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Namether es un sector formado por tres sub-sectores (Capital , Atria y Cynus ) y ubicado cerca de la Franja Este.

Historia y rasgos[]

Anteriormente controlado por la especie xeno conocida como los kraglok, Namether fue invadido y posteriormente conquistado por tropas Imperiales provenientes de distintos lugares del Imperio en el M38. Habían recibido el derecho a asentarse en el mundo que conquistasen, pero en realidad, los habían enviado ahí a hostigar a los xenos y morir en el proceso. De hecho, se estaba preparando una fuerza de combate de élite para acabar el trabajo. Nadie esperaba que sobrevivieran...pero lo hicieron contra todo pronóstico.

Regimientos cadianos, catachanes, valhallanos, vostroyanos y de otros mundos fueron enviados a Namether a combatir. Tras treinta años de luchas sin descanso e invasiones simultáneas a varios planetas, los guardias imperiales, vencedores, establecieron ahí sus hogares bajo la incrédula e iracunda mirada de los que los enviaron ahí a cavar sus tumbas. Los catachanes se habían asentado en los mundos jungla, que poco tenían que envidiar a Catachán. Los valhallanos y vostroyanos, que combatieron en los mundos helados y montañosos, se sintieron como en casa y los cadianos, dada su fuerte naturaleza, se expandieron por casi todos los mundos. Efectivos de otros regimientos se repartieron por más mundos, o incluso en planetas que ya habían sido colonizados. Las generaciones posteriores, al menos en su mayoría, fueron mestizas. 

Hoy día, Namether es un sector progresista, pero que no olvida las costumbres tradicionales ni la religión. Es un sector fundado por soldados, y su gente está acostumbrada a ir hacia adelante por mucho que les cueste. Los conceptos de honor y honra no están especialmente arraigados en los nametherianos -si bien depende mucho del lugar-, y, por ejemplo, en muchos regimientos nametherianos se valora más el trabajo bien hecho y la eficacia que el honor personal, que a veces es considerado un concepto anticuado y primitivo, si bien los nametherianos suelen tener una gran lealtad personal.

Namether mantiene relaciones más bien tensas con muchos de sus vecinos.

Ascendencia[]

La ascendencia es lo que se entiende por el origen de los antepasados de una persona, lo que, en la inmensa mayoría de los casos, condiciona el aspecto físico del sujeto. Todos los ciudadanos de Namether tienen ascendencia de uno de los regimientos colonizadores, o de más de uno en bastantes casos. 

Odio y demonización de los Astartes[]

Es de sobra sabido que los Astartes no son bienvenidos en algunos de los mundos de Namether, y no sólo porque encarnan los valores de honor y fanatismo que tan primitivos y salvajes les parecen a los nametherianos. La verdadera razón del odio hacia los Astartes de los nametherianos es el llamado Final de la gloria

Los regimientos colonizadores se encontraban en las últimas etapas de la conquista. Cada regimiento envió parte de sus tropas a la capital xeno del sector, mientras que el resto se quedarían colonizando el planeta. Estas tropas se reunieron para atacar la capital y acabar así de una vez por todas con la odiosa raza que gobernaba el sector. Sin embargo, durante una de las batallas finales, un capítulo Astartes apareció para prestar apoyo. Los nametherianos se indignaron y montaron en cólera, pensando que habían sido enviados para llevarse toda el mérito en el último momento e impedir así que pudieran hacer sus hogares de los mundos que tanto les había costado conquistar.

Usaron a los Astartes hasta que los xenos fueron derrotados, y entonces los masacraron a todos, hasta el último hombre. Si bien habían sufrido graves bajas y estaban agotados, los nametherianos, triunfales, tomaron el sector como suyo y empezaron las tareas de construcción y repoblación.

Desde entonces, los Astartes son odiados en varios lugares de Namether, y sólo los dos capítulos del sector (Vanguardia La Vanguardia y los Paladines del Orden ) son vistos con cierta aceptación por estas gentes.

Costumbres[]

Aunque cabría esperar una alta militarización en un sector fundado por soldados, la mayoría de planetas de Namether separan la vida civil de la militar como en muchos otros mundos por todo el Imperio.

El ejército no interviene en las poblaciones civiles, pero, obviamente, hay excepciones, como Khopesh o Arindare, que tienen servicio militar obligatorio. Sin embargo, si bien Khopesh no da ningún poder a los militares sobre los civiles, Arindare, mundo feudal, mezcla ambos tipos de vida. Incluso dentro de sus regimientos, los soldados nametherianos tienden a comportarse de una manera más despreocupada durante los permisos  o simplemente cuando no hay hostilidades. La disciplina es alta, pero no absorbe a los soldados.

Las ciudades colmena son una visión sumamente poco común, ya que, durante la colonización, los regimientos carecían del material necesario para construirlas. Debido a esto, las ciudades nametherianas tienden a ser enormes, y su aspecto varía mucho en función del mundo y la cultura. 

Cada mundo tiene su cultura, si bien las similitudes entre habitantes de diferentes mundos pero con ascendencia similar son casi idénticas. Diarbur, por ejemplo, es un mundo desértico en la frontera nametheriana, y ya poseía vida humana antes de la colonización. Es el mundo con la cultura y los rasgos demográficos más diferentes al resto de planetas de todo el sector.

La invasión de Vaathor[]

Arton esclavizado

Las huestes del archienemigo diezmaron y esclavizaron a la población de los mundos conquistados.

