rápidamente al escuchar aquellas palabras y miraron en dirección al lugar que señalaba el soldado.

Percibieron el brillo de la torreta, confirmando que estaba encendida y el sonido de su mecanismo de movimiento al girar buscando objetivos. ¿Era posible que se hubiera acabado? Un nuevo disparo acabó con sus esperanzas. Yesika observo con atención y vio como un brazo quitinoso terriblemente deformado se asomaba un poco por una de las esquinas antes de desaparecer cuando la torreta abrió fuego agujereando la pared que había detrás.

-Se están… ¿Escondiendo?- Preguntó Noah desde atrás.

-Eso parece- Contestó Aglaia mientras observaba la escena- Utilizan el radio de visión de las torres y la cobertura de los pasillos para evitar que les disparen. No parecen tan tontos como creía.

Yesika podía percibir las toscas mentes de aquellas cosas. Eran primitivas y animales sí, pero también conservaban restos del intelecto que habían poseído cuando eran humanos. Aquellas los híbridos intuían vagamente que las torretas no los dispararían si se colocaban lejos de su posición, pero también trataban de encontrar una manera para llegar hasta sus presas, ahora encerradas en aquella burbuja transparente.

Entonces notó algo, una presencia detrás de todos ellos. Una presencia poderosa. Yesika se volvió rápidamente y la vio. La mujer que había visto cuando habían llegado allí el primer día. Su imagen etérea era mucho más nítida y Yesika pudo distinguir su larga melena color caoba con un largo mechón plateado. Sus rojos y carnosos labios se estiraron en una sonrisa inocente sobre su pálida piel perfecta mientras unos brillantes ojos dorados la observaban divertidos.

La mujer la miro a los ojos  con una sonrisa traviesa y extendió la mano hacia la caja de energía. Sus largos y estilizados dedos inexistentes atravesaron fácilmente la carcasa y se adentraron en el interior mientras todo su cuerpo se arqueaba de una forma tremendamente grácil y sutil, remarcando las torneadas formas de su cuerpo.

Entonces la caja explotó y las luces parpadearon hasta apagase mientras se encendían las luces rojas de emergencia.

La mujer desapareció mientras una risa ligera resonaba en la mente de la muchacha hasta desaparecer. Una risa cantarina y terriblemente hermosa pero hizo que a todos se les erizaran los cabellos detrás de la nuca, incluso a sus compañeros, que no la habían oído.

-¿¡Qué demonios…!?- Rugió Vitulv mientras se volvía para ver como Aglaia se arrojaba contra la caja y la examinaba con urgencia.

El rostro de la mujer estaba mucho más pálido de lo normal y una gota de sudor se deslizo por su mejilla cuando se volvió hacia ellos.

-Esta frito…

Entonces el sonido de las puertas blindadas de la sala al abrirse resonó en sus oídos como una campana fúnebre.

Durante un instante se hizo el silencio. Los mercenarios tomaron posiciones en las puertas, comenzando a apilar apresuradamente todo lo que pillaban.

Yesika terminó de tumbar un fichero cuando el primero de los mutantes se apresuró a asomar la cabeza.

La bestia olisqueo el aire, respirando el aroma residual de la munición de bolter de las torretas. Docenas de criaturas más, de las más horrendas y grotescas formas y tamaños se le unieron rápidamente. Ya no se morían al salir de su escondite, y las puertas de metal estaban abiertas.

Yesika se colocó en posición con el rifle láser apuntando hacia una de las puertas mientras hacia una estimación de todo lo que había allí. Las bestias se agolpaban unas con otras, dudando aun sobre si atreverse a cruzar. Debía de haber al menos un centenar rodeando la sala. Siendo más exactos, el ultimo centenar que quedaba en toda la base. Pero eso solo hacía que fuera peor. Aquellos eran los mejores de entre los suyos. Los más grandes, los más fuertes, los más listos…los más letales.

Un ser gigantesco, con cuatro pares de brazos recubiertos de garras y tremendamente blindado se adelantó un paso. No ocurrió nada. El ser rugió de júbilo y sus hermanos respondieron con una cacofonía discorde de chirridos y bramidos que helaron los corazones de los humanos durante un instante. Yesika notó que la mente de aquel ser estaba extrañamente enlazada a la de los demás, reforzando sus básicas psiques con su propia presencia psíquica.

