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(Entrevista con el "Capitán" 3===D)
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===El joven vetusto===
 
===El joven vetusto===
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Hank se miró una vez más en el espejo del baño propio con el que contaba su pequeña pero lujosa habitación. Le encantaba como le quedaba el traje de gala que le habían dado: le hacía parecer un marino salido de las historias que había leído de pequeño, y en los que se inspiraba para todo en su vida. Debido a ellos llevaba un parche aún teniendo ambos ojos, color gris piedra, funcionales. Siempre llevaba su pipa a pesar de no soportar el tabaco, y su vieja gorra de capitán de barco, que su padre le había regalado años atrás. Se había dejado barba y bigote para parecer mayor, pero había acabado tiñéndosela de gris junto con su pelo, corto y alborotado bajo la gorra. Todo esto sumado a su piel, blanca en origen pero tostada debido a toda una vida bajo el sol, le daban la apariencia de un viejo lobo de mar, e impedían al ojo común cualquier aproximación a su edad real: 24 años.
 
Hank se miró una vez más en el espejo del baño propio con el que contaba su pequeña pero lujosa habitación. Le encantaba como le quedaba el traje de gala que le habían dado: le hacía parecer un marino salido de las historias que había leído de pequeño, y en los que se inspiraba para todo en su vida. Debido a ellos llevaba un parche aún teniendo ambos ojos, color gris piedra, funcionales. Siempre llevaba su pipa a pesar de no soportar el tabaco, y su vieja gorra de capitán de barco, que su padre le había regalado años atrás. Se había dejado barba y bigote para parecer mayor, pero había acabado tiñéndosela de gris junto con su pelo, corto y alborotado bajo la gorra. Todo esto sumado a su piel, blanca en origen pero tostada debido a toda una vida bajo el sol, le daban la apariencia de un viejo lobo de mar, e impedían al ojo común cualquier aproximación a su edad real: 24 años.
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===La muchacha inquieta===
 
===La muchacha inquieta===
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Disia se echó el flequillo que tapaba sus ojos azules a un lado y se ajustó la coleta, provocando que las mangas de su jersey color crema volvieran a su posición natural. Decidió darse por vencida en intentar arremangarse, sus finos brazos siempre provocaban que volvieran a extenderse. Siguió ajustándose el pelo y se le ocurrió doblar las mangas para que aguantaran un poco más. Contenta por haber conseguido su objetivo, dio un saltito que provocó que el ajustado pantalón color granate que marcaba sus bonitas piernas le tirara. Ella habría preferido ir con sus pantalones de combate, pero Hank le dejó bien claro que debía, y sus palabras habían sido exactamente estas, "debía parecer una mujer".
 
Disia se echó el flequillo que tapaba sus ojos azules a un lado y se ajustó la coleta, provocando que las mangas de su jersey color crema volvieran a su posición natural. Decidió darse por vencida en intentar arremangarse, sus finos brazos siempre provocaban que volvieran a extenderse. Siguió ajustándose el pelo y se le ocurrió doblar las mangas para que aguantaran un poco más. Contenta por haber conseguido su objetivo, dio un saltito que provocó que el ajustado pantalón color granate que marcaba sus bonitas piernas le tirara. Ella habría preferido ir con sus pantalones de combate, pero Hank le dejó bien claro que debía, y sus palabras habían sido exactamente estas, "debía parecer una mujer".
   
   
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Ella sabía que iba a broma pero aun así le resultaba extraño. A pesar de haber tratado en los últimos años con soldados de las Fuerzas de Defensa Planetaria, había pasado toda su vida entre máquinas y aún no sabía muy bien tratar a las personas, menos aun comprenderlas. De todas formas, se sentía bastante a gusto con sus compañeros de escuadra.
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Ella sabía que iba a broma pero aun así le resultaba extraño. A pesar de haber tratado en los últimos años con soldados de las Fuerzas de Defensa Planetaria, había pasado toda su vida entre máquinas y aún no sabía muy bien tratar a las personas, menos aun comprenderlas. De todas formas, se sentía bastante a gusto con sus compañeros de escuadra, siempre y cuando no hubiera demasiada gente desconocida o poco tratada.
   
 
Por eso le asustaba esa gala, aunque no lo quisiera admitir.
 
Por eso le asustaba esa gala, aunque no lo quisiera admitir.
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Salió del baño y cogió la chaquetilla de esmóquin que le habian dejado. Se la puso: debido a su metro noventa de estatura casi le estaba algo pequeña, pero se la desabrochó y salió de la habitación sin más.
 
Salió del baño y cogió la chaquetilla de esmóquin que le habian dejado. Se la puso: debido a su metro noventa de estatura casi le estaba algo pequeña, pero se la desabrochó y salió de la habitación sin más.
 