Desde que fue colonizado, Namether siempre ha estado amenazado por los kraglok, cuyos dominios hacen frontera con Cynus, y por las incursiones orkas que agreden con frecuencia Atria, y en menor medida, Capital. Sin embargo, ningún conflicto que los nametherianos hayan afrontado -ni siquiera la sangrienta conquista del sector- ha sido tan brutal, desesperado y sanguinario como la invasión del archidemonio Vaathor a finales del M39, y que duró hasta el 34M40. La intensidad y violencia de esta despiadada guerra sólo puede compararse a la era actual, a la Reconquista.

El Implacable archienemigo[]

En el 984M39 una flota de invasión caótica procedente de fuera del sector llegó a Cynus y tomó en un brevísimo espacio de tiempo siete de sus mundos periféricos, convirtiéndolos en inexpugnables fortalezas desde donde lanzaron sus ataques posteriores. Poco se sabe del destino de los habitantes de estos desafortunados mundos. Algunos historiadores y expertos mantienen que fueron esclavizados y mutados por las energías sinisestras que los invasores traían consigo. Otros dicen que, además, muchos de los habitantes fueron forzados a ingresar en las filas del archidemonio mediante brujería y métodos más oscuros y despiadados.

El Alto Mando Nametheriano, en vista de la amenaza, envió peticiones de auxilio al Imperio al mismo tiempo que organizaba una flota de cruzada para liberar a estos mundos del control del archienemigo. La negativa Imperial llegó tarde, cuando todas las esperanzas de los nametherianos ya habían sido alimentadas por la desesperación y el miedo. Namether estaba incomunicado del resto de sectores vecinos en aquel momento. Invasiones alienígenas, la guerra que estaba teniendo lugar en Alraquis contra los orkos, conflictos diversos, tormentas disformes...los nametherianos no podían esperar ayuda inmediata. 

La negativa imperial significó un duro golpe para la moral nametheriana, que ya estaba afectada por las masacres de los Siete Desgraciados -el sobrenombre que algunos soldados ya habían puesto a los mundos de Cynus esclavizados por el archienemigo-

La cruzada marchó a la guerra bajo auspicios de mala suerte. El que el sector estuviera incomunicado de aquella manera en el momento exacto de la invasión era una funesta señal. Algunos decían que las estatuas del Paseo de los Héroes -en Capital, dedicado a los héroes de la conquista del sector- lloraron lágrimas de sangre durante tres días y tres noches, y que los cuervos cubrieron por completo la torre más alta de la catedral principal de Lachrima. 

A pesar de todo, el despliegue militar fue formidable y extremadamente eficiente en su ejecución. La cruzada dividió a sus fuerzas entre los tres mundos que más próximos estaban al resto de Cynus, y los invadieron. 

La flota del Caos era muy superior a lo estimado, pero aún así, las naves de la cruzada plantaron cara y lograron cierto éxito. A pesar de tener pérdidas, parecía que el enemigo también sufría graves bajas. Cuando lograron abrir un camino para las naves de desembarco, decenas de miles de soldados descendieron hacia los planetas esclavizados, dispuestos a liberarlos.

Caida de la cruzada

Las tropas de la cruzada son aniquiladas en Vher.

En el primer día se perdió contacto con una de las fuerzas de liberación, la que había descendido sobre Vher. Más tarde se descubrió que había sido aniquilada por completo. Veinte mil laxianos, cinco mil Amazonas de Andrómaca, dos mil hellhestitas, siete mil willhelmitas y tres mil sebkanos desaparecieron de un plumazo, aniquilados bajo el peso del enemigo junto a todo el personal de apoyo que los acompañaba. La cruzada no hizo públicas las cifras para no afectar a la moral, pero los rumores se encargaron de engrosar los números y extender la preocupación entre las tropas nametherianas.

Los otros dos grupos de liberación se encontraron con una resistencia implacable que obligó a uno de ellos a retirarse a la semana y mantuvo un violento y tenso pulso con el otro grupo durante dos largos y terroríficos meses. 

La cruzada había sido derrotada.

Falange adamantina de Shorik

Guerrero de la falange adamantina de Shorik, una de las unidades más temidas y famosas del archienemigo durante la invasión de Namether.

Atria: El retraso de lo inevitable[]

Animados por su apabullante victoria, las hordas del archienemigo marcharon sobre Cynus. Los restos de la cruzada defendieron los mundos más fortificados y seguros, dispuestos a crear un cordón defensivo, pero fueron superados lentamente. Pese a todo, plantaron una feroz resistencia al invasor, y los campos de batalla de estos mundos se convirtieron en verdaderos infiernos. En algunos, la esperanza de vida era de días. En otros, de horas.

Pero finalmente los diezmados y extenuados restos de la cruzada se vieron obligados a huir, si bien habían ganado tiempo a algunos de los otros mundos del sub-sector para que evacuasen o se prepararan. Los planetas que plantaron cara fueron brutalmente aplastados en cuestión de meses.

Atria pasó a ser el siguiente escenario de la infame guerra. Sus mundos, al igual que los de Capital, estaban bajo alerta máximo, y muchos de ellos servían como asilo a los refugiados y heridos. El caso más famoso es el de Ogygia, un popular y exótico mundo paraíso de exuberante belleza que durante todo el conflicto se convirtió en un campo de refugiados a escala planetaria. Los ogygianos, de naturaleza hospitalaria, se dedicaron sin protesta alguna ni demora a la labor de ocuparse de los refugiados, los heridos y los enfermos, y muchos no dudaron en compartir sus propios alojamientos, y los lujosos hoteles se convirtieron en hospitales y albergues.