Una criatura sináptica.

Entonces cargaron. A una velocidad tremenda desde todas las direcciones, dispuestos a arrojarse contra sus pequeñas presas y a devorar su carne.

Las armas dispararon una vez más y el aire se llenó de nuevo de gritos de dolor. Aquella era la última batalla. Si la ganaban, la nave era suya. Si la perdían… nada quedaría salvo los restos que las bestias dejaran para las alimañas.

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Tannia giró la esquina a toda velocidad y resbaló con un charco de sangre que manaba de uno de los cadáveres del pasillo. La joven perdió el equilibrio y cayó al suelo, una pequeña parte del contenido de su bolsa medica se desparramo por el suelo, rompiendo los viales de algunas de sus mezclas más interesantes.

No le importo, simplemente se apresuró a levantarse y a evitar el contenido de los viales y de los trozos afilados de vidrio mientras seguía corriendo. Un chirriante sonido de zarpas al golpear la malla metálica que conformaba el suelo de la estación resonaba tras ella, acompañado de los gruñidos del hibrido de genestealer que la perseguía desde hacia rato.

No sabía cómo darle esquinazo. Aquella cosa había sobrevivido cuando Tannia le había arrojado su más variada selección de ácidos y venenos gracias a su pistola de agujas eldar oscura y las ráfagas de su pistola láser herían a la bestia, pero esta no cejaba en su empeño de atraparla.

El mutante giro la esquina por la que segundos antes había pasado ella y tropezó de igual manera, estrellándose contra la pared y clavándose los pedazos de los viales rotos empapados en los químicos. El ser rugió de dolor cuando las sustancias entraron en su riego sanguíneo y sacudió la cabeza, confuso. Tannia no se detuvo y simplemente intuyo que debían ser algunas de sus drogas especiales para psíquicos. Seguramente estaría aturdido unos segundos, pero por la resistencia que estaban demostrando él y sus congéneres a la mayoría de sus fármacos no quería arriesgarse.

Corrió rápidamente por el pasillo, rezando a cualquier dios que pudiera escucharla para que aquella cosa la perdiera. Pero parecía que ahora mismo ninguna deidad tenía intención de ayudarla. El trote a cuatro patas del mutante volvió a resonar al instante, aunque más lento e irregular que antes.

Tannia no podía más, le ardía el pecho y tenía todos los músculos agarrotados de tanto correr. Hacía rato que se le había pasado el efecto de la inyección de adrenalina que se había suministrado hacía rato y los efectos del cansancio y el desgaste físico hacían que cada paso fuera una autentica agonía.

Aquella cosa estaba recortando distancias, aunque ella no podía verla, así que la enfermera hizo lo único que se le ocurrió. Abrió de un tirón la primera puerta de una de las celdas que había por el pasillo y la cerro con rapidez. El cierre electrónico de la misma emitió un leve pitido al cerrarse.

Tannia maldijo por lo bajo y retrocedió hasta el fondo de la celda. Seguro que aquella cosa había escuchado el pitido y ahora sabría dónde buscarla. Entonces notó que alguien tiraba de ella, haciéndola caer al suelo. Antes de que pudiera gritar una mano humana tapo sus labios, impidiéndola emitir ningún sonido.

Una voz susurró en su oído y sintió una enorme sensación de alivio al reconocerla.

-Silencio. No digas nada y quédate quieta- Habló Markus, Tannia se dio cuenta de que se iba podido abrir la puerta tan rápido era porque se trataba de la única que tenía la clave de acceso totalmente operativa- Deja que pase de largo.

Ella trato de calmarse mientras el brazo humano del pirata la sostenía por la cintura, apretándola contra él. El brillante ojo dorado de él brillaba en la penumbra mientras movía los labios en silencio, articulando palabras ininteligibles en un quedo susurro imperceptible.

Los pasos de la bestia resonaron justo fuera de la celda. El ser estaba confuso, había escuchado el sonido de la puerta al cerrarse y aun percibía la presencia de la hembra por alguna parte, pero algo en su mente le decía que allí no había nada. Su instinto le decía que la presa estaba cerca pero al mismo tiempo se contradecía a si mismo de forma intermitente.