=='''<span style="font-size:18px;">Capítulo 1: La recepción</span>'''==
 
=='''<span style="font-size:18px;">Capítulo 1: La recepción</span>'''==
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Hank cogió una copa de una de las bandejas que llevaban los camareros de un lado a otro, ofreciendo bebida y refrigerios a la enorme cantidad de invitados, la mayor parte altos cargos militares y nobles tanto locales como visitantes. El teniente estaba charlando, o más bien oyendo charlar, a un par de nobles del desértico planeta de Pesk'e, que hablaban gótico con un profundo acento. Aburrido de la conversación, y quizás también debido a que habían comenzado a discutir en el dialecto de su planeta el cual no entendía, Hank se disculpó con ambos y echo a andar hacia una de las múltiples mesas que se habían dispuesto.
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Echó un vistazo a ambos lados y al no ver a nadie conocido, se dejó caer en una silla desocupada. Al poco tiempo, un joven oficial se sentó a su lado.
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-Te...¿Teniente Hank? -preguntó tímidamente.
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-Buenas noches joven, ¿en que puedo ayudarte? 
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-Ve...verá, quería darle las gracias por todo lo que hizo y... y decirle que le admiro mucho -el muchacho estaba rojo como la grana.
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-Hahaha, ¿así que es eso? Tranquilo muchacho, no te ponga nervioso, que solo muerdo a los orkos -con una sonrisa mostró su diente de oro.
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El joven, visiblemente aliviado, suspiró y le preguntó, esta vez algo menos receloso:
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-Se lo habrán pedido muchas veces, pero... ¿Podría contarme como fue?
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En efecto, esa noche ya había contado la historia en cantidad de ocasiones, y presentía que tendría que hacerlo muchas más. Casi no necesitó hacer memoria, pues ya la repetía de carrerilla...
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Revisión del 18:21 16 dic 2013

Año 987.M41. Faltan unos pocos días para el fin del año y las calles de Mesto, capital del principal planeta del Sistema Sklamanie, están llenas de actividad. El principal Salón de Eventos de la ciudad está abarrotado, debido a que se va a festejar la victoria militar sobre los orkos que amenazaban a todo el Sistema, y van a estar presentes los héroes que los vencieron en increíbles circustancias. Estos se preparan para la recepción.

El joven vetusto

Hank Chibi

Hank se miró una vez más en el espejo del baño propio con el que contaba su pequeña pero lujosa habitación. Le encantaba como le quedaba el traje de gala que le habían dado: le hacía parecer un marino salido de las historias que había leído de pequeño, y en los que se inspiraba para todo en su vida. Debido a ellos llevaba un parche aún teniendo ambos ojos, color gris piedra, funcionales. Siempre llevaba su pipa a pesar de no soportar el tabaco, y su vieja gorra de capitán de barco, que su padre le había regalado años atrás. Se había dejado barba y bigote para parecer mayor, pero había acabado tiñéndosela de gris junto con su pelo, corto y alborotado bajo la gorra. Todo esto sumado a su piel, blanca en origen pero tostada debido a toda una vida bajo el sol, le daban la apariencia de un viejo lobo de mar, e impedían al ojo común cualquier aproximación a su edad real: 24 años.

Volvió a peinarse el pelo hacia atrás y se caló la gorra para dirigirse hacia el salón en el cual estaría comenzando la fiesta para celebrar la reciente expulsión de una flota orka del Sistema, de la cual Hank, sin quererlo, había sido el protagonista.

La muchacha inquieta

Disia Chibi

Disia se echó el flequillo que tapaba sus ojos azules a un lado y se ajustó la coleta, provocando que las mangas de su jersey color crema volvieran a su posición natural. Decidió darse por vencida en intentar arremangarse, sus finos brazos siempre provocaban que volvieran a extenderse. Siguió ajustándose el pelo y se le ocurrió doblar las mangas para que aguantaran un poco más. Contenta por haber conseguido su objetivo, dio un saltito que provocó que el ajustado pantalón color granate que marcaba sus bonitas piernas le tirara. Ella habría preferido ir con sus pantalones de combate, pero Hank le dejó bien claro que debía, y sus palabras habían sido exactamente estas, "debía parecer una mujer".


Ella sabía que iba a broma pero aun así le resultaba extraño. A pesar de haber tratado en los últimos años con soldados de las Fuerzas de Defensa Planetaria, había pasado toda su vida entre máquinas y aún no sabía muy bien tratar a las personas, menos aun comprenderlas. De todas formas, se sentía bastante a gusto con sus compañeros de escuadra, siempre y cuando no hubiera demasiada gente desconocida o poco tratada.

Por eso le asustaba esa gala, aunque no lo quisiera admitir.