El Alto Mando Nametheriano, bajo el colosal peso de la crisis, forzó el reclutamiento de multitud de regimientos de la Guardia Imperial en todos los mundos de Atria y Capital, y solicitó ayuda al Adeptus Mechanicus, que de momento sólo había velado por la defensa de sus mundos forja. Los siervos del Dios-Máquina se negaron a prestar ayuda, pues durante los combates de Cynus una poderosa y milenaria máquina de guerra Ordinatus había caído en manos del archienemigo...justo dos semanas después de que una de sus naves más veneradas, el Cruzado del Omnissiah, se perdiera en combate. Aquello había tensado las relaciones entre Namether y el Adeptus Mechanicus hasta un punto crítico en el que toda petición de ayuda era rechazada de inmediato, o ignorada.

Abismo

Las huestes de Vaathor descienden sobre Atria.

Lucio Scinna, el gobernador del sector durante el M40 tras el suicidio de Alana Shifra a principios del mismo milenio, creó el SICOM con la intención de contar con una fuerza de élite capaz de llevar a cabo numerosas operaciones simultáneas de gran importancia en los mundos afectados por la guerra. El recién creado cuerpo de operaciones especiales contaba con una financiación y libertad de acción casi ilimitados, y demostró ser extremadamente eficaz, llegando a cambiar las tornas de la campaña en varias ocasiones. Sin embargo, sus éxitos no eran más que pequeñas piedras en el camino del gigante del Caos.

A pesar del gran número de tropas destinadas a defender Atria, las fuerzas del archienemigo avanzaban con paso lento pero seguro. Las hordas demoníacas consumían ciudades enteras y las huestes de guerreros mortales y Astartes caídos luchaban sin descanso contra las valerosas tropas de la Guardia Imperial mientras sobre sus cabezas se desataban feroces luchas espaciales entre la flota del Caos y la Armada Imperial.

Todo esto sólo logró estancar el imparable avance del archienemigo algo menos de cinco años. Al ver que las tropas nametherianas estaban siendo superadas en prácticamente todos los frentes de Atria, Scinna ordenó una retirada paulatina pero general a Capital, donde los mundos frontera se habían fortalecido enormemente...y donde los nametherianos esperaban a luchar su última y desesperada batalla.

El final era inevitable. Sólo podían caer luchando.

Capital: Enemigo a las puertas[]

Scinna y los miembros del Alto Mando Nametheriano eran conscientes de que estaban plantando cara a un enemigo extremadamente astuto y de un poder abrumador. No les quedaba más remedio que combatir el fuego con fuego...y en ese campo no estaban en inferioridad. En todos los campos de batalla los nametherianos habían demostrado una astucia increíble, y muchos de sus éxitos y victorias habían sido logrados mediante el juego sucio, la guerra psicológica y tácticas inteligentes y creativas salidas de las prodigiosas mentes del Alto Mando Nametheriano y su departamento táctico.

Vaathor parecía poseer tropas ilimitadas, pero la tenacidad y el estoicismo de los nametherianos tampoco tenía fin. A pesar de que Atria había caído, las bajas habían sido menos catastróficas que en Cynus, y la mayoría de las tropas del sector se habían congregado en Capital. Las que no lo lograron, quedaron aisladas en medio de la marea del Caos y fueron aniquiladas, no sin antes dar su último golpe al archienemigo. El caso más famoso -y que pasó a convertirse en una leyenda- fue el del 442º de Infantería Laxiana, que quedó atrapado en la ciudad colmena Loreaux, en Vetalis, y resistió el asedio del archienemigo durante tres días. Al tercero, cuando las tropas caóticas entraron en el círculo interior de la ciudad, se produjo una despiadada batalla que duró tres horas y que dejó siete mil muertos, entre caóticos e imperiales. A esas alturas, sólo quedaban menos de mil laxianos.

Con Capital repleta de tropas -a pesar de la baja moral- y el archienemigo a escasas semanas de viaje de los mundos frontera del sub-sector, el Alto Mando Nametheriano organizó una férrea defensa en un puñado de mundos clave y preparó a la Armada Imperial para reaccionar de inmediato a cualquier frente. El SICOM recibió la orden de operar por su cuenta, y dividió a sus agentes en los mundos-escudo -pues así fueron apodados estos planetas- para apoyar a las tropas imperiales con operaciones encubiertas y causar todo el daño posible al archienemigo, que no podía responder bien a los ataques relámpago y los sabotajes del SICOM.

Última batalla de Emaren Prime

La última y mayor batalla en Emaren Prime. Las pérdidas caóticas se estimaron en un 86% aproximadamente, frente a un 63% imperial.

Emaren Prime, Skia, Saleris y Relicario fueron los mundos-escudo que recibieron el envite de las hordas del archidemonio. Emaren Prime y Relicario cayeron a los cinco y siete meses respectivamente, costándole muy cara la victoria. Era la primera vez que las tropas nametherianas sufrían menos bajas que el enemigo, a pesar de haber sido derrotadas. 