Markus frunció el ceño, aquella cosa era resistente. Tenía una mente bastante más organizada que el resto de seres que habían cruzado por delante de su celda. Aquellos ni siquiera se habían dado cuenta de que estaba allí cuando él usaba una buena parte de su poder para ofuscar sus mentes y evitar que lo detectaran. Había resultado un juego de niños pero aquella cosa era diferente.

Desde hacía un rato estaba notando la presencia de un mutante sináptico y su presencia hacía mucho más difícil influir en las mentes de aquellas cosas. Y luego estaba el estado de Tannia. El pecho de la mujer subía y bajaba a una velocidad vertiginosa mientras su cuerpo se encontraba húmedo por el sudor. Notaba el temblor intermitente de su cuerpo y el olor a sangre que desprendían algunas de su ropas.

Podía influir en la mente de aquella cosa pero necesitaba que Tannia dejara de pensar por unos instantes, hacer que se calmara y que se olvidara del peligro para que el mutante dejara de seguirle el rastro.

Tenía que pensar rápido así que hizo lo primero que se le ocurrió.

Tannia noto como la mano de Markus dejo su cintura y agarro su barbilla obligándola a volverse hacia el suavemente. Tannia observo el rostro del pirata y apenas lo vio venir.

Markus la beso. Fue un beso extraño pero terriblemente intenso. Tannia notó como se derretía ante aquel beso mientras una corriente eléctrica sacudía todo su cuerpo. Se encontró así misma devolviéndole el beso mientras la tensión de su cuerpo desaparecía como si nunca hubiera existido. No importaba nada, ni los mutantes, ni sus compañeros, ni todas las cosas horribles que había visto aquel día. Todo lo que existía eran los labios de Markus.

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El mutante se detuvo. Había perdido el rastro. Aquel pensamiento insistente de que allí no había nada aumento de volumen hasta hacerse insoportable. El ser salió disparado de allí, siguió corriendo hasta llegar al lugar donde sus hermanos habían encontrado más presas, su líder los llamaba y no podía hacerle esperar.

Markus dejo de presionar la mente de aquel ser y volvió a sus propios pensamientos mientras sentía como Tannia se pagaba mucho más a él. Seguían besándose, había tenido que influir un poco en la mente de la enfermera, de forma mucho más sutil para que no se diré cuenta que en la del mutante, anulando las preocupaciones y el miedo y haciendo que se centrara durante ese instante solo en él.

 Había logrado desviar la atención de la bestia, cuando el olor del miedo de la mujer desapareció repentinamente. Ahora ya había pasado.

Entonces Tannia se hecho sobre él, besándolo con más intensidad todavía. Markus se encontró un instante un poco confuso. No era ese el resultado que había esperado. Los pensamientos de Tannia habían vuelto, pero la slaaneshi estaba ahogando su miedo en aquella acción, dejando que su cuerpo hablara por ella.

Markus se rindió y continúo besándola mientras desabrochaba los botones de su camisa. No era lo esperado pero tampoco iba a decir que no a algo así. Ya tendría tiempo de preocuparse por su situación después.

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La Voz sonrió para sus adentros mientras observaba la batalla que estaba teniendo lugar entre los mercenarios supervivientes  y la horda de mutantes. Se encontraba reposando su esencia etérea sobre uno de los largos cables que sostenían la sala sobre el vacío, mirando como los mortales se debatían con uñas y dientes.

Pero su atención se centraba especialmente en la muchacha psíquica.

Tenía una mente, prodigiosa, llena de potencial. Pero había algo en ella… Algo familiar, pero que seguía escurriéndose, escapando de alguna manera a su percepción. Arrugó el gesto. Markus estaba interesado en aquella chica, así que seguramente también estaría enterado de aquello. Sonrió para sus adentros cuando la horda de monstruos se acercó mucho más a la posición de la muchacha.

Bueno, si sobrevivía a aquello ella también se convencería. La chica merecería la pena.

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Bien, nuevo orden de posteo chicos. este es el ultimo turno de este combate. Despues volveremos a pasar al rollo social breve.

Primero iran Torin con sus dos pjs, despues ira Maky con sus dos pjs, despues Sekiva, Jm y Horus para cerrar. No rolearemos a Anlga ninguno, y acutaremos como si no estubiera en el rol. Dadles caña a los tiranidos peña...