Suspiró y salió de la habitación, esperando encontrarse con alguien conocido en aquel inmenso complejo.

El cocinero bonachón

Kaleus se encontraba ya en el salón principal, en el que no estaban más que los camareros que iban distribuyendo los canapés y aperitivos por las mesas antes de que llegara el grueso de la gente. Le mosqueaba que a pesar de haberlo pedido repetidamente, no le hubieran dejado cocinar, y esto se demostraba en su ceño fruncido sobre sus verdes ojos. Le habían dicho que esa noche era él el que tenía que disfrutar, pero Kaleus disfrutaba cocinando sobre todo lo demás.

Uno de los camareros le miró extrañado debido a que llevaba su gorro de cocinero: no se lo quitaba ni para dormir. Le tenía tanto aprecio que ya formaba parte de su aspecto habitual, junto con su rubio y bien recortado bigote. Al ir vestido con unos pantalones negros y una camisa blanca, parecía un camarero más, pero ese era su objetivo: colarse en las cocinas para supervisar que no se sirviera un estropicio. Los aperitivos que ya estaban allí le habían decepcionado.

Se acercó disimuladamente a la puerta de la cocina y se apoyó en la pared. En cuanto salió el primer camarero con otra bandeja de canapés, se agachó y entró sigilosamente a la enorme habitación llena de fogones y gente. Cogió un mandil que había por ahí y se puso a cocinar como los demás, excepto por una sonrisa de oreja a oreja que se marcaba en su cara.

El vagabundo y el buhonero

Paul se pasó la mano por la reluciente calva, impaciente. Se toquiteó luego la cara, completamente libre de pelo y se extendió las mangas de la gabardina. Le habían dado una nueva, para que no llevara el andrajo que portaba siempre, lo cual no le gustaba. Le habían alojado junto con el "suministrador" y el cocinero chiflado, en una habitación grande, a diferencia del Teniente y la chica, a los que habían dado habitaciones propias. Era injusto pero al menos tenía un techo y una cama caliente. En ese momento estaba esperando a Jean, que llevaba un rato en el baño. El cocinero había salido hacía ya casi media hora.

-¿Sales o qué? Tardas más en arreglarte que una mujer.

-¡No me estoy arreglando! Ve por tu cuenta si tanta prisa tienes, ¡pesado!

Jean oyó el sonido de la puerta cerrándose, que le confirmaba que Paul se había ido. Se levantó, tiró de la cadena y se abrochó el cinturón a los pantalones oscuros que llevaba. Se lavó las manos y se echó agua en la cara, que al estar fría le provocó un pequeño estremecimiento. Se miro al espejo y se desabrochó un botón de la camisa roja, para volver a atárselo. Intentó por última vez ponerse una corbata, pero ni le gustaban ni sabía. Mojó un peine y se peinó el pelo marrón claro, del mismo color que sus ojos, hacia atrás.

Salió del baño y cogió la chaquetilla de esmóquin que le habian dejado. Se la puso: debido a su metro noventa de estatura casi le estaba algo pequeña, pero se la desabrochó y salió de la habitación sin más.

Capítulo 1: La recepción

Hank cogió una copa de una de las bandejas que llevaban los camareros de un lado a otro, ofreciendo bebida y refrigerios a la enorme cantidad de invitados, la mayor parte altos cargos militares y nobles tanto locales como visitantes. El teniente estaba charlando, o más bien oyendo charlar, a un par de nobles del desértico planeta de Pesk'e, que hablaban gótico con un profundo acento. Aburrido de la conversación, y quizás también debido a que habían comenzado a discutir en el dialecto de su planeta el cual no entendía, Hank se disculpó con ambos y echo a andar hacia una de las múltiples mesas que se habían dispuesto.

Echó un vistazo a ambos lados y al no ver a nadie conocido, se dejó caer en una silla desocupada. Al poco tiempo, un joven oficial se sentó a su lado.

-Te...¿Teniente Hank? -preguntó tímidamente.

-Buenas noches joven, ¿en que puedo ayudarte? 

-Ve...verá, quería darle las gracias por todo lo que hizo y... y decirle que le admiro mucho -el muchacho estaba rojo como la grana.

-Hahaha, ¿así que es eso? Tranquilo muchacho, no te ponga nervioso, que solo muerdo a los orkos -con una sonrisa mostró su diente de oro.

El joven, visiblemente aliviado, suspiró y le preguntó, esta vez algo menos receloso:

-Se lo habrán pedido muchas veces, pero... ¿Podría contarme como fue?

En efecto, esa noche ya había contado la historia en cantidad de ocasiones, y presentía que tendría que hacerlo muchas más. Casi no necesitó hacer memoria, pues ya la repetía de carrerilla...