Skia aguantó once meses, aunque la presión invasora había sido muy superior ahí. Sin embargo, los elementos en fuga de Emaren Prime, y, posteriormente, de Relicario, se unieron a la defensa, y lograron mantener el mundo bajo control imperial hasta que el empuje caótico fue demasiado para los defensores. Skia había sido escenario de una guerra extremadamente intensa, marcada por la astucia y las tácticas de engaño. Pese a todo, los caóticos superaron a los nametherianos cuando Astra'Thiel, uno de los lugartenientes de Vaathor, se unió al ataque. 

El último mundo escudo que quedaba bajo control imperial era Saleris, y multitud de tropas de ambos bandos, procedentes de otros lugares del sector -o del sub-sector, en el caso nametheriano- se unieron a la lucha, haciendo de este conflicto algo superlativo.

Saleris: Dulce derrota[]

Saleris

Saleris, el último mundo-escudo.

Entre las tropas imperiales que defendían Saleris se encontraba el Capítulo Astartes de                          La Vanguardia , así como cientos de miles de soldados de la Guardia Imperial provenientes de docenas de regimientos de todo el sector. En el bando caótico se encontraba un número indeterminado de tropas humanas y mutantes, así como un buen número de Marines Espaciales del Caos y demonios. Las máquinas de guerra se contaban en ambos bandos por docenas de miles.

Todos ellos sabían del colosal enfrentamiento en el que iban a participar. 

El asedio de Saleris duró doce meses y diecinueve días, y durante ese tiempo tanto caóticos como nametherianos echaron mano de sus mejores tácticas, sus estratagemas más eficaces y de todo el conocimiento bélico que poseían para derrotar a su oponente.

Los agentes del SICOM realizaban sabotajes, emboscadas y operaciones de asesinato que tenían como objetivo a los líderes enemigos. Decenas de miles de sacerdotes y sacerdotisas del Ministorum bendecían día y noche armas y municiones, soldados y carros de combate sin apenas descanso. Los diferentes regimientos de la Guardia Imperial plantaban cara al archienemigo como mejor sabían: a su manera. Los Marines Espaciales de La Vanguardia llevaban a cabo ataques quirúrgicos en el propio corazón de su odiado enemigo y arrasaban con convoyes enteros de tropas y suministros en un abrir y cerrar de ojos. Los oficiales y consejeros tácticos apenas descansaron.

Pero el archienemigo también tenía sus métodos. Hordas de demonios eran invocadas mediante el sacrificio de los imperiales captivos y otros odiosos rituales profanos. Los Astartes caídos usaban su fuerza bruta para arrollar las defensas imperiales mientras los mutantes y los guerreros mortales batallaban contra la Guardia Imperial sin tregua ni piedad. La brujería del Caos impregnó el planeta en pocos días, tiñendo el cielo de confusos y dementes colores y provocando efectos aún más descabellados en los cuerpos y las mentes de los imperiales.

Finalmente todo quedó reducido a una batalla final. Un cara a cara que decidiría quién ganaría en Saleris. Los imperiales asaltaron la fortaleza del Caos, la ciudad colmena de Nihäde, dispuestos a acabar con aquello. 

Fue una masacre. La batalla duró una semana, y durante ese espacio de tiempo los imperiales perdieron un 78% de sus fuerzas, y los caóticos, un 97%. A pesar de las monumentales bajas y del hecho de haber estado al borde de la derrota, el archienemigo jugó su última carta y trajo a la ciudad colmena a Astra'Thiel a través de un portal disforme en el que los hechiceros de Vaathor llevaban trabajando esos siete días. Murieron todos de agotamiento, y la onda psíquica trajo a la realidad al gran demonio, que masacró a los nametherianos y los obligó a retirarse. Docenas de psíquicos murieron en la creación de la barrera que impidió a Astra'Thiel aniquilar a los elementos en fuga. 

A pesar de la derrota, los nametherianos habían reforzado su moral al ver que podían hacer verdadero daño al enemigo. Las huestes de Vaathor estaban muy desgastadas, y cada vez cometían más errores. Sólo era cuestión de tiempo y esfuerzo el que lograsen una victorial real. 

Lachrima: El Santo[]

Las tropas nametherianas se retiraron al resto de Capital. Una importante fuerza se dirigió a Lachrima, donde se comentaba que había sucedido algo increíble. Muchos lo calificaban de milagro. La sorpresa de los guardias imperiales fue suma al encontrarse con la población orando y celebrando. Su estupor aumentó al encontrarse con que los lachrimae, la impasible e imponente guardia armada de Lachrima, lloraban de júbilo sin sus siniestras e inexpresivas máscaras doradas. 

La noticia corrió como la pólvora, impulsando la moral y sumando a los guardias imperiales recién llegados a la alegría y esperanzada festividad de los lachrimanos. Los sacerdotes decían que el Emperador, bendito mil veces su nombre, se había manifestado en uno de los clérigos que habían llegado desde Relicario. Los ciudadanos lo llamaban Santo y clamaban su nombre. 

Nadie supo dónde se encontraba el Santo hasta que el archienemigo invadió Lachrima unos meses tras la caída de Saleris. 

La invasión no era particularmente grande, ya que Lachrima carecía de defensas y fuerzas armadas más allá de los lachrimae, pero aún así contaba con fuerza suficiente para suponer una seria amenaza incluso estando protegido el planeta por los refuerzos imperiales. 

Él apareció en la primera batalla al frente de un destacamento de dos mil lachrimae, cubierto por una armadura dorada ricamente decorada y de aspecto amenazador, blandiendo en su mano una formidable espada de energía. No existen registros fiables de la defensa de Lachrima, pero hay infinidad de testimonios que asegruaban que el Santo había partido en dos máquinas de guerra del archienemigo con su espada, aniquilado a unidades enteras de mutantes en cuestión de segundos e incendiado los cuerpos de los infieles con su tacto. 

El milagro se llamaba Adrastos.

Hellhest: El comienzo de la reconquista[]

Los mundos forja del Adeptus Mechanicus en Namether habían estado prácticamente incomunicados entre ellos y con el resto de mundos del sector tras su negativa a ayudar a los nametherianos. 

Cada uno se había dedicado a reforzar sus defensas y reactivar sus milenarias armas y máquinas de guerra para recibir a los invasores. La gran parte de la población trabajaba casi sin descanso en los Manofactorums, produciendo armas y municiones para las fuerzas de defensa planetaria y las legiones mecánicas del Mechanicus, que luchaban sin descanso en una guerra perdida contra el invasor del Caos. 

El mundo forja más sobresaliente y venerado del sector, Hellhest, fue invadido años antes de la aniquilación de la fuerza de invasión de Lachrima. La población había resistido cerca de seis años incomunicada y en un estado de alerta continua, viendo con impotencia y rabia como las vastas ciudades y forjas dedicadas al Dios Máquina caían una tras otra bajo las incontables hordas del archidemonio. A pesar de la ferocísima resistencia de los skitarii y las fuerzas de defensa planetaria, lo único que podían hacer era posponer la inevitable y amarga conclusión. Ni siquiera la cuasi-divina fuerza de los titanes de guerra podía salvar el mundo forja.

El octavo mes del sexto año llegó un mensaje proveniente del Alto Mando Nametheriano, informando de que iba de camino una flota de liberación. El Alto Fabricante de Hellhest entró en cólera; habían enviado un mensaje alto y claro. No estaban pidiendo permiso.

Estaban avisando.

A pesar de la mala sangre que había surgido entre el Adeptus Mechanicus y los nametherianos a raíz de la destrucción de sus valiosísimas y preciadas reliquias tecnológicas, los hellestitas sintieron alivio...e indignación. Sin embargo, no pusieron trabas a la llegada de la flota nametheriana, y de hecho prepararon una gran cantidad de suministros para las tropas de liberación.

Victoria de Hellhest

La carnicería de Syndirae.

La flota llegó un mes después, cuando uno de los últimos y más poderosos bastiones del Adeptus Mechanicus había caído. También fue el primer lugar liberado por las tropas nametherianas en el mundo forja. Syndirae, que más tarde pasaría a llamarse Adrasteia como gesto de agradecimiento por parte del Alto Fabricante, fue un despiadado y convulso campo de batalla cuyos fuegos duraron tres días y cuatro noches. La última noche fue el momento en el que la guarnición caótica fue derrotada tras una carnicería sin parangón por toda la ciudad

A Syndirae le siguieron las ciudades-forja de Ochlock y Tethinnia, cuyos asedios habían durado meses de costosas batallas y desquiciantes tensiones antes de la victoria imperial.

Con una sólida línea de defensa establecida y la moral de los hellhestitas recuperada, nametherianos y adeptos del Omnissiah se reunieron para dialogar y planear el siguiente paso. Los soldados hellhestitas se sorprendieron al ver al que el comandante de la flota de liberación era un monumental hombre de rostro apuesto y sereno. Su melena castaña estaba decorada con finas trenzas de las que pendían colgantes plateados en forma de aquila, y su voz era tan imponente y a la vez tranquilizante como su propia presencia.

Los rumores sobre el misterioso hombre se extendieron con rapidez entre los hellestitas. Habían oído que los arindaranos le llamaban Etr -la traducción directa para este vocablo es caballero, o señor, pero también campeón o victorioso. Los arindaranos lo usan además para referirse a individuos de alto rango o estatus social-, los skianos, Erlöser, y tantos otros nombres que cada regimiento le daba en su idioma propio. 

Sin embargo, todos le conocían también por otro nombre; el Santo.

El personaje suscitó gran interés y curiosidad entre los habitantes del mundo forja, y fue a más cuando Adrastos -pues así se llamaba- capitaneó la reconquista de Hellhest con una resolución y un fervor que impresionó tecnosacerdotes y humanos por igual. No era un estratega o un táctico -de eso se ocupaban otros más cualificados para ello-, pero muchos lo consideraban el líder más capaz y carismático que había pisado Namether. Todos coincidían en que, desde luego, era uno de los mejores guerreros jamás conocidos.

La liberación de Hellhest duró dos años y cuatro meses, y para entonces la fama de el Santo ya se había extendido por todo el sector. También sus hazañas, e incontables rumores, la mayoría de ellos verdaderos, el resto sólo una exageración de la realidad.

Como agradecimiento, y para aliviar las relaciones entre el Adeptus Mechanicus y Namether, el Alto Fabricante de Hellhest obsequió a Adrastos con una servoarmadura hecha a mano por sus mejores artesanos, basada en la armadura que el Santo había estado portando hasta entonces. También envió parte de su flota y tropas para que contribuyeran en la reconquista.

Este fue el primer paso como tal de la reconquista nametheriana. Incontables escritores e historiadores han recogido este glorioso y alentador hecho en sus obras, y se ha llegado a idealizar hasta límites exagerados en el mundo del arte y la literatura. Quizá la obra más famosa sobre Hellhest y su liberación sea ...y todo empezó en Hellhest, del historiador jacobita Urius Vhelessis.

El ardid del inquisidor Thalos Nume[]

A tope de power

La flota nametheriana aniquila a las naves de invasión de Vaathor en los mundos-señuelo.

Mientras la flota de liberación comandada por Adrastos se dirigía a Hellhest, el inquisidor Thalos Numedel Ordo Xenos irrumpió en el Palacio del Alto Mando, en Capital, con una propuesta para Scinna y su cámara de mando.

Su plan, que más tarde sería celebrado por el Alto Mando Nametheriano y recogido en multitud de libros de táctica, consisitó en permitir que las flotas del Caos, desesperadas por establecer una cabeza de playa sólida en Capital, entrasen en el sector e invadieran ciertos planetas...que llevaban décadas en guerra.

Shariq, Aqratine y 566 Lhedd eran estos mundos -los mundos-señuelo, se les apodó-. Los kraglok los habían invadido años atrás, y, a pesar de sus esfuerzos, los nametherianos habían sido incapaces de expulsarlos. Las flotas del Caos atacaron estos tres mundos, ansiosas por tomarlos y lanzar ataques al resto del sub-sector desde ahí. Destrozaron a la flota de los kraglok en un período breve de tiempo, aunque no sin sufrir pérdidas.

Se dice que el rugido de furia de Vaathor se oyó en toda la Galaxia cuando las naves de la Armada Imperial surgieron de la nada para acabar con sus flotas de conquista. Desgastadas por los combates contra los kraglok  y confiadas por su victoria, fueron vencidas en un esfuerzo audaz y de gran fuerza por parte de los imperiales, y las tropas de tierra quedaron incomunicadas y atrapadas junto a los alienígenas.

Sin más suministros que los que pudieron rescatar de los restos humeantes de las naves que se estrellaron en la superficie de los planetas, kragloks y caóticos iniciaron una lenta y ardua guerra de guerrillas entre ellos, desmoralizados y condenados. 

Kraglok vs demonio

Un cacique kraglok y un demonio se enfrentan en Aqratine.

Más tarde los nametherianos enviaron una fuerza de búsqueda y eliminación formada por regimientos skianos y gargantúas expertos en rastreo para dar caza a los deteriorados restos de los supervivientes.

Gracias a esta ingeniosa maniobra, los nametherianos lograron dar un golpe importante a Vaathor y librarse de los kragloks que infestaban Shariq, Aqratine y 566 Khedd con pérdidas mínimas. 

A partir de este hecho, los nametherianos empezaron a emplear popularmente la expresión ser un Nume para referirse a una persona de gran astucia.

Abismo: La última cabeza de playa en Capital[]

Antes de que Adrastos liberara Hellhest y el Alto Mando pusiera en marcha el plan de Nume, una fuerza imperial de gran tamaño se dirigió a Abismo para defenderlo y usarlo como cabeza de playa para lanzar expediciones y flotas de liberación sobre Atria.

Abismo había sido anteriormente Artion, un mundo civilizado de Capital que fue arrasado por las hordas de Vaathor a su entrada en el sub-sector. Entonces sólo quedaban las ruinas de lo que antes el planeta había sido. Un entorno viciado y tremendamente castigado, carente de vegetación y sembrado de tétricos restos de ciudades. Vaathor había aniquilado Artion por pura guerra psicológica. No había nada en él que suscitase su interés, ni siquiera como puesto militar.

Ceresitas en las trincheras

Tropas ceresitas en las trincheras de Abismo.

Aquel fue un grave error.

Las tropas nametherianas enviadas a Abismo -principalmente kampfers y soldados ceresitas, dada su experiencia como defensores- se instalaron en él con suma rapidez y levantaron formidables defensas con la ayuda de un puñado de tecnosacerdotes que aún veían a los nametherianos como aliados -principalmente por cuestiones de supervivencia- 

Para cuando el archienemigo llegó a Abismo, éste se había convertido en una sólida fortaleza ocupada por expertos en guerra de trincheras y asedios, y equipados de manera envidiable con colosales piezas de artillería súper pesada e infinidad de maquinaria de guerra. El desembarco de las tropas heréticas fue sangriento y extremadamente arduo para ellos, pero finalmente lograron establecer una serie de pequeñas posiciones donde destacar a sus efectivos y preparar sus defensas para el contraataque imperial.

La respuesta de las tropas nametherianas no se hizo esperar, y se envió un gran cuerpo de infantería, apoyado por multitud de vehículos de artillería y una punta de lanza de carros de combate. El contraataque, pese a todo, fue un fracaso y tuvo que ser abortado al no lograr nada. El archienemigo había perdido mucho fuelle, pero estaba muy lejos de estar bajo peligro de derrota.

Los defensores imperiales se atrincheraron entonces a sus posiciones y se inició una lenta y pesada guerra de trincheras en la que ambos bandos sufrieron un importante desgaste. Miles de carcasas humeantes de vehículos invadían los campos de batalla al final del primer año, rodeados de cadáveres putrefactos y semi enterrados. 

Los imperiales sufrían una preocupante escasez de carros de combate, pues habían perdido casi todos los que poseían durante los asaltos a las trincheras y fortalezas del enemigo, a pesar del relativo éxito que consiguieron. Los caóticos, sin embargo, gozaban de un inacabable depósito de tanques lanzallamas, andadores de combate y carros de combate ligeros que lanzaban en terroríficas oleadas sobre las trincheras nametherianas, causando estragos cuando lograban superar las defensas. Por suerte para los nametherianos, su artillería era tremendamente potente y poseía un amplísimo alcance, aunque no siempre era aquello suficiente para impedir la llegada del enemigo a sus posiciones.

La situación quedó en un amargo y costoso empate durante varios años, hasta que Adrastos liberó Hellhest. Entonces la flota del Santo se dirigió hacia Abismo para expulsar a las huestes del archidemonio de una vez por todas. Lo que los nametherianos no sabían era que Astra'thiel, lugarteniente del propio Vaathor, se dirigía a Abismo con el mismo objetivo.

La llegada de ambos personajes, grandes héroes para su bando, reforzó la moral de las tropas de los dos bandos en Abismo. Los refuerzos que recibieron también contribuyeron a la restauración de la moral, y se desataron varios choques entre los kampfers y los soldados del Caos en las ciudades fantasma para establecer ahí nuevas bases. Estas luchas resultaron en una serie de pequeñas victorias para las fuerzas del archienemigo, que sacaron ventaja de la falta de carros de combate de los imperiales.

Kampfers en Abismo

Los kampfers cargan sobre una trinchera caótica.

Tras la llegada de los líderes y sus refuerzos, los combates se alargaron cinco meses hasta que dos grandes fuerzas, comandadas en persona por Adrastos y Astra'thiel respectivamente, se disputaron el control de las Estepas Cenicientas, un punto estratégico donde se podían establecer unas defensas casi inexpugnables. La batalla duró cuatro horas y pasó a la historia como una de las más sangrientas y brutales del conflicto. 

Los nametherianos salieron victoriosos cuando Adrastos, enfurecido por la muerte de su escudero a manos del demonio Astra'thiel, se enzarzó con éste en combate singular y lo mató, a pesar de sufrir graves heridas. Adrastos, furioso y sintiendo que aún no había vengado a su amigo y hermano de armas, envolvió el mango de su espada con una serie de tiras de pergamino y escribió en ellas una maldición con la sangre de Astra'Thiel, condeándolo a la agonía eterna. 

Mientras tanto, sus hombres vitoreaban.

La muerte de su amigo y escudero había afectado seriamente a Adrastos. El afamado comandante se volvía más iracundo y violento con cada batalla, llevando sus métodos a una crueldad dedicada a hacer sufrir al archienemigo, física y psicológicamente. A pesar de conservar la calma y su imponente porte fuera del fragor del combate, sus hombres empezaron a advertir un atisbo de hastío en la mirada del Santo. Adrastos se refugió en su fe para mantener a raya el odio y la sed de venganza, consciente de que podrían acabar con él y con la reconquista que lideraba.

Nippa: El retorno a Atria[]

La entrada en el sub-sector por parte de los nametherianos se produjo de manera casi inmediata tras la pírrica victoria en Abismo. La flota de reconquista se dividió en varios planetas fronterizos y los invadió. La campaña más destacable de esta etapa fue la conquista de Nippa, uno de los mundos salvajes más peligrosos del sector.

Traje de vacío M40 ''Abismo''

Soldado vorogradano portando uno de los primeros modelos del Jacket MkIV.

El desafío más importante de esta campaña no eran las hostiles condiciones y letal fauna y flora del mundo salvaje, sino su luna, Aelphis, donde las hordas de Vaathor habían establecido una poderosa base desde donde lanzar bombardeos a la propia Nippa. Tomar Aelphis era vital para poder descender a Nippa. 

Aelphis sólo poseía gravedad en el interior de las fortalezas del Caos, lo que suponía el uso de trajes de vacío por parte de ambos bandos, y que entorpecían tremendamente la eficacia en combate de las tropas. Los voluminosos y pesados trajes complicaban el movimiento más básico, y poseían poco blindaje. Combatir con ellos puestos era una verdadera pesadilla para todo soldado.

Por suerte para los nametherianos, tras dos frustrantes meses en los que no se obtuvieron prácticamente resultados de ningún tipo, la división de I+D de Industrias Sebka -muchos de sus empleados habían logrado evacuar y retirarse a Capital-  desarrolló un traje de vacío pensado para el combate: el Jacket MkIV. Industrias Sebka había intentado crear trajes de vacío de combate en anteriores ocasiones, pero el proyecto fracasó cuando el Mechanicus le puso trabas. Al tratarse de un momento de necesidad, el Mechanicus no sólo permitió -si bien a regañadientes- el desarrolló y la producción del Jacket MkIV, sino que además proporcionó cierta ayuda al departamento de I+D de Industrias Sebka.

El Jacket MkIV consistía en un traje de vacío ligero y mucho menos engorroso que muchos de sus homólogos, más grandes y pesados. Poseía un sistema de soporte vital, recicladores de aire y un depósito de oxígeno, pero además estaba reforzado con placas de caparazón ligero para mantener al usuario a salvo de posibles daños en su traje, terriblemente problemáticos en el vacío. Además, el casco estaba equipado con un yelmo blindado con cámaras que se proyectaban directamente en el visor, de cristal ,y por tanto, más vulnerable. 

Frente al desastroso y endeble blindaje imrpovisado que se podía acoplar a un traje de vacío estándar, las estilizadas y resistentes placas del Jacket eran toda una ventaja para su portador.

Se entregó a los vorogradanos, principales tropas imperiales destacadas en Aelphis, una gran cantidad de los nuevos trajes de vacío de combate, con los que lograron sacar una gran ventaja a las fuerzas del archienemigo en la luna de Nippa. En un breve espacio de tiempo, los vorogradanos tomaron las bases de artillería orbital y dieron la señal a la flota para que la invasión empezase. 

Pero en Nippa, la manera de hacer la guerra era muy distinta. Todo el mundo estaba cubierto por húmedas y tupidas junglas, pobladas por letales depredadores. Incluso los árboles y las plantas eran dañinos. 

Las tropas caóticas desplegadas en el mundo letal eran expertas en el combate de jungla, verdaderos veteranos en aquel entorno. El Alto Mando conocía Nippa de sobra, y se imaginaba que el archienemigo habría desplegado expertos en combate en la jungla, por lo que envió varios regimientos natales del propio mundo letal, así como charybdianos -habitantes de otro mundo letal de similares características- y un reducido número de nametherianos -gentilicio empleado también para los habitantes de Capital, como es el caso-, tenaces por naturaleza y de gran adaptabilidad.

CADIANOS PARA MEGAROL

Una patrulla del 39º Nametheriano avanza por las junglas de Nippa.

En Nippa no había grandes fortalezas ni carreteras, por lo que la infantería fue la indiscutible protagonista del conflicto, compartiendo escena con el escaso apoyo aérero, pues las bases aéreas que se establecieron fueron mínimas dada la orografía del planeta. 

Nippa ya era un infierno incluso sin luchas, y los combatientes que participaron en los combates de la campaña, tanto caóticos como imperiales, sufrieron lo indecible. Las horas de sueño eran mínimas, el desgaste, extremo, y el peligro acechaba en cada esquina. Las patrullas enemigas eran la menor preocupación de los soldados.

Finalmente, Nippa fue retomada a los tres años.

Cynus: La última frontera[]

Con el apoyo de la flota de la familia Tiralde de comerciantes independientes y su ejército de mercenarios, así como otras familias de comerciantes independientes nametherianas, la flota de reconquista hizo retroceder a las fuerzas de Vaathor hacia Cynus tras dos décadas de intensas luchas. 

Tanto caóticos como imperiales habían sufrido un desgaste desastroso durante toda la guerra, y estaban al límite de sus fuerzas. Por consequente, la de Cynus fue una campaña breve -duró algo menos de una década-. 

Hacia el 32M41, Vaathor apareció para comandar en persona a los castigados restos de sus fuerzas. Consciente de que su principal problema era Adrastos, y que, si acababa con él, los nametherianos verían su moral extraordinariamente dañada, el archidemonio atacó Relicario, mundo natal del Santo, y donde estaba él, recuperándolo para el Imperio.

Cuando se enteró de la llegada del archidemonio, Adrastos comprendió que con él se acercaba la batalla más importante de toda la campaña. También comprendió que, probablemente, se acercaba su final.

La comprensión de aquella amarga pero ineludible realidad cambió al Santo.

Deseoso de redimirse a sí mismo por su ira ciega y la sed de venganza que había padecido desde la muerte de su escudero, se sumergió en el manantial de Laethia antes de la batalla, y pasó toda la noche orando en aquellas sagradas aguas. Hoy día, el mantial de Laethia es un importante centro de peregrinación, y se dice que su agua nunca se acaba, y que puede causar un dolor inenarrable a los agentes del Caos.

Habiendo hecho las paces consigo mismo y con el Emperador, Adrastos se dirigió a la batalla con la certeza de que sería la última para él, pero no para los nametherianos. Tras enardecer a las tropas con un discurso cargado de pasión y la más pura fe, marchó a la batalla. 

Adrastos murió tras derrotar al archidemonio en un legendario combate singular. Sus restos fueron llevados a Lachrima, donde se construyó el Adrasteión, dedicado a él, que pasaría a convertirse en San Adrastos, patrón de Namether. 

La muerte de su comandante y héroe más preciado fue devastadora para los nametherianos. Cuentan que los lachrimae, sus hombres más devotos, lo lloraron durante una noche entera. También se dice que las estatuas del Paseo de los Héroes lloraron lágrimas de verdad, y no de sangre, y que la torre más alta de la principal catedral de Lachrima fue cubierta por una bandada de palomas blancas.

Pero aquel fue el último empujón que necesitaban.

Desgastadas tras décadas de lucha y desmoralizadas por la muerte de su amo, las huestes del Caos fueron retrocediendo frente a los nametherianos hasta que fueron expulsados del sector dos años después, refugiándose en los Siete Desgraciados, que posteriormente pasarían a llamar El Érebo. 

Aunque los nametherianos no pudieron retomar los mundos de El Érebo, habían reconquistado su sector y se habían fortalecido y unido como pueblo más que nunca. 

El Waaagh Devoramundoz[]

En ello.

Actualidad[]

Hoy día, Namether se encuentra conquistado en un 65% por el Imperio Tau y los seccesionistas del Nuevo Namether . Las tropas de Atria y Capital están lanzando un contraataque para reconquistar los territorios ocupados y expulsar a los Tau de Namether.

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